Cierra la muralla
Después de la vergüenza mayúscula que semanas atrás nos hicieron pasar a todos los canarios con un mínimo de memoria histórica cuatro toletes en la localidad tinerfeña de Garachico, con su muy nacionalista alcalde a la cabeza, el pasado domingo otros tinerfeños de bien, mucho más generosos y numerosos -por suerte- que los rabiosos que insultaban a unos casi chinijos africanos, se concentraban en las calles de Santa Cruz de Tenerife para demostrar su total repulsa al racismo y la xenofobia. Una sonora bofetada sin manos a los que se agarran peligrosamente al discurso populista, fácil y demagógico, como es el caso de determinados partidos que presumen de ser muy canarios y se olvidan, desde que huele a urnas en el horizonte, de lo que siempre hemos tenido más a gala los canarios: la hospitalidad.
También en Lanzarote se ha convocado a veces a la rabia en manifestación. Por fortuna para todos los conejeros, nunca han acudido a la cita con la bestia más de cuatro gatos. Y cada vez que hemos tenido noticia de esa llamada al odio hemos escrito o pronunciado palabras similares a las que siguen:
No vayas. Que no te vean allí tus padres, tus abuelos, tus vecinos o tus nietos el día de mañana en alguna fotografía. No vayas. No alimentes nunca el odio contra los desamparados de la fortuna. No insultes al que sólo busca un lugar bajo el sol y un trabajo para dar de comer a los suyos. No vayas. No te sumes a su rabia. No hagas caso de malas personas que alimentan a la bestia porque parte de la bestia está en ellos mismos.
No vayas. No llames a nadie extranjero. Que no se te ocurra eso nunca en ninguna parte, ni en sueños, ni en broma, aunque veas aquí a gente que no son de la isla sino de allá de la Península señalando con el dedo acusador a otros inmigrantes de otras tierras. Déjalos allá a ellos con su ceguera y su hipocresía. No vayas. No te subas a su carro xenófobo, que no conduce a ninguna parte, excepto al abismo.
No vayas. No desprecies al que no está en su tierra, porque entonces desprecias de manera retroactiva a tus padres, a tus abuelos, a tus vecinos... y a lo mejor mañana -Dios no lo quiera- a tus nietos.
No vayas. No eches más leña a la hoguera del fanatismo etnomaníaco o del fascismo disfrazado de nacional-isloteñismo.
No vayas. Pero no te calles tampoco: tienes derecho a llamar por su nombre a los innombrables, aunque te insulten y propaguen sobre ti bulos, chismes y demás infundios con los que se entretienen los que hacen del cotilleo un monumento a la mentira.
No vayas, pero no les temas. Son ellos los que deberían darse miedo a sí mismos, sobre todo cuando se miran al espejo que les devuelve su propia mirada llena de rabia hacia sus iguales desfavorecidos por la fortuna, la política o los conflictos nacionales.
No vayas. Que no te engañen. No te engañes. (de-leon@ya.com).