¿A dónde van nuestros impuestos?

 Un libro muy interesante es Economía en crisis. Aprendiendo de la Historia Económica de Carles Manera, catedrático de Historia Económica en el Departamento de Economía Aplicada de la Universitat de Illes Balears. Con numerosas publicaciones de Economía y de Historia Económica.

Su núcleo fundamental son los impuestos. De hecho, tiene 3 capítulos dedicados expresamente a este tema clave; 1) Bajar impuestos no asegura el crecimiento económico. 2) Inflación y gasto público; ¿a dónde van nuestros impuestos? 3) El debate electoral sobre los impuestos, contra el engaño tributario.

Sobre el primer capítulo aduce que la reducción de impuestos, como gran panacea económica es falsa, ya que existe una bibliografía abundante que lo ratifica. En un reciente estudio de David Hope y Julián Limberg, “The economic consequences of major tax cuts for the rich”, publicado en el prestigioso Socio-Economic Review de Oxford se analizan, para un período que va de 1965 a 2015 (¡cincuenta años, nada menos!), el impacto de las bajadas de impuestos a 18 países de la OCDE. Tres son las importantes conclusiones, entre otras, que se desprenden de la investigación: la renta per cápita no aumenta con esa política tributaria, el desempleo no se reduce y lo que se sí se incrementa es la desigualdad de renta.

En cuanto al segundo capítulo, ¿a dónde van nuestros impuestos? Lo explica muy claramente. desglosando las partidas de gasto de un euro que se recauda. Porque, y esto es crucial, nos dice, debe tenerse en cuenta que 1 euro que se asigna presupuestariamente –sea dónde sea– es 1 euro que previamente se prevé que sea ingresado. Si esto no se produce –por corrupción, evasión fiscal o por rebaja injustificada de impuestos–, los servicios resultantes se terminarán resintiendo, sin duda alguna. Esta tautología muchas veces no se entiende correctamente, y pareciere que el dinero aparece de la nada o que todo es gratis. O que, y esto es todavía más grotesco, se puede ingresar menos al tiempo que se puede mantener el mismo gasto: multiplicación, en definitiva, de panes y peces, algo que la economía es incapaz de hacer, ni siquiera con pretendidos “milagros” económicos.  En el año 2021, según elaboración del autor de un documento didáctico elaborado por la Agencia Tributaria con datos de la Intervención General del Estado, 1 euro recaudado se desglosa su dedicación de la siguiente manera: Protección social-·36,3 céntimos. Educación-10,9. Cultura y actividades recreativas-3,4. Sanidad-14,7. Vivienda, servicios comunitarios-2,9. Protección del medio ambiente-2,2. Economía-12,1. Seguridad y orden público-6,6. Defensa-2,3. Servicios generales de la Administración-11,4.

Incluso, recomienda descender al terrero concreto, sería muy pedagógico explicar a la ciudadanía. ¿Qué costes suponen para las Administraciones públicas y desde los servicios públicos hacerse un análisis de sangre, un TAC, radiografías, ecografías, operaciones diversas-simples y complejas-, hospitalizaciones, tratamientos de radioterapia o quimioterapia, trasplantes de órganos, asistencias domiciliarias, diálisis, trasporte en ambulancias sanitarias, etc.? O el coste para formar graduados y especialistas en los diferentes campos de conocimiento, una plaza en un centro de primaria o en un instituto. Por poner unos ejemplos. Recuerdo hace unos días, que se realizó una experiencia en este sentido. A la puerta de un Hospital Público, a una joven que salía muy contenta y feliz por haber tenido un hijo, se le preguntó: ¿cuánto costaba el parto? Y no lo sabía. Se le dijo, que unos 2.400 euros, sin contar los días de estancia. Se quedó perpleja.

En cuanto al tercer capítulo, también es muy claro. Uno de los debates económicos que se van a desarrollar en futuras contiendas electorales, y que conforma el principal armazón de política económica por parte de los partidos conservadores, junto al retorno a parámetros ortodoxos en economía como objetivos estratégicos –reducción del déficit público, de la deuda, de la inversión pública, la añoranza de una política monetaria más restrictiva para embridar la inflación, y la descalificación reiterada del sector público calificado como ineficiente y despilfarrador, como también rebaja de impuestos.. Pero los datos no acompañan a la argumentación central, por una razón contundente: la historia económica demuestra que fueron posibles, en el pasado más reciente, fases de intenso crecimiento económico junto a políticas fiscales progresivas, impulsadas también por gobiernos liberales y de derechas, con tipos muy elevados para el segmento más rico de la población. A su vez, reducir los impuestos a los más ricos no ofrece garantía alguna sobre el incremento sucesivo de ingresos tributarios. Aquí, también, la evolución económica constata que, si los gobiernos contraen sus capacidades recaudatorias, acaban por elevar sus déficits y sus deudas. Los ricos no invierten más, necesariamente, por pagar menos impuestos.