Hasta estas poblaciones, han llegado familiares que reclaman los cadáveres ya enterrados en Lanzarote. Cada repatriación ha costado 2.250 euros. Una cantidad desorbitada para la mayoría de estas familias, sumidas muchas de ellas en la más absoluta de las miserias

Luto en Guelmin, Assa y Laksabi por el entierro de siete de los muertos de la patera de Lanzarote

Los siete repatriados, fueron enterrados este viernes en los cementerios de sus respectivas localidades en unas ceremonias individuales que no se han alargado más de veinte minutos. Acompañando a los féretros, los hombres de la familia han entonado cánticos religiosos sin dejar que asomara en su semblante la tristeza que les ha marcado en los últimos días

En un cruce caminos entre Guelmin y Assa, dos de las últimas poblaciones marroquíes abofeteadas por el drama de la inmigración clandestina, a unos 300 kilómetros de Agadir. Allí esperaban este viernes sus familias a cuatro de los muertos de la patera que naufragó a pocos metros de la costa de Lanzarote, en Los Cocoteros, hace ya doce días. La ambulancia de El Ghalli y Akhalat, los dos menores de 17 años originarios de Assa, pasaba de largo rumbo a este pueblo del sur de Marruecos, a pocos kilómetros de Guelmin, sobre las diez y media de la mañana.

A otro de los fallecidos le esperaban en Laksabi, también en la zona. Los demás cuerpos, una mujer adulta y tres menores, -Rida Ahbidak, Ramal Brahim, Abdellah Benaabid y Abdessamad Bouchalga-, llegaban minutos después y sus ambulancias, seguidas de sus familiares, tomaban la dirección de Guelmin. Los cuerpos llegaron anoche a Al Aaiún procedentes de las Islas Canarias, ha explicado vía telefónica a ACN Press José Carmelo, de la funeraria de Lanzarote encargada de las repatriaciones.

Estos siete cadáveres, que tenían familiares en Tenerife, Lanzarote y Bilbao, son los únicos identificados de la patera de Lanzarote, la patera de la muerte, que sólo perdonó la vida a seis personas y que terminó con los sueños de 26 inmigrantes, de los que una veintena eran menores y uno aún no ha sido localizado.

Los otros 18 cuerpos han sido ya enterrados en Lanzarote, donde descansan con un frío e impersonal número de identificación en la lápida. Salek Mbarka, el padre de una de las mujeres que recibieron sepelio en la Isla, afincado en Francia, ha viajado esta semana a Guelmin, donde vivía su hija, y reclama su cuerpo y el de sus cuatro nietos, que también viajaron en la patera. Salek es, precisamente, uno de los familiares que más interés han mostrado en los últimos días en crear en la región una asociación de padres y madres de las víctimas de las pateras para luchar contra la inmigración clandestina e incidir en la prevención.

Mbarka pide ayuda a las autoridades marroquíes y a las españolas, aunque nadie sabe qué pasará con los 18 cuerpos ya enterrados, a los que se les han tomado muestras de ADN y fotografías. “Nosotros nos hemos hecho cargo de estas siete repatriaciones”, cuenta a ACN Press vía telefónica Joaquín Carballo, consejero de Asuntos Sociales del Cabildo de Lanzarote. Cada repatriación ha costado 2.250 euros. Una cantidad desorbitada para la mayoría de estas familias, sumidas muchas de ellas en la más absoluta de las miserias.

“Denegaron su visado en cinco ocasiones”

“Además de pobreza, lo que hay es un problema de educación; es importante sensibilizar a la gente desde que va a la escuela y explicarles que emigrar así es peligroso, que pueden terminar en las profundidades del océano”. Habla Khanfor Jama, el marido de Rihda Ahbidak, de 47 años. A esta mujer le habían denegado el visado hasta en cinco ocasiones. Khanfor dice que había intentado sacarle la idea de la cabeza. “Yo tengo mi empleo de enfermero, no vivimos en la abundancia, pero tenemos para comer”.

Khanfor asegura que Rihda se armó de valor para lanzarse al océano en patera para encontrarse con su hermana, que vive desde hace diez años en Lanzarote. Al menos, eso es lo que él quiere creer y lo que ha explicado a sus cuatro hijas, de los once a los 18 años. “Ellas no me abandonarán, piensan como yo, que una patera no es el medio para salir del país”.

Este hombre, todavía sorprendido por la decisión de su mujer, asegura no conocer a los que le ayudaron a pasar a Canarias, pero sí que dice haber escuchado que uno de los padres de las víctimas de la patera ha denunciado a parte de la red de mafiosos. “Si yo hubiera sabido quienes eran, también lo habría hecho”.

Ceremonias individuales

Su cuerpo, y el del resto de repatriados, fueron enterrados este viernes en los cementerios de sus respectivas localidades en unas ceremonias individuales y que no se han alargado más de veinte minutos. Acompañando a los féretros, los hombres de la familia han entonado cánticos religiosos sin dejar que asomara en su semblante la tristeza que les ha marcado en los últimos días.

En casa de Bachir Raji (28 años), en Laksabi, un pueblo de 300 habitantes, sí que estaban al corriente sus hermanos. “Llevaba dos años preparando el viaje, ahorrando, haciendo trabajos donde podía para sacar dinero”, cuentan. Tras la melfa de su madre, Salka Saini, sólo se ven sus ojos tristes y cansados. “No sabía que mi hijo iba a partir, si lo hubiera sabido no lo habría permitido”. Ahora, tendrán que vivir del raquítico salario de funcionario del hermano mayor -el padre murió- y de lo que les envía otro de los hermanos, afincado desde hace años en Arrecife.

Abdallahi Elkua, de la Asociación Sur para la Inmigración y el Desarrollo, lo ve claro: “En momentos de crisis económica y social no se busca la realidad, se vive el sueño de alcanzar la otra orilla, para encontrar el paraíso”. El problema, dice Elkua, “es que no escuchan a los que ya han llegado y les cuentan que allí todavía está peor la situación; están obsesionados por llegar”. Para este activista de los Derechos Humanos, “los jóvenes tienen toda la energía para comenzar este viaje, aunque les lleve a la muerte”.

En 2008 se intentaron introducir 13.555 personas en España de forma clandestina, un 26 por ciento menos que en 2007. Y Canarias ha recibido en lo que va de año 1.075 inmigrantes, entre ellos 28 fallecidos y al menos 140 menores de edad. Los muertos de la patera de Lanzarote son las últimas víctimas de un drama que no cesa y que en el Archipiélago vio su cara más dura por primera vez hace diez años, cuando naufragó un 26 de julio la primera patera en Morro Jable, al sur de Fuerteventura.