Ni Fernando ni Alonso
No entiendo ni quiero entender nada de automovilismo. Es ver la palabra en los periódicos y pasar la página más rápido que las de moda o economía. Tanto me da que me da lo mismo todo lo que tenga que ver con ese tal Fernando Alonso que los medios de (in)comunicación te cuelan hasta en la sopa. Si este chinijo ultraegoísta es el último héroe nacional, me cambio de país más pronto que tarde.
Carta de un lector madrileño del diario El Mundo publicada este miércoles: “Es lamentable asistir al bochornoso y baboso seguimiento que los medios de comunicación hacen de las andanzas de Fernando Alonso. Lo último es que el niño mimado vuelve a Renault. ¿Y por qué los locutores de la radio y la televisión se empeñan en asegurar que es una buena noticia? ¿En qué nos beneficia al conjunto de los ciudadanos? Y lo más sangrante es leer que va a ganar unos 20 millones de euros al año. ¿No sería buen momento para que la sociedad le exigiera que vuelva a fijar su residencia en España? Y, de paso, si tan buen español presume de ser, que pague impuestos en la Hacienda española como hacemos los más de 40 millones de ciudadanos que no vamos por ahí jugando a las carreras de coches envueltos en la bandera rojigualda, pero sí que pagamos con el sudor de nuestra frente las carreteras, la Sanidad, la Educación, etcétera. Y si prefiere seguir residiendo en Suiza, o en Mónaco, o donde le dé la real gana, que se envuelva en la bandera de esos países y que no nos insulte al resto de sus supuestos conciudadanos”. Lo decía el maestro Umbral: a veces, lo mejor del periódico del día lo pone la carta de un lector con más luces que toda la redacción de ese mismo diario.
Confesión de parte: me chifla conducir, sobre todo de noche y no digamos ya de madrugada, pero no me gustan (otro eufemismo: en realidad abomino) las carreras de coches, a las que no tengo por sinónimo de deporte, ni siquiera en broma. Y además contagian lo que también usted y yo sabemos que contagian (nada bueno, en cualquier caso). Al tal Fernando Alonso -un suponer- no le he dedicado ni un solo segundo de atención espectadora en ninguno de esos domingos en los que se ha ido proclamando campeón de fórmula uno, y todas las páginas que a su presunta hazaña o proeza le dedican todos los periódicos que veo al día siguiente las paso a la misma velocidad que agarra él en el carricoche infernal.
Años atrás, con motivo de la celebración del pomposamente denominado Día Europeo sin Coche, o mentira similar, se pudo ver a la entonces concejal de Tráfico del Ayuntamiento de Arrecife, encargada de organizar en la capital conejera la efeméride, llegando al Consistorio capitalino en su coche particular, por la cosa aquella de predicar con el ejemplo. Y eso que residía a escasos metros del edificio institucional. Un ejemplo tan poco edificante como el de las carreras de coches, por más o por mucha que sea la afición que dicen que tienen las mismas en Lanzarote (el informe PISA se lo pasa por la entrepierna la política que prefiere personas perfectamente pollabobas a paisanos pensantes; no te digo más). Para consejera tan sandunguera, mejor envidiar las chiquilladas y los derrapes del tal Alonso que leer a mencionado Umbral. El pensamiento es peligroso. Mejor un buen tubo de escape y mucho, mucho ruido. Dónde va a parar.
Culto inculto al ruido y al dinero. Adoración al automovilista requetepesetero (hoy lo llamaríamos eurero, que es palabro o neologismo muy similar al de usurero). Te lo regalo. (de-leon@ya.com).