Y ahora, la Navidad

1.- Dentro de nada empezaremos a ver los gorros de Papá Noel colocados sobre los reposacabezas del asiento de al lado del conductor, los muñecos trepando por los balcones de la casa del mago y toda la parafernalia navideña que a mí, personalmente, me repatea la barriga. Porque mientras en los países del primer mundo se celebra una hermosa Navidad, aquí la cosa deriva cada vez más en una horterada, llena de lugares comunes insoportables y de muñecos horrorosos, made in China, que tocan los platillos o guiñan un ojo. La tecnología cutre al servicio de la Navidad, que termina en insoportables comidas de empresa en las que todo el mundo acaba cargado como un piojo y peleado con el otro; o en manos de la Guardia Civil de Tráfico, por beodo. Además, con ese deseo irrefrenable de ahorrar que nos ha entrado a todos, ésta va a ser una Navidad de las tinieblas, sin neones apreciables, ni fuegos artificiales multicolores y ruidosos, sino si acaso con algún foguete pálido a la entrada de año, que, para más jodienda, acaba en 13. Es lo que nos espera, yo lo siento; no olvido la cola de Alcampo, kilométrica, con gordas tirándose a las latas de aceite en oferta y niños de vacaciones, cuando toque, correteando sin dirección dándote con sus cabezas en la barriga; y carros atiborrados de alimentos que atentan contra la salud, llenos de azúcares y de hidratos. Esto es lo que nos espera, aunque ahora, sin paga extra, a lo mejor la volumetría de los carros baja notablemente. Quién sabe porque la gente saca la pasta en estas ocasiones de debajo del colchón, porque cualquiera se fía de un banco con la que está cayendo. De cinco en cinco euros te van limpiando la cuenta corriente. Comisión de mantenimiento: diez euros; correo: cinco euros; cobro de recibos: otros cinco. Y así te lo van mamando todo, en colaboración con la norma bancaria en vigor, que la redactan ellos mismos o sus representantes en las Cortes.

2.- La televisión empezará el día 15, o por ahí, a servirnos la publicidad de los juguetes: muñecas que mean, osos peluches de dudosa reputación y un ejército de gente rara -aliens, gremlings, batmans, increíbleshulkes, etcétera-, a cual más horroroso y esperpéntico, delicias de la grey infantil, muñecos que nos perseguirán por todos los rincones de las tiendas improvisadas para la ocasión, habilitadas en garajes y salones de la periferia. Al mago, en Navidad, le encanta un juguete chino, que cuanto más ruido haga, mejor: caballos que relinchan, camiones de bomberos con sirenas y luces que funcionan cuando menos te lo esperas y te dan sustos de muerte; coches teledirigidos que se estrellan contra tus tobillos en las plazas de la ciudad; y bicicletas para un par de semanas, hasta que se les pinchan las ruedas delanteras y son abandonadas en el patio de luz y acaban oxidadas en marzo. Esta es la Navidad, un enorme entramado comercial inventado por la sociedad de consumo que ha sepultado al sentido religioso de la fiesta. No seré yo quien pida que regrese el significado menos comercial de la ocasión, sólo me limito a narrar lo que veo. Y lo que veo no me gusta.

3.- Y también está la reconciliación, por obligación, con el que te ha estado jodiendo todo el año, lo cual me parece una soberana gilipollez; es decir, ese ablandamiento del corazón en razón de la fecha, que provoca encuentros efímeros y nada sinceros que derivan otra vez en enfrentamientos cuando se acaba la festividad. Me niego. Yo quiero conservar mis enemigos. Porque los enemigos son los únicos que le mantienen a uno en pie a estas alturas. Si yo no tuviera enemigos acabaría dando cabezadas en un banco del parque, mirando cómo cagan las palomas, porque ya ni siquiera hay criadas que admirar. Ni hablar, los enemigos es preciso conservarlos, incluso en la misa del Gallo, epicentro de la Navidad. Octubre es, cada año, un mes de transición. Los almacenes hacen acopio de mercancía y todo el mundo que va mal piensa cerrar, pero después de Navidad. Se agarran a ella como un clavo ardiendo cuando resulta que, cuando llega, la gente espera a las rebajas de enero -que este año empiezan el día 1- para comprar. Tengo un amigo que lleva tres meses aguardando a que bajen los precios de los aparatos del aire acondicionado para hacerse con uno. Pero con estos calores no bajan, los puñeteros. Feliz Navidad.

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