Pequeñas cosas

Por Andrés Chaves

1.- Somos esclavos, tantas veces agradables esclavos, de las pequeñas cosas, de emociones que parecen insignificantes, pero que anidan muy adentro. El viernes pasado me puse en una esquina del Puerto de la Cruz, a ver pasar la procesión magna de Semana Santa. Cuando estuve ante el Entierro, en medio de un silencio impresionante de los portuenses y de los turistas, me invadió una emoción indescriptible. Era el mismo Cristo de mi infancia el que yacía en el interior de los viejos cristales que conforman la urna. Aquella procesión, los ojos de Simón de Cirene , me impactaron en el pasado. Y me trajeron recuerdos inolvidables. Y volvió a cautivarme el rostro de la Dolorosa, de Luján . Visiones renovadas que, desde aquella esquina, trajo de nuevo el tiempo. Ignoro si quienes me saludaban al paso de la procesión, incluso algún capirote, habrán notado mi turbación. No sé lo que me empujó a asistir este año al cortejo de todos los pasos de la Semana Santa. Pero llevaba tiempo con la matraquilla. Ninguno de los míos me acompañó; estaba solo, solo con ellos, con las imágenes de mi infancia portuense; inolvidable. Pasé una niñez plácida y una juventud sin ajetreos en mi pueblo. Y he vuelto a él, atraído por una fuerza invencible.

2.- Es cierto que uno vive de las pequeñas cosas; y entre ellas se encuentran, metidos en la piel, los recuerdos. La Hermandad del Santísimo, con los cofrades vestidos con sus opas rojas; la del Gran Poder de Dios, el Viejito, de riguroso negro, perfectamente alineada y conducida con tanto respeto por mi amigo Pedro Melián , su hermano mayor. Pancho con el estandarte de otra cofradía, ahora no recuerdo de cuál; siempre lo llevó, desde hace más de cuarenta años. Agustín Armas , el joven/viejo electricista, culto y tan curioso de las cosas del Puerto, empujando a San Juan. Era como una familia a la que se han ido agregando nuevos miembros. Y yo estaba allí para contarlo, con la misma emoción que sentí siempre, junto a la esquina de Fregel , casi en la puerta inexistente de la zapatería que fue de don Benito . ¿Dónde estarán Benito yRafael ?

3.- Sí, uno vive de las pequeñas cosas; de los pensamientos de toda una vida. De los recuerdos, que de vez en cuando salen de donde todos los guardamos y se dan un paseo por el aterrador mundo de hoy, en el que se han perdido los valores. Redobla el tambor, sostienen las beatas sus rosarios, el Puerto hace una pausa en su tráfago para ver pasar las figuras y los símbolos, que de ellos también se vive, aunque sean de pasta y de tela antigua. Disfruté y me emocioné en aquella esquina. Y no sé si volveré a ella el año que viene. No sé.

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