El pájaro catalán cayó en la frontera
1.- Puigdemont, el pájaro catalán fugado al no país belga, cayó en la frontera entre Dinamarca y Alemania, lado alemán. En una gasolinera. Triste destino para un héroe de sí mismo y de un puñado de idiotas que admiran a un delincuente, que dio un golpe de Estado en España, lo celebró brevemente y huyó. Todo un valiente, vamos, que abrió la veda a los jueces para –por evidente riesgo de fuga— encarcelar a sus compañeros de proceso. Y quedan más por entrar en el talego, no lo duden, señoras y señores. Todo empezó con una maniobra para proteger a los Pujoles, los reyes del mambo, orquestada por Arturo Mas, que también tendrá que pagar por lo que ha hecho, por ayudar al golpe o por provocarlo, vaya usted a saber. Mas llama la atención lo infantil del asunto: ¿de verdad creían que, a pesar de perpetrar un golpe de Estados se iban a quedar sin castigo penal? Se trata de personajes oscuros, irracionales, que desobedecen sin tino a los tribunales, que abandonan el Estado de derecho, que no respetan la Constitución votada tan mayoritariamente por los propios catalanes. Cayó el pájaro, que creía que se podía mover por Europa como Pedro por su casa; cayó en un lugar tan tremendamente cutre como una gasolinera, un sitio donde suelen caer los delincuentes que huyen de la policía, porque alguna vez tienen que repostar sus vehículos. Lo estaba vigilando, con medio centenar de agentes, el Centro Nacional de Inteligencia, en estrecha colaboración con las policías finlandesa, danesa y alemana, que es –esta última– la que tenía jurisdicción para actuar, ya que se encontraba el pájaro en territorio germano. Iban cinco personas en el “Renault” que fue interceptado en el norte de Alemania. Podía haberlo sido en Dinamarca, o en Finlandia. Pero se esperó a que entrara en Alemania. En la puerta de la prisión donde ha sido alojado Puigdemont, a la espera de la decisión judicial, hay una placa con la insignia de la Unión Europea. La Unión tiene leyes de colaboración penal y Alemania es un país exquisito en cumplirlas. Que no piense Puigdemont que va a volver a su estatus de “fugado político” en un no país como Bélgica, que fue refugio, incluso, de terroristas de ETA. Que digan sus abogados lo que quieran: Puigdemont es un presunto delincuente, que ha cometido posiblemente un delito de rebelión. Es decir, un golpe de Estado sufragado con fondos públicos, sufragado con nuestro dinero, que ha malversado. El Tribunal Supremo español ha emitido una orden de busca y captura, que se ha cumplido. Lo inmediato es entregarlo a las autoridades españolas para que lo pongan a disposición del tribunal al que ha intentado burlar. Han querido los independentistas catalanes dar la batalla internacional, que también han perdido. Su conflicto es estrictamente nacional y tendrá que ser España, a través de la justicia española, quien ponga las cosas en su justo lugar. Lo mismo les ocurrirá a los demás fugados, sea a Suiza o a Escocia o a la propia Bélgica. O se entregan o los apresan, tarde o temprano. No hay lugar seguro para los malvados.
2.- Y la que se está montando en Cataluña es flor de unos días. Y los responsables de las algaradas, si los hay, también irán a prisión. Y ojo con Torrent, el presidente del Parlamento, un alcalde de pueblo venido a más, que bordea la legalidad. Él es el presidente de todos y a veces parece más un Diosdado Cabello que el presidente de un Parlamento de una región civilizada. Parece el presidente de los suyos exclusivamente. No. Los independentistas no ganaron las elecciones, las ganó Ciudadanos y lo lógico es que hablen menos de “soluciones transversales” –nadie entiende eso—y que Arrimadas sea invitada a formar Gobierno. Porque si se celebrara una votación ahora mismo, ¿quién la iba a ganar? Y el tiempo corre. Ya el tiempo está corriendo, así que dense prisa. Se basan, y parece de locos, en una mascarada: una declaración unilateral de independencia, que parte a su vez de un referéndum prohibido por el Tribunal Constitucional en el que las urnas llegaron a los colegios electorales llenas de votos y precintadas. Era todo mentira, era un engaño al pueblo catalán, que mayoritariamente no quiere la independencia, por absurda, extemporánea, mentirosa y que traería consigo la ruina del país. Es esta su pintoresca república. Tampoco van a conseguir nada quemando fotos del rey, delito despenalizado ahora por el Tribunal de Estrasburgo, a través de un estrafalario ponente que dejará de ser miembro de ese tribunal en unos días.
3.- Pero lo importante es que el pájaro ha caído. Es el final de una parte de la ópera bufa catalana. Este tío se creía aún presidente, daba conferencias diciendo una sarta de disparates ante atónitos asistentes finlandeses, suizos y noruegos, que no entendían nada de nada pero que aplaudían a rabiar al valiente huido. Puigdemont era y es un iluso, que se creyó sus propias mentiras. Hasta que una periodista danesa, bastante más lista que él, le desmontó su trama públicamente. Pero les da igual. Están todos ellos abducidos por una historia falsa que ellos mismos se construyen, con nuestro dinero. Los Pujoles, si delinquieron, deben ir a la cárcel; como han ido los del Palau; y como tenían que ir los del 3%. Y como deben estar entre rejas todos los delincuentes que nos han robado. Que no intenten crear una república para salvarse. Que respeten el país de todos, que asuman sus responsabilidades o que no hubieran delinquido. A lo mejor, Puigdemont no es el verdugo, sino la víctima de la burguesía catalana que se creía todopoderosa. Hay división en Cataluña, una división que han creado estos irresponsables, que sienten muy poco respeto por su pueblo. Y luego están los idiotas de Podemos, que ya no saben qué lugar ocupan en esta tragicomedia y que hablan de un Gobierno “transversal” con los podemitas, los comunes, los convergentes y el PSOE. El conejo me riscó la perra. Seguramente es verdad lo que opinan unos cuantos, ante la indiferencia general: que este país no tiene remedio. Y si lo tiene, nosotros no lo vamos a ver.
Es una publicación de El Diario de Tenerife.com