Alí Elkahouri llegó a Canarias en una patera hace 7 años. Hoy vive en Puerto del Carmen, dónde descubrió que uno de los menores fallecidos en Los Cocoteros es su familiar. Su historia nada tiene que ver con las mafias. La familia responsabiliza al Estado de Marruecos como principal culpable del drama de las pateras

Elbrimie Jamol, 'víctima número 18'. Relato de un familiar

No deja de sorprenderse por la repercusión mediática y la implicación de las administraciones públicas en cada drama que atañe a menores. Recuerda el caso de Mari Luz y la reciente desaparición de Marta. Toda España conoce sus nombres. Y en Marruecos, “¿quién conoce los nombres de los niños muertos en la patera de Lanzarote? ¿Qué instituciones o medios de comunicación marroquíes se han interesado en los cientos de niños que han muerto camino a España?”

Fotos: Dory Hernández

Este relato lo escuchamos en la terraza de una bolera de Puerto del Carmen. Es una soleada mañana. En la mesa, tres cafés y un cenicero. Y apenas a unos treinta metros, el Atlántico. Tan bello y apacible a estas horas. Tan terrible para el regente del salón de recreativos que nos cuenta su propia versión del drama de las pateras. La suya y la de su familiar, el hijo de su prima, uno de los jóvenes que perdió la vida frente a las costas de Lanzarote la trágica mañana del domingo 15 de febrero.

Alí Elkahouri se enteró de la tragedia de Los Cocoteros la tarde del mismo domingo que volcó la embarcación. Pero fue el martes por la mañana cuando una fuerte impresión y el dolor le invadieron todo su ser. Llegó a sus manos un ejemplar del diario Canarias 7, con la imagen en portada del cuerpo sin vida de un niño que se estaba subiendo a bordo de una lancha. Empujado por el recuerdo de su propia historia, la de sus hermanos, familiares y amigos, muchos de ellos embarcados en algún momento de su vida en una patera, recortó la fotografía para no olvidar.

El golpe más doloroso, sin embargo, estaba aún por llegar. El miércoles recibió una llamada telefónica de sus padres. Uno de los fallecidos resultó ser Elbrimie Jamol, el hijo de su prima, de 17 años. Una víctima a la que la Guardia Civil asignó un número para su posterior identificación en Marruecos, el número 18. Un número que se ha convertido en su identidad a la espera de que se complete el engorroso trámite de identificación que permitirá que el cuerpo vuelva a su hogar en el sur de Marruecos, un lugar del que nunca debió salir. Un pueblo en el que los muertos en pateras se cuentan por docenas, pero del que a pesar de todo huyen sus habitantes por la miseria y las nulas posibilidades de una vida digna.

Los ‘olvidados'

Este miércoles, la Agencia ACN Press se hacía eco de una noticia sobre un militar marroquí que ha dado 24 horas a las autoridades del Reino para que abran una investigación sobre lo que llamó “el viaje de la muerte”. Lo llamativo es que este padre que perdió a su hijo es militar. Lo mismo sucede con el padre de Elbrimie Jamol. Elbrimie El Housine ha servido durante más de 35 años en el punto más conflictivo del país, en la antigua provincia del Sahara español. Ahora, con uno de sus hijos ahogado a sólo unos metros de la costa de Los Cocoteros, se pregunta si su servicio al país ha valido de algo. La misma pregunta se la hace Alí Elkahouri. “¿Cómo es posible que el hijo de un militar tenga que coger una patera para buscar un futuro mejor? Si hasta los hijos de los militares no pueden vivir bien en el lugar donde nacieron, Marruecos es un país perdido, sin futuro”.

Alí no culpa a las mafias. La responsabilidad de lo que pasa con la pateras, dice, la tiene el Estado marroquí. “El Estado debería ocuparse de los menores” al menos en la misma medida que los padres. La cruda realidad indica todo lo contrario. Los habitantes del sur de Marruecos se sienten “olvidados”.

Lleva 7 años en España, y no deja de sorprenderse por la repercusión mediática, el revuelo social y la implicación de todos los estamentos de la sociedad y las administraciones públicas cada vez que un menor se convierte en protagonista de una tragedia. Recuerda el caso de Mari Luz y la reciente desaparición de Marta. Toda España conoce sus nombres. Todo el país se vuelca con sus familias. Y en Marruecos, “¿quién conoce los nombres de los niños muertos en la patera de Lanzarote?”, se cuestiona Alí. “¿Qué instituciones o medios de comunicación marroquíes se han interesado en los cientos de niños que siguen muriendo camino a España?” No hay respuesta no para ésta ni para otras preguntas que se hacen los familiares.

Alí recuerda a uno de sus hermanos, fallecido el pasado mes de noviembre en una patera que volcó a pocos metros de la costa de Marruecos, junto con otras 15 personas. “El cuerpo se encontró a los tres días y lo tuvieron que buscar los propios familiares. El Estado no hizo absolutamente nada, ni para organizar la búsqueda, ni para ayudar a las familias”.

A ‘las Puertas del Sahara'

Elbrimie Jamol, el muerto ‘número 18', el chico que no llegó a cumplir los 18 años, y Alí Elkahouri, nacieron en una región del sur de Marruecos conocida como ‘Las puertas del Sahara'. Zona fronteriza con el antaño Sahara español, es una de las regiones más pobres de todo el reino. Como casi todo el sur del país. La riqueza y desarrollo se concentran en las ciudades del norte, dónde están las fábricas, los bancos, las tiendas de lujo, los Mc Donald's.

Un ejemplo entre el relativamente próspero norte y el sur es la pesca, casi único sector de la economía de la zona. Aquí capturan el pescado, pero su transformación en riqueza se hace en el norte. Del norte llegan los camiones para recoger la captura y llevarla a sus fábricas. Para el sur queda la miseria, las remesas de sus emigrantes, y la muerte en las pateras...

En las casas de Ouad Nouny y Ait Baamrane, dos pueblos ‘hermanos' de la región, todos los hogares tienen uno o varios de sus miembros trabajando en Europa. Prácticamente el 90% de la economía, cuenta Alí, se sustenta en las remesas de dinero que envían los emigrados a Francia, Bélgica, Holanda y España. “Los jóvenes del pueblo sólo hablan de irse a Europa para poder salir adelante y sacar de la pobreza a sus familias”.

La puerta a Europa, la primera que hay que atravesar, en la costa del Sahara, está a unos pocos cientos de kilómetros. De aquí parten las pateras hacia Canarias, puerta de entrada al resto de España y continente europeo. De algún punto de esa costa salió un fatídico sábado la patera que segó las vidas de 26 personas hace 11 días. De aquí partió el hermano de Alí en noviembre del año pasado para morir apenas unos minutos después. Y de aquí, desde la capital del Sahara, El Aaiun, emprendió su travesía hacia una vida mejor el propio Alí hace siete años.

“Vivir en el sur de Marruecos con dignidad y esperanza en una vida mejor es imposible”. Lo sabe bien la familia de Alí. Uno de sus hermanos es discapacitado. La silla de ruedas para permitir que se mueva fue enviada por un familiar desde Europa. En ‘Las Puertas del Sahara' “no hay atención especializada para los discapacitados, ni tampoco escuelas” para este colectivo. “Pagamos nuestros impuestos al Estado marroquí, y nada hace Marruecos para ayudarnos en el cuidado de mi hermano”. La atención a los discapacitados y los gastos que conlleva los tiene que afrontar la propia familia.

El viaje de Alí

El testimonio de esta historia lo relata un hombre que sabe muy bien de lo que habla. Él mismo llegó a Fuerteventura en una patera hace 7 años. Su llegada coincidió con la peor época de inmigración ilegal que haya asolado jamás a las dos islas orientales.

Aquel viaje duró dos noches y un día. “Llegamos a una zona de Fuerteventura donde había luces de discoteca. Nos bajamos de la patera y nos fuimos tranquilamente”. Nadie se los impidió entonces. Hoy, aquella travesía es una bendición para Alí, que trabaja ahora en Puerto del Carmen de forma legal. Desde hace 5 años, su permiso de residencia es permanente.

El ‘mito' de las mafias

En España, autoridades y medios de comunicación culpamos de la tragedia de la inmigración ilegal a las mafias, difusa y opaca entidad. Llamamos ‘mafia' a un grupo de gente que no conocemos, y suponemos que ‘los viajes de la muerte' encuentran su razón de ser en el deseo de unos pocos desalmados de enriquecerse a toda costa, aún pagando un precio que se calcula en miles de vidas que se pierden en el océano. La historia de Alí es diferente.

“Cuando los jóvenes del pueblo nos juntábamos por las tardes, el tema de conversación era emigrar a Europa. Muchas veces, son los propios amigos que ahorran el dinero para comprar entre todos una patera” y emprender la arriesgada travesía. Alí pagó 80.000 pesetas para subirse en la embarcación, y lo hizo en compañía de no pocos amigos y conocidos.

También hay ‘mafias', o más bien personas organizadas que se encargan de poner en marcha estos viajes. Le preguntamos a Alí sobre cómo salen los patrones de las pateras de Canarias. “Lo hacen en avión y sin ninguna documentación”, responde. Una buena pregunta para plantear a las autoridades policiales españolas.