Vergüenza
No hace falta que me lo jures: ya sé que a ti también te avergüenza la situación. Esta situación de ahora, que cada cierto tiempo pone a todos los que vamos embarcados en esta pobre islita sin gobierno conocido en el foco de la atención informativa de otras islas, e incluso del resto de España.
Sé que a veces, como conejero, te sientes incómodo de tu origen ante otros canarios que te preguntan, a viva voz o con la mirada inquisidora, por qué tú o los tuyos, tus familiares o tus vecinos, están permitiendo que se encaramen en el poder los que se aprovechan de éste para fines espurios o torticeros.
Y tú, que nunca has votado a ninguno de esos sinvergüenzas convictos y confesos, y que a veces ni siquiera has votado a nadie, porque te tienes por abstencionista activo y consciente (consciente de que a veces no se puede votar a nadie si no hay nadie a quien votar), te preguntas qué culpa puedes tener de esta situación que no has creado. Pero no está tan claro que no la tengas. Si te callas tienes, como mínimo o como poco, una parte alícuota de culpa. Si te inhibes ante el escándalo mayúsculo, eres un ratito culpable.
Sé que sigues sintiendo vergüenza, propia y ajena. Lo sé porque, al igual que tú, lo sufro en carne propia. Y no hace falta que me lo jures cuando te encuentro por la calle y me lo cuentas, con la cabeza agachada y tan avergonzado como yo. Todos lo sabemos, aunque sólo algunos, muy pocos, se atreven a contarlo. Pero también a los demás hay que entenderlos: tienen familia y bocas que alimentar. Aunque miren para otro lado, hay que ser comprensivos y compasivos con ellos.
Te preguntas si hemos de perdonar también a los que encima apoyan, mediática o mediocremente, a los principales culpables de esta vergüenza política. Te interrogas cuánto tiempo va a durar esta humillación pública a todos los lanzaroteños, incluidos a los que votan a los que merecen ser botados al barranco.
Me consta: la situación ya empieza a ser un puntito más que insoportable. Y, sin embargo, parecen ajenos a la misma, paradójicamente, sus propios protagonistas. Ya hemos escuchado decir a todos los actores que se sienten pro-fun-da-men-te avergonzados de la situación... pero ni uno de ellos se pone en su casa. La vergüenza, si la hubiera o hubiese, no les llega a tanto.
Que no sigan repitiendo la frase y la farsa. Que no nos digan que sienten vergüenza para, acto seguido, seguir en las mismas haciendo y deshaciendo lo mismo. Primero, que pidan públicamente perdón al pueblo que paga y soporta su desastre político. Y después, seguidito, que cojan el acta de concejal o consejero y se la pasen al siguiente en la lista... o que la tiren a la papelera, tanto da.
Sí, también sé que no caerá esa breva. (de-leon@ya.com).