Los taxistas de Montevideo
En un artículo de John Carlin de marzo de 2024, titulado "Para sentir vergüenza como español", publicado en La Vanguardia impactó e impresionó extraordinariamente el siguiente hecho relacionado con un taxista de Montevideo. Es de marzo de 2024, pero es de plena actualidad ahora mismo. Ya conocemos el sentir políticamente del gremio de la mayoría de los taxistas españoles, que llevan siempre conectada la emisora de la COPE, o al ínclito Federico Jiménez Losantos. No me resisto a relatar una anécdota de un amigo al respecto. Sube al taxi en Zaragoza, que llevaba conectada la COPE, del gran Carlos Herrera. Le pidió con respeto que la quitase, porque le molestaban sus comentarios. El taxista, se enfadó. Mi amigo insistió, que la quitase, ya que como cliente tenía derecho a oír o no tal emisora. El taxista más cabreado, le dijo que no. Mi amigo, le dijo que parase que se iba a bajar del taxi. Y así efectivamente lo hizo. No quiero comentar los improperios del taxista.
Relatada la anécdota, retorno al taxista de Montevideo, según contaba John Carlin. El contraste con el gremio de los taxistas españoles es impresionante. Es para reflexionar. “Les ofrezco como ejemplo el taxista que me recogió en el aeropuerto. Es un tópico lo del taxista que le explica su país a un periodista extranjero, pero lo curioso aquí fue lo diferente que fue la actitud de mi conductor a la de los miles con los que he conversado por el mundo durante años. Lo habitual son las quejas, casi siempre desde el capitalismo puro que la solitaria profesión de taxista ejemplifica. El que me tocó en Uruguay fue, encima, un exsoldado. Lo más lejos imaginable de un votante de Vox, o de Trump, Claudio me dijo que estaba muy a favor de la llegada reciente a su país de inmigrantes venezolanos y cubanos (“trabajan duro y aportan mucho”) y se extendió con orgullo sobre lo fraternales que son las relaciones entre políticos opositores y lo honesto que es el sistema uruguayo. Mientras hablaba y hablaba se me vino a la mente una frase que oí una vez y pensé: Uruguay debe de ser un país de fanáticos moderados”.
Y acierta de plena el taxista de Montevideo. Convocados por la Asociación de Dirigentes de Marketing del Uruguay (ADM), Sanguinetti (1985-1990 y 1995-2000), Lacalle (1990-1995) y Mujica (2010-2015) participaron el 18 de marzo de 2024, en un almuerzo de trabajo “Una visión de Uruguay, 40 años de democracia. El futuro del país”. En ese marco, los expresidentes pertenecientes a tres partidos políticos distintos -Sanguinetti del Partido Colorado (centroderecha), Lacalle del Partido Nacional (centroderecha) y Mujica del Frente Amplio (izquierda)- coincidieron en que el paso del tiempo los acercó y los llevó a hacer a un lado sus diferencias. “Nosotros estamos acá no porque no tengamos diferencias, las tenemos y son irrenunciables. Estamos porque le conviene a este país, porque esta imagen le conviene y prestigia a este país y somos conscientes de eso”, aseguró Mujica, quien en su discurso dijo que forman “una especie de sindicato raro que no existe en ningún país del mundo”.
Sanguinetti, por su parte, dijo que “no se puede imaginar la sociedad como una homogeneidad” y que Uruguay no vivió enfrentamientos distintos a los que se vivió “en el mundo” y que los puso en veredas enfrentadas pero que “esos enfrentamientos llegaron a otras etapas” en el mundo y en el país rioplatense. A lo que remarcó que la política “es diversidad” y siempre los enfoques “son distintos”, por lo que “la utopía de la unanimidad es un peligro”. Sanguinetti resaltó que es importante “preservar” la capacidad de reconocer los puntos en común que trascienden las banderas. “Lo importante es preservar ese espacio, ese porcentaje indefinido de fenómenos que pueden estar más allá del debate y que en el Uruguay de hoy felizmente están, porque el Uruguay no está en riesgo de (caer en la) ilegitimidad de ejercicio ni está en riesgo la libertad de prensa como en la mayoría de América Latina”, subrayó.
Lacalle Herrera, padre del presidente de la República de Uruguay entre 1 de marzo de 2020 al 1 de marzo de 2025, Luis Lacalle Pou, reflexionó que si bien cuando uno “está en la cancha” de la “lucha política” se puede ser confrontativo o “duro”, como confesó haberlo sido en su momento, “cuando llega el momento del remanso” se trata de “colaborar buscando los puntos en común para tratar de destilar un poquito de sabiduría” a los que siguen “en la cancha y apasionados”. “La vejez nos achaca reumatismos y problemas en la salud, pero también nos suma alguna responsabilidad, ser una especie de humilde consejo de ancianos, que el mundo después hará lo que se le antoje, pero nuestro papel de ancianos es contribuir a que los que están en la cancha puedan hacer las cosas más fríamente”, coincidió Mujica. Por otro lado, cuestionados sobre los peligros de los roces que se esperan en la campaña política de cara a las Elecciones Nacionales que tendrán lugar el próximo octubre- se realizaron ya-, los expresidentes hicieron énfasis en evitar caer en dinámicas confrontativas como las que suelen alimentar los posteos en redes sociales. “Los protagonistas de la campaña tienen que contar hasta 10 antes de contestar algo que se les atribuye o una crítica”, opinó Lacalle, a lo que Mujica llamó a “mantener la altura” y Sanguinetti pidió no dejarse “arrastrar” por “las marginalidades” y “debates laterales”. De Lacalle destacaría especialmente estas palabras, que toda la derecha española las debería leer y rumiar. Y agregó: “Los que somos del oficio sabemos que después del último fin de semana de noviembre va a haber un gobierno que espero que me guste a mí… pero, me guste o no, es el gobierno, y entonces reservémonos por él un poquito de cariño y respeto”. También dijo: “Las campañas políticas se han visto no solo sucias, no solo complicadas, sino que pueden hacernos perder de vista lo que importa, que es la bisagra, lo que nos une, esto es la unidad nacional. La unidad nacional se basa en la legitimidad del poder político”.
Realizó Carlin en la citada entrevista a Mujica un comentario muy claro sobre la extraordinaria crispación en nuestra querida España, “Llevo cuatro días en su país, Uruguay, le digo, y lo que me asombra es la diferencia de tono con lo que vivimos en España, una jaula de locos en comparación. Uno no puede hablar de política sin que, a los cinco minutos, alguien empiece a escupir sangre contra Pedro Sánchez, o Isabel Ayuso, o Carles Puigdemont, o Pablo Iglesias, o Arnaldo Otegi, o alguien. En cambio, aquí en Uruguay, a diferencia no solo de España, pero de casi cualquier país de Occidente, sin excluir a la vecina Argentina, todo es respeto, serenidad, consenso y paz, y los hechos lo demuestran. En los rankings de la ONU y otros organismos internacionales, Uruguay queda segundo en las Américas, solo detrás de Canadá, en democracia, transparencia y seguridad. ¿Cómo han logrado distanciarse de tal manera del mundanal ruido?
La respuesta de Pepe Mujica es clara: “Hace 100 años aquí instauramos la socialdemocracia. El Uruguay tuvo allá por 1910 un proyecto que, usando el lenguaje contemporáneo, llamaríamos socialdemocracia. Entró como un crucero, se quedó y se ancló. Hubo una generación de gente liderada por el presidente José Batlle y Ordóñez que modeló ciertas cosas –como las ayudas públicas, como los derechos de las mujeres– que tiñeron la historia del Uruguay, al punto que los suecos vinieron a estudiarlo y trasplantaron cosas de acá”. Y salvo con la dictadura de 1973 a 1985, ningún gobierno, ni de derechas ni de izquierdas ha tenido la osadía de quitar esas políticas sociales. Y además se instaló la idea hace más de cien años acá de la separación de la Iglesia del Estado. Hoy menos del uno por ciento de la población es practicante, de lejos el índice más bajo de América Latina. Pienso, dice Mujica, que las religiones monoteístas le han hecho un mal a la humanidad de la puta madre. Han generado un fanatismo y una intolerancia en el fondo que se extiende al mundo político”. Tales palabras de Mújica son de profundo calado y sirven para explicar determinados planteamientos políticos. La socialdemocracia ha sido la propulsora del Estado de bienestar con el objetivo de corregir la desigualdad. Es claro, que donde prolifera la desigualdad, hay tensión, hay polarización y la democracia puede sucumbir. En cuanto a la separación de Iglesia y el Estado, es clave también. Sigue diciendo Carlin: “Como feliz consecuencia, me explicaron, en Uruguay los políticos no son cautivos de aquellos antiguos hábitos mentales absolutistas, cargados de indignación moral, que caracterizan a tantos políticos españoles, sean creyentes o no”. Y tal afirmación me parece muy importante para explicar el protagonismo de la Iglesia católica en España, que ha sido un grave impedimento para nuestra modernización política, es decir la implantación de la democracia. Sobre este tema he escrito varios artículos. Uno de ellos es el titulado La claudicación del liberalismo español ante la Iglesia católica. La intransigencia de la religión católica sigue vigente e impregna de pleno a los partidos de la derecha española. Estos mantienen un cordón umbilical con la Iglesia católica y siguen sus mandatos. Podemos observar desde la implantación de la democracia cómo las derechas se opusieron sucesivamente al divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual y por último a la eutanasia, siguiendo el mensaje de la Conferencia Episcopal. Luego, los políticos de esas derechas, en un ejercicio de hipocresía y cinismo, no tienen ningún problema en divorciarse, abortar, casarse con personas del mismo sexo o la eutanasia. Esta es la derecha, que tenemos. Con estos bueyes hemos de arar.