Mujer, tampoco es eso...

En relación a la columna de ayer, que apareció en esta misma tribuna impresa y digital bajo el título “¿Acaso te acoso?”, recibo casi sobre la marcha varias reprimendas verbales y una virtual por parte, en todos los casos, de mujeres que están en su derecho a opinar sobre lo que opino (bonito fuera...). Dos de esas sufridas lectoras me hablan de la necesidad de encargar “rigurosos estudios” (¿?) como el que citábamos ayer del Instituto de la Mujer, y justifican la atención que le prestaron al mismo todos y cada uno de los medios de comunicación que en España son. No entro en discusiones al respecto (para gustos, colores; para disgustos, olores... en el Charco). Les constesto a ambas con las mismas palabras que empleó Arcadi Espada en el artículo que citábamos aquí: “No habría que perder ni un minuto en estas excentricidades si no fuera por dos asuntos. El primero, porque semejantes caprichos están pagados con dinero público. Y el segundo y fundamental es que, contrariamente a lo que parece, este tipo de ejercicios recreativos ocultan y banalizan las tragedias reales”. Más alto lo podía decir. Más claro, imposible.

DISCRIMINACIÓN POSITIVA

Después de la reciente remodelación del Gobierno de Zapatero, el diario ABC ya tiene colocados la mayoría de sus dardos envenenados en las diana donde aparecen, en primer lugar, el malvado Rubalcaba, y, después, la nieta del más famoso científico lanzaroteño, Blas Cabrera Felipe. La flamante ministra de Educación y Ciencia, según el diario monárquico, tiene irritados -tal cual- a los científicos por “discriminar positivamente los proyectos liderados por mujeres”, que también son ganas de irritar las de doña Mercedes Cabrera. Otra mujer, la investigadora sevillana Marai Tortolero, profesora universitaria de Genética a la sazón, en una carta pública enviada a la Asociación para el Avance de la Ciencia y la Tecnología en España, califica tamaña iniciativa ministerial como una “trampa para las mujeres; y yo, como mujer, no creo que debamos sentirnos contentas porque se nos discrimine, ni negativa ni positivamente. Como científica no admito ninguna valoración que no sea la calidad de mi trabajo en condiciones de igualdad con el resto de los científicos, cualquiera que sea su condición. Me espanta la calificación de mujer de cuota. Si admitimos ese principio será difícil saber la razón por la que una mujer ocupa un puesto, si por su valía o por su sexo”. Ahí lleva ella más razón que una santa, para mi gusto. Y no es la única científica que se ha manifestado en tal sentido. Les pongo, seguiditos, dos botones de muestra más. Ana Gracia, paleontóloga de uno de los grupos de investigación de Atapuerca: “Me siento discriminada por esta medida absurda, que me ofende como mujer. ¿Qué pasa, que no puedo hacerlo por mí misma? Quiero científicos, sin importar si son hombres o mujeres. Es como decir que se nos concede la igualdad por motivos políticos y no por nuestros méritos”. Y Pilar Pérez Breña, jefa del Servicio de Virología del Centro Nacional de Microbiología, que dirige un grupo de investigación integrado por cuatro mujeres y dos hombres: “En teoría, la medida me beneficiaría, pero estoy totalmente en contra de ella. No se puede crear un problema científico para resolver otro social”. Los políticos son así: siempre tienen un problema para cada solución, como es triste fama.

Menos mal que otra mujer, la mismísima directora general de Investigación, Violeta Demonte (hay nombres y apellidos que ni puestos adrede, por cierto), ha salido al paso para tranquilizar los ánimos, dando por sentado que “ningún proyecto que haya tenido una evaluación científica positiva se quedará sin dinero por tener menos mujeres”.

Casi nunca comparto los comentarios editoriales de ABC, pero hay que darles toda la razón a los mismos cuando lo que se dice en ellos son purititas evidencias: “La discriminación positiva no deja de ser discriminación”.

NOTA AL MARGEN: Leo en “El País” que la cadena “Tele 5” está llevando a cabo una especie de promoción del libro y de la lectura de la mano de la mismísima Merceditas Milá que viste y calza, la que tomó prestado al protagonista principal de la novela “1984”, el Gran Hermano, para convertirlo en detritus catódico o catatónico. Lo resumió de cine el crítico cinematográfico y televisivo Federico Marín Bellón, también en ABC: “Que las teles celebren el Día del Libro es como si el Barça festejara el Día del Real Madrid”. Pura mentira. (de-leon@ya.com).