Comer por África

En hablando de ética y moral (asignatura que creo que ya no existe en los planes de la poca Educación que nos va quedando: hoy los alumnos estudian pero no aprenden nada, como es triste fama), tiempito atrás, no recuerdo exactamente qué año pero tuvo que ser alguno de los últimos del pasado siglo XX, se escenificó en esta pobre islita rica sin gobierno conocido una obra político-teatral que lindaba -una vez más- el esperpento. Pero, a pesar de ello o precisamente por ello, tuvo su gracia aquel cuento al que dieron en llamar algo así como “No te olvides de África”, o nombrete similar, a cuya escenificación se prestó incluso una reconocida y afamada Organización No Gubernamental de cuyo nombre no quiero ni acordarme para no hacerme mala sangre con estos calores de principios de junio. Con lo cual volvió a quedar claro, entre otras cosas, que con esto de las dichosas ONGs (algunas, no todas) hay mucho cachondeo. Demasiado, para mi gusto. No se olvide que también los grupos terroristas, por poner un buen/mal ejemplo, son igualmente organizaciones no gubernamentales, al menos en teoría.

Esto de los actos aparentemente humanitarios (como la "tragedia humanitaria" que causó el último gran maremoto en Asia, según los dicharacheros presentadores de informativos teóricamente serios de Televisión Española, que confunden lo humano con lo humanitario) es una excusa magnífica que tiene Occidente (o sea, todos sus respectivos gobiernos) para engañar la mala conciencia del mundo opulento con la limosnita a los parias de la Tierra.

Tampoco recuerdo exactamente -ni yo ni nadie minutos después de clausurada la pantomima- en qué consistió aquel “No te olvides de África”, allá cuando todavía no se había dejado caer por Canarias ninguna lancha mora, patera ni cayuco. Eran otros tiempos, claro. Pero sí recuerdo como si fuera hoy, pese a mi mala memoria, lo que en su día y momento me comentaron quienes tuvieron las santas agallas de seguir más de cerca el bochornoso espectáculo: mucho ruido y pocas nueces. Tan pocas como ninguna. Total, lo de siempre: muchísimos políticos autoadjudicándose medallitas e insignias, y poca o nula vergüenza. Y el pasteleo y el compadreo habitual. Y la inveterada falta de dignidad y el inevitable insulto a la inteligencia de la ciudadanía, a la que siguen toreando a día de hoy con idéntico o superior desparpajo.

Por supuesto y por descontado, tampoco faltaron en aquella ocasión tan solidaria y humanista las no menos insultantes y multitudinarias "cenas de confraternización", como las que suelen organizar los políticos con la prensa a cuenta del erario público. Y, mientras se escenificaba la enésima orgía del derroche, algunas falsas asociaciones vecinales berreaban al unísono por aquellas fechas su odio al negro, que tiene la desfachatez de ser distinto y pobre, mientras los políticos "comían por África" y largaban sus discursitos recién salidos de sus respectivos gabinetes de prensa, cargados hasta los topes de tópicos y frases hechas. Y más fiesta. Y más fotos. Y más ruido. Y don José Saramago, claro, avergonzado: se puede ser Hijo Predilecto pero no hijo tonto ni ciego. Por eso el portugués, asqueado ante lo que veían sus ojos que no daban crédito ante tamaña desfachatez institucionalizada, acabó borrándose de aquella fiesta a la que había sido invitado pero no avisado del contenido de la misma. Los políticos presentes, empero, aguantaron hasta el final de la pitanza, puesto que sus estómagos están hechos y más que acostumbrados a esos derroches del dinero ajeno en mil y un banquetes, en infinitas comilonas "confraternizadoras" organizadas con una u otra excusa. Qué más da el nombre o el motivo del acto, cuando se come tan bien y se bebe tan bueno. Razones, cristiano. Allá los pazguatos escrupulosos con sus estúpidos melindres o ridículos remordimientos.

Sí, recuerdo que el Premio Nobel de Literatura portugués, al final, se lavó las manos y no quiso saber nada de aquella orgía gastronómica hecha "en favor" de los hambrientos africanos. No cabía mayor sarcasmo. Hoy siguen comiendo... y sin querer saber nada de África, ahora menos que nunca. (de-leon@ya.com).