Zapatero, en las islas
Por Miguel Ángel de León
Antes de venir de nuevo a Lanzarote dentro de unas semanas a vacar, anteayer el presidente del Gobierno de lo que va quedando de España, don José Luis Rodríguez “El Puma” (Zapatero, quise decir), que es un hombre sin discurso y con talante (vaya usted a saber si bueno o malo), se dejó caer por algunas islas del Archipiélago en visita oficial, que la llaman.
Para lo que nos trajo, mucho se lleva, como de costumbre. Un paseo por Tenerife y otro, más apresurado aún, por Fuerteventura. Mil y una promesas sobre otros tantos policías para controlar lo de la inmigración irregular africana y andando. Menos aceite da un carozo. Cuando vuelva a Lanzarote aprovechará también para darse un saltito a Gran Canaria y La Palma, con lo cual ya habrá visitado más islas que muchos canarios a lo largo de toda su vida, con la pequeña/gran diferencia de que él viaja “gratis total”, como dijo el también pequeño/gran Solchaga, aquel navarro cabezudo (con perdón por la redundancia) que bautizó a la España del pelotazo, allá cuando los peores tiempos del felipismo.
Como todavía algunos sufridos -y despistadísimos- lectores me acusan de tarde en tarde de ser o de parecer psoecialista (y yo con estos pelos: sin carné de partido y sin haberle sacado partido al mismo), recuerdo un hecho cierto: mi primera vez ante las urnas coincidió con la entonces requetefestejada victoria aplastante del PSOE de los diez millones de votos ilusionados con el cambio que se quedó en mero trueque. Diez millones de votos entre los que estaba el mío. Mal empleadito, vive Dios. Aunque viviera o viviese mil años no tendré tiempo suficiente para arrepentirme por ello. Fue un error de juventud. Una chiquillada. Pero después no me volvieron a engañar “más nunca”, como dijo el otro. Cuando alguien te miente por primera vez, el pecado lo comete el mentiroso, pero cuando ese mismo alguien te miente por segunda o tercera vez y le crees, el pecado mayor es tuyo, por tolete. Y a mí ni me volvió a engañar el PSOE ni me engatusó después ningún otro. Y, como a mí, a la inmensa mayoría de los conejeros les ha debido suceder otro tanto de lo mismo, como se puede ver en cada proceso electoral en el altísimo y creciente abstencionismo que se registra en esta pobre islita rica sin gobierno conocido, comicio tras comicio... y subiendo.
Diez millones de votos, en efecto y en efectivo, se agenció por aquel entonces Felipe González Márquez. Se dice pronto y fácil. Después, toda aquella gran ilusión colectiva desembocó finalmente en el Gobierno “pepón” de don José María Aznar López, gracias a las desgracias de un PSOE que hizo cierto el chiste que le sacó la derechona utilizando su misma lema electoral: "Cien años de honradez... pero ni uno más". Han pasado 23 años -se dice pronto y fácil- de aquella sonada y aplastante victoria electoral del PSOE. Decía el sobado tango que veinte años no es nada. Justo en lo que se quedó aquella promesa del “cambio” que desembocó finalmente en más de lo mismo.
La última vez que estuvo por Lanzarote, Zapatero no quiso mojarse ante la prensa local sobre la concreta, degradada y degradante actualidad política lanzaroteña de aquellas fechas, cuando en el Cabildo se estaba en pleno jueguito de la silla presidencial. E hizo bien, puesto que la desconoce absolutamente. Y tampoco les interesa a sus correligionarios conejeros explicarle a fondo la misma, no vaya a ser que el presidente acabe descubriendo que el PSOE lugareño ha tenido arte y parte principal en toda esta triste actualidad política insular.
Pese a lo escrito hasta aquí, seguro que seguiré escuchando el comentario:
-Tú no puedes disimular que eres del PSOE.
Siempre te quedan ganas de responder con un “Dios le conserve la vista, cristiana”, pero te callas. Peor ciego que el que no quiere ver no se conoce. (de-leon@ya.com).