Piratas del carajo
Por Miguel Ángel de Leóm
A finales del pasado siglo y milenio, un periódico sueco no quiso hacerse el ídem ante la escandalosa realidad social de Canarias, un archipiélago que la citada publicación extranjera calificaba como un auténtico "nido de ratas" (sic) en su llamativo titular. Ni era aquélla la primera vez que se nos retrataba de tal guisa por ahí afuera ni iba a ser la última. Pero, una vez más, los más hipócritas del lugar se echaban las manos a la cabeza y hablaban de una nueva y maligna campaña de desprestigio contra los sagrados intereses turísticos isleños, si los hubiera o hubiese, y bla, bla, bla. Somos muy dados a ver fantasmas externos cuando no queremos reconocer que en ocasiones los fantasmas somos nosotros mismos, que el peligro lo tenemos en casa y no hay que ir a buscarlo a la ajena. Lo del “enemigo exterior” es una táctica muy propia de los dictadorzuelos, desde Panchito Franco hasta Fidel Castro (los extremos se tocan), para maquillar así al verdadero enemigo interno y disimular las carencias propias mirando para otro lado o hacia otras fronteras. Peligroso autoengaño, a fe mía.
A mediados del verano de 2001, ya en pleno siglo XXI, otra publicación extranjera de origen alemán se dedicó, por su cuenta y riesgo, a aconsejar a los teutones (y teutonas, que tampoco son chicas ni mancas), en su calidad de turistas potenciales, que no viajaran a Lanzarote ni locos ni borrachos ni hartos de marihuana, porque aquí existe -decían textualmente- "un índice de criminalidad y anarquía no visto en el resto de Europa". Fíjese usted qué exageración. Esas cosas las podemos decir nosotros aquí mismo (de hecho las decimos o las escuchamos a diario en cualquier esquina), pero si se atreven a repetirlas fuera de esta pobre islita rica sin gobierno conocido es porque estamos ante una campaña de desprestigio en nuestra contra. Es la conclusión a la que siempre llegan los políticos lugareños, ellos que tan sobrados van de prestigio, como es fama.
No contentos con tamaño titular sensacionalista, los autores germanos -que no primos- de aquel reportaje, escribían, textualmente, que "Lanzarote se hunde en la criminalidad, que empeora y aumenta cada año. El caos se ha adueñado de la situación y nadie hace nada por impedirlo. Los turistas son el principal objetivo de los delincuentes. Robos en el interior de los vehículos, en apartamentos, hoteles, tiendas. Todos miran para otro lado y nadie ayuda al turista, al que le estropean su mejor época del año: las vacaciones. Quienes salen a hacer compras en la tarde noche se exponen a un peligro permanente porque existen bandas que se han especializado en atracar turistas. No hay protección. La Policía y la Justicia están desbordadas, y los criminales hacen lo que quieren. Y a los políticos sólo les interesa hacer dinero a costa del turismo, pero no hacen nada para velar por su seguridad. Lanzarote es una isla de piratas, con leyes de piratas y cero en protección. Esta isla es la de más riesgo de todas las Canarias. No esperen unas vacaciones sin preocupaciones. Piénsenlo bien si realmente quiere visitar Lanzarote. No viajen a Lanzarote. Búsquense otro destino donde estén más seguros".
Ya lo ven, una ristra de injurias, calumnias, difamaciones y mentiras. La verdadera imagen de Lanzarote no es ni parecida a la que retrataba tiempo atrás la revista alemana. De hecho, muchos lugareños creen que es... incluso peor. Y además saben una cosita que ignoran los teutones: que en las últimas fechas la Policía Local de Arrecife coge la guagua (cuando hay guagua) para, mientras le gritan al conductor al oído el clásico “¡siga a ese coche, cristiano!”, perseguir a los delincuentes porque sus coches-patrulla no han pasado la ITV... mientras las autoridades se van a la ITB de Berlín (Alemania, por cierto) a vender humo. ¿No fumas, inglés? (de-leon@ya.com).