Otra vez en la brecha
Por Antonio Guerra León
Amenazábamos hace unos meses con volver a emborronar unas cuantas cuartillas, lo siento por ustedes, queridos lectores, los que se atreven claro, pero la actualidad y la amistad con esta casa, nos llama otra vez a esta bendita condición de escribidor, que no de periodista en el sentido académico de la palabra. Y que conste que no tenemos nada contra los periodistas pese a su generalizada mala fama. Recordemos aquellas palabras de no sé quién, dichas con bastante amargura, por cierto: “No le digas a mi madre que soy periodista sino que trabajo de pianista en un burdel”.
Sinceramente, no creo que sea para tanto, pues gracias a esos sufridos plumillas, casi siempre desconocidos y desde los tiempos de Maricastaña muy mal pagados, ustedes y nosotros podemos tener todas las mañanas las manos llenas de tinta fresca para informarnos y entretenernos. Al César lo que es del César y... adiós que le vaya bien.
Con todo este pequeño rollo hemos querido transmitirles que intentaremos, con la benevolencia que siempre han tenido con este pureta, llegar hasta ustedes de la forma más simple y sincera posible. Y faltaría más, admitiendo desde este mismo momento con total deportividad las críticas de todos colores que susciten nuestras opiniones. Dicho queda.
Pero metidos en harina, ¡Dios mío que poquito cambian las cosas en nuestras islas! Porque de nuevo nos hemos visto sorprendidos, bueno tanto como sorprendido no, pero sí bastante amargados y decepcionados, cuando leemos que: “El Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) ha anulado en Lanzarote las licencias de veinte complejos ya construidos, de los que la mayoría están en funcionamiento, a pesar de no contar con la autorización del Cabildo”.
¡Pero es que a nadie se le cae la cara de vergüenza por esta Sentencia del Alto Tribunal! A primera vista parece que no. Pero a nosotros, y estamos seguros que a todas las personas honradas y de buena voluntad de nuestras islas, creemos que mucho.
Y qué podemos hacer, pobres de nosotros, ante este inmenso derroche de dinero, deterioro del paisaje y variados chanchullajes político-empresariales en que estamos metidos, ¿Cortarnos las venas, jartarnos de ron o mandarnos a mudar a pescar a la marea hasta que nos tumbe el cansancio? Ustedes dirán. Nosotros no lo estamos pensando seriamente. Porque lo fácil sería decir tranquilamente aquello de “que les den por ahí”, y no ir a votar más.
Pero como decía Jack El Destripador, vayamos por partes. Entonces de qué nos han servido tantos años de sermonear sobre el ejercicio de la democracia ante la terrible fatalidad de la dictadura y el caciquismo imperante años atrás. Qué les decimos a esos miles y millones de personas que dieron su vida o se pudrieron en toda clase de cárceles en defensa de tan noble causa. ¿Qué les decimos? Palabrita del Niño Jesús, la verdad es que no lo sabemos. No lo sabemos.
Y es que nos duele mucho empezar esta nueva andadura semanal en Crónicas de esta forma tan poco original, pero es que hay casos y cosas, queridos amigos, que es imposible callar a no ser que pases a la historia como cómplice de estos casi diarios sucesos político-turísticos que nos llenan de amargura e indignación. Lo sentimos. Hasta pronto.