Déjalo estar
Por Miguel Ángel de León
No te voy a quitar la razón porque no la tienes. Sería un intento imposible y vano. Y aunque sea mucho pedirte por ser quien eres y como eres, te sugiero que mires por una vez por encima de tu propio e injustificado rencor. No culpes a los trabajadores por hacer su trabajo, esa labor que tú no cumples desde tu regalada poltrona (antes al contrario: das el peor ejemplo, y quedas a la misma altura que un Papa que fuera sorprendido en un ritual satánico).
Ten un poco de vergüenza torera. Yo no conozco a los trabajadores a los que señalas desde tu privilegiada, ventajosa y ventajista posición, pero te conozco de sobra sin conocerte en persona (ni ganas que tengo): llevas muchos años haciendo como que haces como para no saber ya de qué pie cojeas: de ambos, para mi gusto. Conocimiento suficiente, pues, para intuir quién no lleva ni tantito así de razón en este conflicto que tú y sólo tú, junto con tu inconsciencia e insensatez de siempre, has generado. No se confundía Confucio (otro que tampoco te conoció personalmente, y suerte la suya): "Cuando la sombra de los enanos es alargada, el ocaso está cerca". Y enano es también el que no tiene altura de miras, el que odia al que trabaja, el que guarda rencor a los que le han señalado públicamente su error.
Te han perdonado los tuyos. Crónica de una exculpatoria sentencia anunciada. ¿Qué otra cosa cabía esperar de los que ya no esperamos nada? Te han exonerado de culpa tus mismos compañeros (suponiendo que sepan qué es un compañero) de siglas. ¿De qué te jactas ahora? ¿De la farsa con final conocido de antemano? Recuerda el viejo dicho: si la gente supiera cómo se hacen la mortadela y las leyes, ni comería mortadela ni respetaría la legislación vigente. Aplícate el cuento con respecto a los que te han perdonado alegando el simple y simplón hecho de que "es uno de los nuestros". Menos lobos, Caperucita.
¿Qué daños y perjuicios (prejuicios dices tú, siempre tan escrupuloso en el manejo de la lengua) vas a reclamarle a nadie a estas alturas del esperpento? Deja eso quieto. No hagas más ruido. No la encharques más. Vete a pescar cabosos y deja las lapas en paz. Aparca el vuelo corto del rencor, que no lleva a ningún sitio. Sé hombre y deja de comportarte como un crío al que le han quitado el caramelo de la boca sólo por un ratito (un mes y pico o mes y poco de inmerecido sueldo).
Nadie ha atentado contra tu dignidad, excepto tú mismo, que la tienes en muy poca estima. No reclames entonces daños a tu buena imagen (?) cuando no has parado de dejarla tirada por los suelos, entre saltos de siglas y nula efectividad política. ¿No será que te duele más el dinero no cobrado durante estas semanas de baja forzada -que no dimisión sincera- que ninguna otra supuesta afrenta a tu persona o a tu nula labor? ¿A quién vas a engañar, hombre de Dios?
Haya paz antes que Páez. (de-leon@ya.com).