¡Qué lunes!

Por Andrés Chaves

1.- El pasado lunes fue un día de locos para mí. Desde las primeras horas de la mañana sufría de una sorimba inhabitual, que empezó a acrecentarse cuando me llaman del banco para advertirme de que ingresara porque ahora, con la crisis, ya no te perdonan casi nada. Aclarado el asunto, que no arreglado porque se arreglará cuando disponga de posibles, me llaman de una financiera de Las Palmas para recordarme cariñosamente que quedaba "un restito" de un coche que ellos mismos me recompraron. Siempre resulta la liquidación a favor de otro, nunca de uno. En fin. El tipo me cogió por sorpresa porque telefoneó con número oculto; pero como llevaba el manos libres no me enteré y piqué. Mandé las perras para Las Palmas. Más tarde me llama un amigo para que le prestara 600 euros. "Usted no sabe con quién está hablando", le dije, regresando con sorna a aquella famosa frase de épocas remotas. El hombre se quedó mudo. La gente, por mi percha o porque soy un fanfarrón, o por ambas cosas a la vez, piensa que estoy forrado. Y ha habido momentos en esta crisis en que no he tenido dinero ni para gasolina. A ver si contando esto se extiende la especie -cierta- de que estoy tieso y no me dan la lata.

2.- No acabó ahí mi lunes. El accidente de un camión bloqueó durante horas la autopista del Norte, a la altura de La Victoria. Yo había superado el camión y el follón, con dirección Puerto, y es entonces cuando me percato de que he olvidado las llaves de mi casa en Santa Cruz. Vuelvo atrás, cojo las llaves y regreso, encontrándome con la misma cola. Por la mañana había visitado al dentista, que me va a colocar una corona de porcelana en una muela para que no se me meta en ella el jamón serrano (sólo lo pruebo ahora cuando me invitan, por las razones antes expuestas). Paso la prueba de la corona provisional -de plástico-, gracias a las excelentes manos del doctor y de su asistenta. Bueno, al menos ya mastico bien y eso.

3.- Cuando llego a la oficina y bajo del coche, precipitadamente, veo, con pavor, cómo se me abre el llavero y se caen dos llaves fundamentales a una alcantarilla de la calle. Me quedo mirando, sin reaccionar, a un mirlo que tenía los ojos fijos en mí, como descojonándose. Jusio al mirlo y resuelvo, sobre la marcha, un sistema para sacar las llaves sin tener que llamar al Ayuntamiento. Al palo de un escobillón que encuentro en la oficina le pego un chicle en la punta y con ellos extraigo las llaves de la alcantarilla. Parece mentira pero un día soñé que hacía eso y ya lo he puesto en práctica dos veces. Pensé que no me podían pasar más cosas el lunes, pero cuando volví al coche tenía una goma en el suelo. Hoy es jueves, menos mal.

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