El acusador acosado

Por Miguel Ángel de León

Todos los días de Dios se aprenden cosas nuevas, si ustedes se fijan bien y prestan atención. Sobre todo si escuchan a los que saben hablar con propiedad y conocimiento de causa. Por ejemplo, a los políticos lugareños que la mitad de los conejeros no hemos votado jamás, como es triste fama. Ayer, mientras iba en el coche sintonizando una emisora local conejera (licencia número 17.369 o por ahí; Radio Conejera de Lanzarote Insular, o nombrete parecido), me di cuenta cabal de que había estado toda mi vida equivocado, viviendo en el error más absoluto, con respecto a una sobadísima frase hecha. Según le alcancé a entender a uno de los principales actores de la vida pública insular, “si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma”. ¡Ños! Y yo creyendo, tonto de mí, que la frase era al revés, para tener así alguna lógica. Pero no. Ya se ve que lo de las montañas mágicas o encantadas no es una simple o simplona licencia poética. Nunca te acostarás sin aprender algo. Y más con lo didácticos que nos han salido los políticos lugareños que nos han tocado en suerte en nuestra afortunadísima isla. No me digan que no da gusto oírlos y escucharlos.

Que hay encantamiento en torno a algunas montañas lo corrobora también -un suponer- el “caso Tindaya”, que dicen que todavía sigue abierto en la vía civil, que la llaman. Por lo que hace y respecta a la vía judicial, y tal y como algunos nos cansamos de barruntar desde hace años (sobre todo con respecto a la graciosamente denominada comisión de investigación que ni siquiera cayó en la cuenta de que alguien había estado fumando en el lugar del crimen, pese a estar el lugar repleto de ceniceros estibaditos de colillas hasta los ojos), acaba de ser archivada la denuncia que al respecto había presentado un colectivo ecologista, al desestimar la Audiencia Provincial de Las Palmas -que tan buenos recuerdos juveniles me trae, con aquellas querellas que don Antonio Castro Feliciano tuvo a bien ir archivándome- el recurso contra el archivo provisional.

La denominada federación ecologista de marras -Ben Magec se hace llamar- tendrá que pagar ahora las costas o los costes de tamaña acusación, lo cual hace peligrar la continuidad de la misma, que puede quedar en serio peligro de extinción, como esos animalitos, plantas o pajogatos que los propios ecologistas intentan conservar o rescatar de las garras del ser más depredador de la naturaleza: el hombre (y la mujer, por aquello de lo políticamente estúpido). Total, los acusadores acosados por las deudas. El cazador cazado. El mundo al revés. En suma, el timo de Tindaya, la mágica y sagrada montaña majorera que, con la excusa del proyecto monumental del desaparecido escultor vasco Eduardo Chillida, se tragó figuradamente tres mil millones de pesetas (3.000, se escribe pronto y fácil) que salieron de los bolsillos de todos los canarios y fueron a parar a los bolsillones de unos pocos políticos y empresarios asaz avispados, para mi gusto. Nada nuevo bajo el sol de la galopante corrupción especulativa que lleva años cómodamente instalada en la encanallada política canaria.

Los todavía íntegros integrantes de Ben Magec estudian ahora la posibilidad de presentar un recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional. Pero como no los ampare Dios... (de-leon@ya.com).