Sondeos: insultos al elector
Por Miguel Ángel de León
Lo que has visto hasta ahora publicado en los periódicos y repetido en los medios que parasitan a aquéllos (radio y televisión, los que se jactan de la inmediatez... sobre todo a la hora de copiar a la aristocracia mediática, que sigue siendo la prensa escrita) no es nada comparado con lo que está al caer en los próximos meses, de aquí hasta la semana previa a la nueva cita electoral (nada que ver con el inmediato referéndum en mi pueblo, para la cosa del bautizo mediante trucado plebiscito).
¿Ya te has cansado de tantas encuestas de risa aparecidas hasta ahora? Pues son apenas una broma si lo comparas con las que quedan por llegar. Tómatelo con filosofía... y, sobre todo, no prestes mayor atención a ninguno de esos sondeos que insultan la inteligencia del lector y la del elector potencial (lo segundo no es mi caso, ni el de la mitad de quienes viven en Lanzarote, pues la abstención sigue creciendo, al Cielo gracias).
“Hay tres tipos de materiales periodísticos: verdades, mentiras y estadísticas. Las encuestas, como las estadísticas, valen de comodín y, convenientemente torturadas, se pueden adaptar a cualquier necesidad”. Así principiaba el correo electrónico que me enviaba tiempito atrás una sufrida lectora de esta página de opinión, sabedora de mi poca afición por las encuestas y de mi absoluto rechazo a la publicación, difusión o debate de las mismas en los medios.
Hazte, pues, un favor: manda a la porra a todas las encuestas; las que sean y sobre la jaqueca que sean. Tíralas, y arroja también al mismo vertedero maloliente a los mercachifles que las encargan, a los que las venden y a los que las propagan, propalan y publicitan: unos y otros quieren dar por buena lo que sólo es mercancía fraudulenta. Si el rumor no es noticia para el periodista que se viste por los pies, y si toda encuesta no pasa de ser un mero rumor tan o más interesado que el peor de los runrunes, no hagas caso de ningún pomposo instituto de sociometría ni de las mentiras maquilladas de datos estadísticos.
¿Qué fiabilidad tiene el sondeo realizado por desconocidos que preguntan a otros desconocidos sobre asuntos que ni unos ni otros confiesan ni a sus mejores amistades, tales como -un suponer- las costumbres sexuales o la intención del voto? Fíate y no comas, que dice el dicho. Si encima hablamos de encuestas sobre la nada (es decir, sobre unos candidatos que todavía no se conocen), la burla demoscópica se torna aún más grave.
Si lees en esta misma columna impresa o digital algún dato, algún número o alguna estimación de voto, pasa la página y deja de leer a quien ya empieza a insultar tu inteligencia. Si no crees en el horóscopo, ni en el echador/timador de cartas ni otras supercherías, nada ni nadie te va a obligar a comulgar con la atragantadora rueda de molino demoscópica, que además se está desmintiendo constantemente a sí misma durante estos últimos días con la catarata de sondeos requetepreelectorales publicados, que se contradicen unos con otros, otros con unos, e incluso a sí mismos. No permitas que te timen con impunidad y alevosía.
Apúntate a cualquier orgía, la que más te apetezca, pero bórrate de la demoscópica. Que no te den esa vara y esa tabarra los nuevos sacerdotes del bulo maquillado de ciencia del sondeo.
¿La mejor encuesta electoral? La que no existe. Y si existe, aplícale ese bello neologismo que se inventaron allá en México: ningunéala, como si no existiera. La más sonora bofetada, y también la más dolorosa, es la de la indiferencia.
No hagas caso de ningún consejo, ni siquiera de éste. Pero tomaduras de pelo demoscópicas o mediáticas, las justitas. Ya va estando bien de tanto relajo y tanta bobería boba, como dice el canario viejo de islita adentro. (de-leon@ya.com).