Un mal sueño para olvidar

Por Miguel Ángel de León

Este lunes me preguntaba en Antigua un conejero nacido en San Bartolomé y “emigrado” a Fuerteventura desde muy chinijo sobre lo que finalmente había pasado con el tan famoso como ya olvidado referéndum para la adición del topónimo Ajei al municipio que nos vio nacer a ambos. En verdad les digo que hasta yo me había olvidado ya de aquella matraquilla cuya fragua duró años, a pesar de que aquí mismo le dedicamos en su día y momento varios artículos en tono jocoso, por aquella otra razón o máxima periodística que avisa y advierte que lo que no es serio hay que tomárselo a broma. Me vino a la memoria alguna columna titulada “San Bartolomé de la Hoz”, “Juan Antonio de Ajei” y otras similares. Y le recordé al paisano lo mismito, pizco más o menos, que en esta tribuna impresa y digital nos cansamos de avisar antes de que se hiciera efectivo el chiste del plebiscito: “Los batateros nacidos, criados y soleados en San Bartolomé no van a perder mucho tiempo ante la urna para votar a favor, en contra, o ni lo uno ni lo otro, de añadir al nombre del municipio el ya sobado topónimo Ajei”. Dicho y hecho. Tal fue el fracaso de la iniciativa que ni los propios -y entonces entusiastas- promotores de la misma no quieren ni volver a oír hablar de aquello, como si hubiera o hubiese sido un mal sueño, una pesadilla atroz y pegajosa que hay que olvidar a la carrera para no hacerse mala sangre. Hay que entenderlos.

Hablándole de memoria al batatero residente en la vecina isla hermana, recordé -grosso modo- que malamente un 10% del electorado potencial se retrató ante la única urna, y que de aquel mínimo porcentaje la mayoría votó en contra de la ociosa ocurrencia. ¿Y eso cómo lo adivinamos algunos de antemano, meses antes incluso de escenificarse la farsa plebiscitaria? Pues porque los que somos del pueblo, a mucha honra, conocemos un poquito al pueblo, al contrario que los políticos que nos malgobiernan y los asesores de la nada de aquéllos, con sus encuestas encargadas a la carta y al gusto del consumidor, que les dicen lo que ellos mismos quieren oír: “La mayor parte de la población está a favor de la adición del topónimo Ajei”, dicen que decían los sondeos y los sociólogos amigotes, a quienes Dios conserve la vista porque están hecho unos linces. Total, que se vio otra vez que no hay peor mentira que una encuesta, por más y por mucho que sigan teniendo una fe ciega en la sociometría los políticos y los periodistas poco respetuosos con su electorado o su audiencia potencial, a la que atosigan con sondeos engañabobos.

A pesar de la vara y la tabarra política, mediática o mediocre, aquel falso plebiscito no convenció a una plebe compuesta por personas con problemas reales, ajena a los problemas ficticios o inventados por un nacionalismo siempre ávido de etnomanía y de crear agravios comparativos, esta vez con la excusa del otro San Bartolomé de Tirajana (a mí no me han vuelto a desviar cartas hacia el sureño y turístico municipio grancanario desde que inventaron lo del código postal, a pesar de que Correos es muy capaz de tamaña proeza y otras peores, como es triste fama: incluso me acaba de llegar esta vez con sobrada antelación la habitual invitación de la Fundación Cultural Mapfre para la inauguración de una exposición la próxima semana en Madrid; los milagros sí que existen y a veces llegan cartas... a tiempo).

Sonora y sonada bofetada sin manos la que, por activa o por pasiva (léase: votando o pasando de perder el tiempo en bobadas), la que por aquel entonces le propinó el ninguneado pueblo de San Bartolomé a los mismos gobernantes (es un decir) que han puesto su nombre a los pies de los caballos, entre tanta trapisonda e interminables y esperpénticos episodios de política-degradación escenificados en sesión continua desde hace ya lustros. Prueba evidente, palmaria, de que la encumbrada clase dirigente va por un lado y la ciudadanía que la sufraga y sufre está/estamos a otra cosa, por si alguien albergaba alguna duda a estas alturas de la Liga. Aquella caprichosa y ociosa consulta popular de mal recuerdo les devolvió el tiro por la culata a los que no acaban de diferenciar entre necesidades palpables y evidentes (mil y una en el céntrico municipio que ombliguea a Lanzarote; doy fe vecinal) y los meros caprichos partidistas o ideológicos. El referéndum con trampa terminó atrapando en sus redes a sus propios convocantes. Se lo habían ganado a pulso. ¿Se habrá sacado alguna lección de provecho de aquel inmenso error? Teniendo en cuenta que el político es el único animal que tropieza mil veces en el mismo tenique, hay que dudarlo. (de-leon@ya.com)