viernes. 29.03.2024

La imagen de dos adultos y de una niña encaramados en lo alto de las barras del portabultos de un todoterreno para intentar ver un partido de fútbol es el fiel reflejo de lo que ha sucedido este sábado en Lanzarote fuera de todos los estadios donde han competido los más pequeños de la casa. La fotografía se tomó al mediodía en el campo de fútbol de Yaiza; muestra con claridad lo peligroso y absurdo que ha resultado ver a un montón de madres y padres tratando de hacer esfuerzos innecesarios para ver a sus hijos corriendo detrás de un balón.

Ladera Tahíche.

El que no viva en Lanzarote probablemente no sabrá por qué estas personas se suben a unas barras de un todoterreno y otras se la juegan colocándose encima de unas enormes piedras de una colada volcánica. La razón es que desde hace un año, desde que el mundo decidió que había que confinarse para tratar de combatir una pandemia que la mayoría no supo o no quiso ver venir, los alcaldes de la Isla y la presidenta de su Cabildo han decidido ser “prudentes”. Prudentes para determinar primero que los niños no debían practicar deporte cuando en las otras islas y en la Península ya lo hacían; prudentes para determinar que cuando ya decidieron que los niños practicaran deporte porque el Gobierno de Canarias les mandó a la escuela era mejor que sus madres y sus padres no acudieran a verles entrenar; prudentes para decidir que cuando los contagios eran mínimos o nulos era mejor que los aficionados no entraran en los estadios o en los pabellones para seguir en directo el difícil caminar de sus equipos de baloncesto, fútbol o balonmano que entraron en competición regional o nacional; prudentes para paralizar casi por completo las actividades culturales cuando en otros sitios con mayores índices de contagio sí se desarrollaban; prudentes para cerrar todos los mercados agrícolas a cal y canto... Mucha prudencia en aspectos que sabían a ciencia cierta que no eran ni de lejos el motivo de los contagios que se han ido produciendo en las diferentes olas. Ni el gran Poncio Pilatos lo habría hecho mejor. Fueron los mismos políticos -seis alcaldes, una alcaldesa y una presidenta- que siendo tan prudentes no fueron capaces de impedir que la Consejería de Sanidad se tuviera que inventar un nuevo nivel de control porque en ese territorio donde fueron tan prudentes, sin que hubiera público en los eventos deportivos o en los entrenamientos o en los museos o en los teatros, se disparató el número de infectados por coronavirus después de las navidades y se pasó de lejos de los mil casos activos. Debieron ser las madres y los padres que no entraron en los estadios los culpables de producir semejante expansión del bicho con su imprudencia y su “irresponsabilidad”.

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El caso es que la Mesa Insular se volvió a reunir hace una semana. Esta vez con polémica, porque los representantes de Coalición Canaria (CC) de los ayuntamientos donde tienen la alcaldía, Teguise, Tinajo y Haría, recibieron la instrucción de bregar para que ahora sí se permitiera la entrada de público a los eventos deportivos y a los entrenamientos. María Dolores Corujo sacó después, parece que enfurecida por el tono del cartapacio, en la que calificó su amanuense de turno de injerencia lo que los nacionalistas habían propuesto. Los de CC se reunieron y decidieron ir más lejos de lo que fueron en la Mesa y anunciaron que después de Semana Santa estos tres ayuntamientos, ocurra lo que ocurra con los contagios, permitirán esta vez sí que los “irresponsables” de los padres y de las madres de las criaturas entren en los campos y en los pabellones, o que los locos de los aficionados de la Unión Deportiva Lanzarote, del San José Obrero o del Puerto del Carmen hagan lo propio.

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Claro, mientras esa decisión llega y las que vengan después, con alcaldes como la de Arrecife, Astrid Pérez, que dice siempre que la preguntan que está totalmente a favor de que la gente entre pero que no toman ninguna decisión desde su atalaya de “prudencia”, este fin de semana se reanudaron las competiciones y se volvió a ver una estampa dantesca, con personas que simplemente por acompañar a sus hijos se tuvieron que buscar la vida de maneras infames e inverosímiles. Si alguno se parte la crisma, eso sí, no será responsabilidad de ningún político de Lanzarote. 

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El tiempo es que pasa volando. Algunos ayuntamientos, de hecho, parece que no han tenido tiempo en un año de determinar los protocolos que se deben seguir para permitir la entrada en los estadios. Mientras, María Dolores Corujo presumía este mismo sábado en las redes sociales de lo bien que lo había pasado sabiendo que ya se puede entrar al teatro, donde parece que hay menos riesgo de coger el covid que en el campo de fútbol del Tahíche o del Yaiza, donde debe ser que los virus se concentran con mayor interés por muy al aire libre que estén.

Los padres ven desde primera fila la "prudencia" de los políticos
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