Cuba calcula

Por Miguel Ángel de León

En Cuba cada cual hace cábalas a cuenta de Castro y su cercana capitulación. Creo que, como sucedió con Franco, muerto Castro se acabará el castrismo, y que sus más “fieles” servidores actuales negarán haberle conocido setenta veces siete, o tres veces antes de cantar el gallo como hizo Pedro con Cristo (y eso que era su mejor discípulo, no se olvide).

Antes que de la muerte de Castro, en cualquier caso, prefiero hablarles de la muerte de otro cubano nacido en nuestra isla (ahora muchos de los nacidos en Cuba vienen a Lanzarote, huyendo de las miserias que toda dictadura genera, como es triste fama). Cierto es que ya han pasado algunos años desde la muerte del lanzaroteño emigrado a Cuba Gregorio Fuentes, el amigo de Ernest Hemingway. Pero don Gregorio no murió una vez, sino dos, aunque suene a realismo mágico, más propio de alguna de aquellas novelas que tanto bueno hizo internacionalmente por la literatura en español, con autores tan consagrados ya como Gabriel García Márquez o Mario Vargas Llosa (el primero todavía es castrista convicto y confeso, porque nadie es perfecto, y se peleó con el segundo por dejar de serlo a tiempo, sabedor de que la izquierda totalitaria es la misma mala vaina que la tiranía de derechas: dos caras de una misma e indefendible moneda).

La segunda muerte de don Gregorio Fuentes fue tan increíble como cierta (cierto que se vendió como tal). Ya digo, puritito realismo mágico. Hace ahora unos años, el viejo conejero radicado en Cuba moría definitivamente, después de más de un siglo de vida intensa. Pero a don Gregorio ya lo habían dado por muerto unos años antes a su óbito definitivo, cuando todavía gozaba de excelente salud. Cuando se publicó aquella falsa noticia, nos vimos obligados a advertir -por escrito- que "Algunos muertos gozan de muy buena salud. Es el caso de Gregorio Fuentes. El longevo isleño que prefiere que lo llamen viejo antes que miembro de la tercera edad o cualquier otra bobada de las que llaman políticamente correctas, ha terminado convirtiéndose en uno de los lanzaroteños más universales. Él le debe esa fama al inmenso escritor gringo Ernest Hemingway, y éste le debe su novela El viejo y el mar, en gran medida, a nuestro paisano al que ahora han querido matar con errados tiros impresos. Algunos periódicos se hicieron eco de la supuesta muerte del pescador canario, al que por lo visto no quiere dejarle cumplir el siglo ese creciente el mal periodismo liviano y sin fundamento que suele tener poco respeto por la veracidad. Aquí en las islas, un diario grancanario lavó en parte sus culpas publicando al día siguiente la oportuna rectificación o fe de errata (y qué errata, a fe mía). Por contra, un rotativo tinerfeño que también dio por muerto a don Gregorio prefirió mantenerla y no enmendarla... y cubrirse así de gloria, porque si de sabios es rectificar, de toletes irrecuperables es insistir en el monumental patinazo y no sacar la pata de donde la han metido. Profesionalidad y rigor periodístico se llama la figura... y respeto por los lectores, sobre todo".

Tiempito después, cuando desgraciadamente se produjo el fallecimiento de don Gregorio Fuentes, tuvo que estar muy gracioso ver la forma en la que debieron dar la noticia de su verdadera muerte los mismos medios de (des)información que lo habían "matado" años atrás. Y la cara que se les debió quedar a los alucinados lectores, claro. Realismo mágico, sí, pero del malo, para mi gusto. (de-leon@ya.com).