Trauma futbolero
1.- No hay nada más traumático, más dañino para los nervios y más frustrante que estar en tu casa, sentado frente al televisor, con las palomitas y la Coca-Cola Zero fría en la mano y que te falle el iPlus. Me ocurrió el domingo, antes del partido Real Madrid-Rayo y debo reconocer que agoté todos los recursos a mi alcance para reparar la avería, pero, nada. El receptor de las señal se averió y no hubo forma de arreglarlo, ni de resintonizarlo, ni de meterlo a camino, aún con la inestimable colaboración de las señoritas del call center de Canal Plus, y de su servicio técnico, que me atendieron estupendamente. Yo me confieso canalplusadicto, lo reconozco. Y recomiendo a todo el mundo que se suscriba, por su calidad y porque para nosotros, los jubilados, es todo un entretenimiento. Llamé al distribuidor autorizado, que resultó ser J.A. Satélite, me atendieron estupendamente y un técnico se desplazó el martes a mi domicilio para cambiarme el aparato receptor por uno más moderno y de tamaño reducido. A los pocos minutos ya tenía señal. Respiré aliviado, como si me hubiera quitado un peso de encima.
2.- Uno es esclavo de la tecnología. ¿Qué haría yo sin la Internet, por ejemplo? Cada vez que aparece el aspa roja sobre el icono de la señal, por un fallo en la recepción, me incomodo mucho; aunque sea cosa sólo de unos segundos. Ya estamos tan ligados a las señales de satélite que no podríamos vivir sin ellas. Nos han colonizado el ánimo y la mente. En mi reciente viaje a Andalucía no hubiera podido hacer nada sin el GPS de Google. Una vez que me familiaricé con él todo fue coser y cantar. Imaginen, antes, en Nueva York. Aunque en esta ciudad es muy fácil encontrar las cosas, por la nomenclatura de las calles y avenidas, con un móvil es la leche. Llegas sin problemas a cualquier parte.
3.- Repito que la tecnología nos ha hecho sus esclavos. Todavía hay periodistas de mi edad que no han sido capaces de entrar en la Red. Ni siquiera de manejar un ordenador, sino que siguen con la Olivetti. Están perdidos, aunque ellos dicen en su descargo que con la máquina de escribir los artículos salen más brillantes. No sé, puede ser. Mi amigo Juan Francisco me ha dejado reluciente y en perfecto estado de revista mi vieja "Underwood", la que le regaló don Jacobo Ahlers , cónsul que fue de Alemania, a mi abuelo y en la que aprendí a escribir. La guardo como oro en paño y a veces me dan ganas de redactar el artículo con ella y mandar el puto folio al periódico. Me imagino la cara de mis compañeros al recibirla.
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