Escorpión, bajo sospecha
Por Miguel Ángel de León
La noticia o mala nueva me agarró en plenas vacaciones, cuando andaba por Polonia intentando no hacerme el sueco pero con la guardia y las defensas muy bajas: la denominada Comunidad Astronómica Internacional (nombrete que suena tan pomposo y ridículo como eso otro de la Autoridad Portuaria, que te dan ganas de responder “a sus órdenes”) decidió en mala hora degradar o defenestrar a Plutón, que no se había metido con nadie y que de buenas a primeras se acostó siendo planeta y se levantó siendo un enano y sospechoso cuerpo sideral. Auténtica “plutada” (con perdón por el chiste fácil y el elemental juego de palabras, pero es que yo aquí tengo prohibido escribir putada, tal cual) para los que hemos nacido bajo el signo zodiacal y megasexual del Escorpión, pues éste, según los astrólogos o astrólocos (no confundir con astrónomos) “está bajo la regencia del planeta Plutón”, que ya ni es planeta ni es nada... y así nos deja a todos los orgullosos escorpiones que en el mundo somos capitidisminuidos para los restos, prestos y dispuestos casi a clavarnos nuestro propio aguijón y elegir antes la muerte que la humillación.
Tengo más tendencia republicana que monárquica (ni siquiera me vale esa excusa que usan algunos que se llaman “juancarlistas”), pero no me hace ni pizca de gracia que me dejen huérfano de la regencia plutoniana sin avisar y sin decir ni agua va, así en frío y por sorpresa. Y aunque verdad es también que no creo ni poco ni mucho en toda esta superchería astrológica o astro-ilógica, es lo cierto que sobre mi signo coinciden todos los que se dicen “entendidos en la materia” en señalar características con las que me siento muy identificado. Un suponer: eso de que es el signo sexual por excelencia -modestia aparte- casi me retrata. Digo casi porque se alega que “el escorpio piensa en el sexo las 24 horas del día”, y en mi caso, para hablar con total propiedad, son 25 horas (mis días tienen 29, entre las que le robo al sueño y las que me ahorro no durmiendo nunca/jamás la siesta ni cuando era obligado, allá cuando la mili).
Sí, me siento un huérfano astral. Robado y ultrajado por cuatro astrónomos enteradillos que vienen, a estas alturas del siglo XXI y del nuevo milenio, a descubrir la pólvora mojada. ¿Quién me robó el signo y el sino? Los mismos astrónomos que yo tenía hasta anteayer por gente seria, al contrario que los astrólogos robacarteras y demás horoscoperos timadores. No hay derecho.
La desagradable degradación de Plutón a la infracategoría de simple o simplón pedrusco en órbita ha descolocado, incluso, a mi astróloga favorita, Karim Silveyra. La suya es la única página horoscopera que leo en el ABC, porque siempre mima a mi signo por encima de cualquier otro (“el más imaginativo, el más carismático, el más perturbador, el más misterioso, el más hermético, el más poderoso, el más conquistador, el más sensual, el más sexual...” y otras mentiras piadosas). Las ganas mías, como decía el otro, pero de autoengaños también se vive, como es triste fama. Lo cierto es que, después de la caída en desgracia de Plutón, doña Karim no a vuelto ha hablar de la fuerte ascendencia o influencia que tiene/tenía ese ex planeta sobre mi signo y mi sino. Y ya nada es igual.
Iba sobradito de razón Juan Manuel de Prada cuando escribió que “los astrónomos que han expulsado a Plutón del elenco planetario nos recuerdan a aquellos ateneístas con ladillas que decidieron someter a votación la existencia de Dios”. También en el Ateneo de La Laguna, un comité de presuntos sabios decidía años atrás, en democrática votación, que Cristóbal Colón no había pasada por Gran Canaria en ninguno de sus viajes hacia América. Y se quedaron tan anchos y tan panchos. ¿Colón en Gran Canaria camino del mayor descubrimiento de la Historia? El Tenerife profundo no podía admitir tamaña ofensa y degradación contra la primera y principal isla del Archipiélago todo. Sabios más tontos no había visto yo en mi vida. ¿No dijo Borges que la democracia es una exageración de la estadística? Tal cual. (de-leon@ya.com).