Actualmente era corresponsal de la Agencia EFE en Moscú y fue uno de los profesionales que ayudó a fundar y a desarrollar Crónicas de Lanzarote

Muere en Famara el periodista Arturo Escarda

El periodista Arturo Escarda Piedra ha perdido este viernes la vida en la siempre peligrosa playa de Famara cuando estaba disfrutando de sus trabajados y sacrificados cuarenta años de edad en compañía de un grupo de amigos.

Nieto de los niños que tuvieron que ir a Rusia exiliados tras los desastres de la Guerra Civil Española, se había criado a caballo entre la antigua Unión Soviética, Canarias y Madrid. Después de no pocos esfuerzos este sensacional ser humano había conseguido cumplir su sueño, que no era otro que transformar las prácticas que hizo como estudiante en un trabajo fijo como corresponsal de la Agencia EFE en Moscú. Este viernes, por desgracia, ha visto truncada su brillante carrera periodística porque el mar se la ha arrebatado de cuajo, cuando trataba de ayudar a algunos de los amigos que habían venido con él desde Rusia para disfrutar de unos días de descanso en Lanzarote.

Lanzarote no era una tierra extraña para él. Ahí se formó realmente como periodista, trabajando para varios medios, pero siendo sobre todo uno de los valientes fundadores del embrión que dio lugar a lo que es hoy Crónicas de Lanzarote. Sus amigos en la redacción, Paqui, Alex, Ricardo, Moisés, David, Adrián, Chalo, Laura, Antonio, Alfonso, Dory, Cristóbal y todos los que no se pueden nombrar en una crónica improvisada como esta hecha desde el más tremendo de los dolores le llamaban Arturito. Fue más un personaje que una persona, alguien con una inteligencia poco frecuente y con una alegría constante y contagiosa que les recordaba a sus amigos y familiares rusos que su alma tenía la sangre demasiado caliente como para pensar que procedía de Siberia. Fue trabajador, tenaz, obstinado, riguroso... Había nacido para ser periodista, y periodista fue. Uno de los buenos.

Aunque residía desde hace años en Moscú, no ha dejado de tener a Lanzarote en su mente. Pasó de residente forzado a turista reincidente. En cuanto podía aparcaba la rutina para estar en una tierra que le dio gran parte de lo que ha sido y que finalmente se lo ha quitado todo. Había venido en esta ocasión para enseñarle a sus amigos rusos aquello de lo que tanto hablaba y de lo que tanto presumía. Lo había hecho, como siempre, llamando a sus amigos de la Isla más íntimos, y reservando también como siempre un hueco para otros no tan íntimos pero a los que consideraba importantes, hueco que ya nadie podrá llenar.

Deja a una familia destrozada, a una novia que no tiene consuelo, a unos amigos que no terminan de creer lo que les cuentan que ha sucedido y a unos compañeros de profesión que jamás de los jamases le olvidarán, porque Arturo era mucho Arturo.

Descansa en paz. Sabes que te queremos.