Vips de la malparidez cósmica

Hace un par de meses en esta misma columna dedicaba unas letras a la desafección y hastío ciudadano por la política, y hace dos semanas escribí sobre el cruce de acusaciones entre los máximos responsables de los dos partidos españoles con mayor número de escaños en el Congreso de los Diputados, PP y PSOE. Aquí me remito al texto titulado ‘El Burro le dice al Perro orejón’, en alusión a los casos de corrupción que salpican a ambas fuerzas políticas y la desfachatez de acusar al contrincante político con el enorme agujero que se tiene en casa.

Entre cafres ejerciendo de políticos; ignorantes disfrazados de cargos públicos que parecen concursar por quién dice más estupideces; políticos que con tal de salir en una foto son capaces de ponerse por delante de un reo condenado a pena de muerte sin medir consecuencias, cual escudo imaginario del coronel Aureliano Buendía frente al pelotón de fusilamiento; administraciones públicas que normalizan la contratación de asesores sentenciados por malas praxis en otras instituciones; y el derrame imparable de casos de corrupción por “mordidas” en la contratación pública, el cómo voy yo ahí, que afectan a gobiernos presididos por fuerzas tradicionales españolas de izquierda y de derecha; y escándalos igualmente graves que también han planeado sobre la monarquía española, aunque solapados interesadamente por la mayoría de medios de comunicación, y eso que son garantes de la democracia, la pluralidad y el rigor; es cada vez más complicado para los partidos, cualquiera que sea su ideología o color, ganarse o pedir la confianza de la población.

Hoy el PSOE está en boca de todos por la implicación del que hasta hace unos días era el número tres en la cúpula de su organización en un caso de cobro de “comisiones” a empresas contratistas con un informe demoledor y audios de conversaciones telefónicas presentadas como pruebas ante el Tribunal Supremo por la Guardia Civil. En el periódico de ayer fue el PP y en el de mañana puede ser cualquiera de los dos o los dos al tiempo.

Aparte de la humillación y falta de respeto que supone para los militantes de base de los partidos que sin saberlo tienen entre sus filas a estos vips de la malparidez cósmica, también lo es para los que no siendo militantes confiaron su voto en ellos, y cómo no, para el conjunto de la población porque el dinero público es de todos y todas, pero es que este mal enquistado del cobro de “comisiones” también tiene otro actor esencial: el que las paga.

Seguro que conocemos sentencias firmes de la Justicia y políticos encarcelados por corrupción, pero conocemos mucho menos empresarios condenados por participar de esas tramas y organizaciones criminales. Es sencillo, si alguien cobra también hay una persona o empresa que paga.

Que los juristas nos expliquen, ¿cómo una empresa que paga comisiones a políticos o testaferros de estos sinvergüenzas puede seguir contratando con la administración pública para la ejecución de obras, suministros o prestación de servicios?, pero es que ya fuera del circuito de la corrupción, ¿cómo es posible que una empresa que no cumple con sus obligaciones contractuales, sea porque deja a medio hacer un proyecto, lo ejecuta mal o lo entrega fuera de plazo, puede continuar participando de licitaciones, ganar y firmar nuevos contratos?

La Ley de Contratos del Sector Público vigente en España es de 2017, pero está claro que necesita una revisión de fondo. ¿Qué pasa si nosotros nos atrasamos en el pago de una o dos cuotas de un crédito?, pues nuestro nombre no tardará en aparecer en la lista negra de entidades financieras y adiós a nuestra vida comercial, puertas cerradas por todos lados y con poco margen de acción.

También estamos bastante cansados de las lecciones de democracia que pretenden dar los partidos políticos de puertas hacia afuera cuando en su rebaño abundan ejemplos de autoritarismo, presidentes y presidentas que se perpetúan y echan como perros a cualquiera que se atreva a cuestionarlos, si es que lo hacen, porque también hay “valientes” que fanfarronean ante la opinión pública, pero luego son los primeros lame culo que asientan todo lo que ordena el dictador (a) de turno con la finalidad de trepar, conseguir o mantener un sillón bien pago. Respiramos democracia y transparencia por todos lados.