Secreto de Estado
Como un Daniel Ortega o un Maduro cualquiera, Sánchez ha declarado secreto de Estado la boda de su cuñado, para no tener que dar cuenta al Congreso de los gastos que pagamos por su helicóptero, su dotación y su escolta extra. Quiero decir, que Sánchez utiliza tretas de dictador para no dar explicaciones de lo que no debió ocurrir. Si se casa un cuñado, que sea con luz y taquígrafos para el presidente. El tal Sánchez lleva mucho tiempo viviendo del cuento; y haciendo poco. Ahora se ha reservado el Falcon para sus días de asueto en Doñana y en Lanzarote. La mayor parte de los españoles no disfrutará, por falta de recursos, de sus vacaciones de Navidad. Entre ellos, yo. Así que ya está bien de alardes innecesarios, de gastos suntuarios y de exhibiciones más propias de un bufón que de un presidente. Sánchez me aburre, pero más me aterra su falta de vergüenza. El PSOE se ha pasado años predicando su honradez, pero a la hora de vivir de la lata del gofio no se corta un pelo. Menos palabras y más gestos. Menos predicar honestidad y más practicarla. Sánchez, como buen bluf, no tiene miedo de pasar a la historia como lo que es. Le importa el presente, el futuro se la trae al pairo. Y el presente lo está viendo de puta madre, a costa de los españolitos, que están hasta donde usted se imagina de los excesos de la Agencia Tributaria. Yo creo que este juego tiene poco recorrido, pero se trata, además, de un presidente que ha sido elegido de rebote, sin pasar por las urnas, y que está gastando más que los que sí pasaron por ellas. Con razón dijo Borges que la democracia es un abuso de la estadística. Y de las casualidades irreparables, añado yo.
Publicado en el Diario de Avisos