Usted, el concejal

Por Miguel Ángel de León

Mi muy obnubilado señor, remítole la presente no más para decirle tres o cuatro obviedades que usted sigue empeñado en ignorar (y quien ignora tiene un nombre que ahora mismo prefiero ahorrarme, como lo tiene también quien hace mala gestión de la cosa pública). Conocidos de quien le escribe, que me merecen mucha más confianza que usted, me dicen que le han visto decir o preguntarse en alta voz que quién se cree este pobre juntaletras para ir por ahí escribiendo palabras poco amables sobre usted, cuando que ni le conozco de nada ni hemos dormido juntos jamás (ni Dios lo quiera nunca, por muy grave que hayan sido mis pecados).

Mentira me parece que a estas alturas de la democracia -si la hubiera o hubiese- tengamos que estar todavía los que nos movemos con más o menos suerte en los medios de comunicación explicándoles a los políticos de qué va esta vaina. Este que le escribe, como cualquier otro hijo de vecina, tiene derecho a opinar cada vez que lo tenga a bien sobre la gestión (buena, mala, regular... o pésima, como la suya) del político al que le paga el sueldo, y que no acaba de entender todavía que está al servicio del ciudadano, y no al contrario. No me consta que al señor concejal lo mantenga ni le pague el salario el propio alcalde con dinero de su bolsillo.

Incluso un triste y anodino concejal como usted debería saber que la prensa no tiene obligación alguna de alabar al poder político de turno. Lo cual no quita para que alguna prensa sí lo haga, y de mil amores, mal acostumbrando así a torpes políticos como usted. Cada cual hace de su capa un sayo, pero yo en el mío no quiero inscribir su nombre. Ni nadie me obliga ni a mí me da la gana.

A los que están justo ahí donde está usted, en el poder, se les paga -y no precisamente mal, a fe mía- para que obren con tino en beneficio de la sociedad. Si aciertan, es su obligación. Si yerran, leña al mono, que para eso lo mantenemos.

No frecuento las amistades políticas (siempre peligrosas, sobre todo si te dedicas a intentar contarles a tus vecinos los usos y abusos del poder político local). Como soy muy raro, sigo creyendo que es más libre el que menos ataduras o "lazos de amistad" tiene o mantiene. Y que no se diga que hay que conocer a la persona -pública- para juzgarla, caro concejal (dicho sea lo de caro en la acepción que usted y so sabemos). Si ello fuera, cerrarían desde hoy todos los medios de comunicación que en el mundo son. En tal caso, adiós a la crítica; al carajo la democracia. En suma, le estaríamos dando la bienvenida a la tiranía, a Torquemada y al concejal mal aconsejado.

Sepa usted, cristiano, que a mis amigos me los busco yo, así sean cargos públicos (los menos) o gente que trabaja. No es la profesión la que dignifica, sino el buen desempeño de la misma. De los más humildes -entre los que presumo encontrarme, sin falsas modestias- se puede sacar a veces alguna lección de provecho. De los engreídos y enteradillos, ni paja para la burra, que está cada día más flaca. Y tanto daño me haga como miedo le tengo. (de-leon@ya.com).