Una propuesta contra la desigualdad, la de Norberto Bobbio

Decir que la desigualdad es un problema actual y cada vez más grave es una obviedad. Y ante esta lacra, tratan de convencernos de que no se puede ni corregir ni mitigar. Nos dicen “no hay alternativa”.  Mas, sin alternativa no hay democracia. Y una alternativa muy clara podemos encontrarla en el libro de Norberto Bobbio (1995) Derecha e Izquierda. Razones y significado de una distinción política, que no ha perdido actualidad, ya que la editorial italiana Donzelli en el 2014 lo reeditó con comentarios de Daniel Cohn Bendit y de Matteo Renzi. Para el jurista, filósofo y politólogo italiano, la igualdad puede alcanzarse, nunca será totalmente, pero si reducir las desigualdades a través de la política, sin necesidad de recurrir a la violencia.

Bobbio considera que el punto nodal de la separación entre las corrientes de derecha y las de izquierda es por la postura, que ambas mantienen respecto al tema de la igualdad. En aquellas doctrinas, ideologías y teorías que desde el siglo XIX han agrupado a la izquierda, plantear una iniciativa política, que intente disminuir las desigualdades sociales entre los hombres y los factores que las producen, han sido los objetivos prioritarios. Tanto la conducta moral como los diversos discursos de la izquierda en la historia dan cuenta de ello. A su vez, aquellas otras doctrinas o corrientes donde se agrupa a la derecha, perciben las desigualdades sociales como elemento constitutivo de la sociedad y no buscan eliminarlas. Izquierda igualitaria ligada a la emancipación (de género, de raza, de privilegios de clase) y derecha desigualitaria con apego a la tradición. La izquierda es concebida en esta perspectiva como el motor de los cambios sociales, una tendencia a modificar los órdenes en los cuales mantener las desigualdades sociales es una permanente histórica, y la derecha, bajo esta misma perspectiva, asume un tinte de inmovilidad y elemento justificador de las desigualdades.

Cuando Bobbio nos habla de la igualdad como «la estrella polar» de la izquierda, no piensa solo en la igualdad jurídica y política. No solo está pensando en la igualdad ante la ley y en la igualdad de los ciudadanos en la participación política a través del sufragio universal. Tampoco está pensando en la igualdad de oportunidades. Más que todo eso, piensa en la igualdad material, esto es, la igualdad en las condiciones de vida de la gente. Lo que interesa preferentemente a la izquierda, y no a la derecha, es avanzar más rápido hacia esa igualdad material, para conseguir sociedades y modos de vida donde la libertad de las personas vaya acompañada de unas condiciones materiales de vida -en educación, salud, trabajo, vivienda…- que hagan realmente posible y atractivo el ejercicio de una libertad, que sin esas condiciones se convierte en algo ilusorio.

Podemos llamar a eso igualdad, equidad o justicia social, pero de lo que se trata, según el ideario de la izquierda, es de utilizar los instrumentos de la política, y no solo los más lentos de la economía, para que todos disfruten de unas condiciones materiales de vida, que guarden relación con la dignidad de la especie humana. Para conseguirlo, la izquierda tiene que activar una mayor implicación para hacer realidad los derechos económicos y sociales, unos derechos basados en los valores de la igualdad y de la solidaridad, y no contentarse solo con otros derechos fundamentales –los derechos personales– basados en la libertad. Una de las grandes conquistas, aunque hoy comienza a ser discutida –palabras de Bobbio 1995– de los movimientos socialistas identificados por lo menos hasta ahora con la izquierda, desde hace un siglo, es el reconocimiento de los derechos sociales junto a los de la libertad. La razón de ser de los derechos sociales, como el de educación, al trabajo, a la salud, es la igualitaria.

Pero además Bobbio se apercibió y nos advirtió del gran problema, que explotó a fines del siglo XX, aunque ya se estaba fraguando en los años anteriores: el triunfo de una sociedad de mercado había conducido a un crecimiento inaceptable de las desigualdades, lo que suponía un peligro mortal para la democracia. ¿Cuánta desigualdad puede aguantar una democracia? Y la izquierda de todo Occidente en lugar de oponerse al fenómeno de la desigualdad lo facilitó, aferrándose a la hegemonía neoliberal. Mas, la izquierda tendrá razón de ser, solo si se mantiene fiel a sus principios, como es el estar al lado de los más débiles. Así la principal lección de este libro para la izquierda, es que, en lugar de preocuparse por inventarse nuevas banderas en reemplazo de la igualdad, la izquierda debería conservar ese estandarte.