En Marte hay agua. Los martes no hay luz

Costa Teguise. Noche del martes. La copiloto (copilota la llamaría la ágrafa ministra miembra de turno) avisa de la presencia de una extraña, intensa y bellísima luz con forma semicircular sobre el horizonte. Igual que aparece desaparece en cuestión de segundos, y da la sensación de caer desplomada sobre el mar, al sur de la isla. Minutos después, Lanzarote y Fuerteventura sufren uno de los más duraderos apagones eléctricos de los últimos años, que nos dejó a los comensales que en esos precisos momentos cenábamos en el restaurante Isla Bonita a dos velas, con todo a media luz (mucho más romántico pero también más molesto, porque comer a ciegas o a tontas, a tientas y a locas no entraba en los planes de esa noche).

Al día siguiente, Unelco da unas breves explicaciones sobre el apagón conejero-majorero: algún problema no especificado en el cable submarino que une Lanzarote con Fuerteventura. Esta vez no hubiera o hubiese sido creíble la táctica habitual de echarle la culpa al tractor o pala mecánica de turno, que es la excusa habitual que la compañía eléctrica arguye siempre, llueva o truene, como por inercia y para dejarnos a todos callados. Se escenifica de nuevo el tradicional desprecio de Unelco a sus abonados a la fuerza, que somos (casi) todos. Ventajas del monopolio. Esto son arvejas; las tomas o las dejas. Los cabildos de las dos islas más orientales y desorientadas de Canarias dicen que van a pedirle explicaciones -ay, qué miedo- a la Compañía de marras. Esperaremos sentados por la respuesta, no nos vayamos a cansar.

Unos días antes, en la prensa canariona se reproducen los testimonios, más o menos coincidentes, de numerosos testigos de otro fenómeno celestial: una bola de fuego que vio casi todo el mundo menos los teóricos observatorios oficiales cruzó el sur grancanario y acabó estrellándose en algún ignoto lugar, causando un gran estruendo. El mismo fenómeno fue visto a la misma hora (5 de la madrugada de un sábado) desde Fuerteventura, e incluso, con menos e intensidad y sin percibir sonido alguno, desde Lanzarote (el que esto firma también fue testigo ocular, por su fea manía de subir a San Bartolomé coincidiendo con el canto del gallo, una costumbre que me faculta para escribir largo y tendido sobre meteoritos, ovnis y lo que no está ni en los escritos). Mucha gente duda de cualquier testimonio ofrecido por otra gente que llega a su casa a esas altas horas de la madrugada. No les falta motivos para el escepticismo.

Los más crédulos, o los que han visto mucha película (mala), se lanzan, al momento, a hablar de platillos volantes, gigantes y cabezudos siderales u otros fenómenos parasubnormales. Como es triste fama, las inteligencias poco capaces se interesan por lo extraordinario, mientras que las inteligencias poderosas se interesan por las cosas ordinarias. Yo, aunque ando muy justito de inteligencia, como salta a la vista, me conformaría con una simple -no con otra simplona- explicación racional y medianamente creíble de Unelco. En el fondo, soy de muy fácil contentar. (de-leon@ya.com).