San Ginés encima

Por Miguel Ángel de León

Atendiendo la amable y oportuna sugerencia de un lector o lectora que el pasado viernes enviaba un comentario a la edición digital de este periódico invitándome a hablar más de los “sangineles” que de lo de la inminente visita vacacional a Lanzarote de José Luis Rodríguez Zapatero y familia, procedo a cumplimentar tan amable mandato. Para eso estamos.

Bien mirado, y analizado de la forma más fría y objetiva que se me alcanza, lo de la matraquilla de los popularmente denominados “sangineles” empieza a tener hasta delito, para mi gusto. No es afán de criticar por criticar, Dios me libre, pero cada año que pasa se me antoja más evidente que una fiesta que se supone principal en toda la isla haya terminado siendo, principalmente, un fiasco. No lo dice el que firma, que pasa bastante de prestarle la más mínima atención al ruido que nunca trae nueces ni agua, sino la inmensa mayoría de la gente en la calle, que se queja con sobrada razón del excesivo dirigismo político. Excesivo y torpe, habría que añadir visto lo visto de último.

El evidente desastre organizativo de los festejos de San Ginés del pasado año 2005 resultó prácticamente calcado -igualito, igualito- a los precedentes inmediatos de todos estos “sangineles” del nuevo siglo y milenio, si hacemos un poco de memoria. Prueba evidente y palmaria de que los hay tan ciegos y obcecados en mantenerla y no enmendarla (la plana, la palma y a la Encarna) que no escarmientan en cabeza ajena ni en la propia, si la hubiera o hubiese, que va siendo hora de empezar a dudarlo, a estas alturas del reiterado esperpento organizativo. A poco menos de un para el San Ginés de 2006, ya se viene hablando de carpas y corrupciones varias, de posibles privatizaciones y de mil y una probables irregularidades. Empezamos bien...

El año pasado alegaban los conejeros que no han sacado partida económica al circo sanginelero (la opinión de los que se forran con el desastre no vale, por interesada) que no se recordaba algo similar desde hacía mucho tiempo. Por ejemplo, lo de la futbolística tomadura de pelo. Primero, se anunción que se suspendía el ya veterano Torneo de Fútbol, al que recuerdo asistir desde chinijo, allá cuando al terminar el partido salíamos todos enterregados: jugadores y espectadores. Al final, de repente y casi sin previo aviso, se sacaron deprisa y corriendo una especie de triangular muy singular, razón por la cual (la nula publicidad de esa rectificación tardía) no se dejaron ver por la Ciudad Deportiva ni los familiares más directos de los propios futbolistas, que en cualquier caso no debían culpa. Eso por no hablar de la vulgarización (con perdón por el palabro) del recinto ferial, que a este paso acabarán instalándolo en Playa Honda. Todo se andará, y el año menos pensado acabaremos sufriendo la traquina de San Ginés los vecinos de San Bartolomé, que tampoco debemos culpa. En cuanto a las atracciones del ferial, más parecen atracos: unos cuantos euros para dispararle a un machanguito minúsculo con una escopeta estrábica, por lo que me juran algunos de los improvisados pistoleros que fueron a disparar y salieron disparados más lejos que cerca. Y eso por no hablar del total descontrol y la falta de vigilancia en la venta de alcohol a mocosos y niñatos, también llamados menores de edad... y de capacidad de raciocinio, en su caso. Ese delito también tiene un nombre. Y unos culpables, preferentemente políticos, que seguro que este año no van a permitir que se repitan tantas y tan graves calamidades organizativas. Qué va... (de-leon@ya.com).