viernes. 13.06.2025
Retirados los cargos por delito de tortura. Sólo dos de los siete testigos presenciales del supuesto delito, ambas víctimas según la acusación, dicen haber visto una pistola en manos del acusado

El fiscal pide cuatro años de prisión para un guardia civil acusado de dos delitos de coacción

El abogado de la defensa demuestra contradicciones en la declaración de las supuestas víctimas. Ambas aseguran no haber hablado entre ellos antes de relatar su versión a la patrulla de la Guardia Civil desplazada al lugar de los hechos. Sin embargo, el atestado realizado por dos agentes constata que la mujer habló en su primera declaración de las amenazas con arma de fuego que ejerció el demandado sobre un menor de origen magrebí

Fotos: Dory Hernández

La Audiencia Provincial de Las Palmas ha celebrado este miércoles en Lanzarote el juicio contra un guardia civil acusado en principio de cometer supuestamente dos delitos de amenazas y un delito de torturas en Puerto del Carmen en marzo de 2005. Así rezaba la instrucción preliminar del caso, aunque terminada la sesión, el fiscal retiró el cargo de tortura, y sustituyó la acusación por amenazas por dos cargos por delito de coacción, solicitando una condena a dos años de prisión por cada uno de ellos, con lo que el demandado pasaría cuatro años en la cárcel si la Audiencia Provincial lo declara culpable.

Los hechos

Según la instrucción del caso basada en declaraciones preliminares al juicio, el acusado, Francisco S. R., se enteró de que el hijo de su anterior compañera sentimental, Francisco M. C., había sido golpeado por un chico de origen árabe, tras lo cual resultó lesionado. Acompañado por el hermano del chaval golpeado, Jonathan M. C., y por un joven de origen magrebí al que conocía, Abderabou B., se dirigió a la casa de una vecina de Puerto del Carmen, Malika M., para exigir que le dijera quién había agredido al hijo de su anterior novia. El agresor de hecho era el sobrino de Malika, aunque no vivía en su domicilio.

Hasta aquí coinciden las versiones de todos los testigos. En este punto, según el testimonio de Malika M., “sacó su arma del bolsillo trasero del pantalón que vestía, haciéndola girar sobre su dedo índice”, conminando repetidas veces a Malika “para que le indicara quién había agredido a Francisco y para que no lo ocultara”.

Minutos después, a las puertas del mismo complejo de apartamentos San Fermín, F. S. R. se encontró con un menor de edad, Aissa A., al que también trató de sonsacar el nombre del niño que había agredido al hijo de su ex compañera sentimental. Según el testimonio de Assia, llegó a poner la pistola que llevaba en su sien. Asegura además que “varios niños que estaban en la zona, todos niños mayores, vieron como sacó su arma”.

Los testimonios

El día de los hechos, el demandado fue al domicilio de Malika M. acompañado de otras tres personas. El hermano del chaval golpeado, Jonathan M. C., un joven de origen magrebí al que conocía, Abderabou B., y un amigo suyo, Jorge C. F. Ninguno de los tres vio en ningún momento que portara o sacara un arma de fuego. El propio acusado asegura, de hecho, que la pistola la había dejado en su domicilio de Costa Teguise. Al subir a la casa de Malika, sólo lo hizo con Jonathan M., quién testificó este miércoles que “para nada” amenazó con una pistola a la mujer.

Ya a las puertas del complejo, y en el incidente que tuvo el acusado con Aissa A, al que según todos los testigos “agarró por el brazo”, sí estaban presentes las tres personas que le acompañaron. Llegados a este punto, los tres dicen no haber visto un arma en manos de F. S. R.

Otros dos testigos presenciales niegan haber visto la pistola. Y en este caso son amigos de las dos supuestas víctimas. Rachida H. se encontraba en el domicilio de Malika M. en el momento que llegó el demandado. Por otro lado, Mohamed A., amigo de Assia, compañero del Centro de Menores en el que vivía entonces el chico, tampoco pudo corroborar la aparición del arma. De esta forma, únicamente dos de los siete testigos presenciales del supuesto delito, ambas víctimas según la acusación, dicen haber visto una pistola en manos del acusado.

Por otra parte, la defensa trató de demostrar la posibilidad de que Malika y Aissa pudieron ponerse de acuerdo para relatar una versión común de lo sucedido. El abogado de la defensa logró demostrar contradicciones en la declaración de las supuestas víctimas. Ambas aseguran no haber hablado entre ellos antes de relatar su versión a la patrulla de la Guardia Civil desplazada al lugar de los hechos. Sin embargo, el atestado realizado por dos agentes constata que la mujer habló en su primera declaración de las amenazas con arma de fuego que ejerció el demandado sobre un menor de origen magrebí.

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