Manta esperancera y escudo del Barsa
1.- A falta de mayores distracciones, he encargado a mi amigo de viejo, el pintor José Carlos Gracia , la portada de mi próximo libro, titulado "Todos los magos son del Barça". Y he pensado que un buen motivo para impactar al desocupado lector sería la imagen de un mago, con la manta esperancera arriba de él y, sobre la prenda de lana inglesa, bordado, el escudo del F.C. Barcelona. Además de la lógica provocación -que es lo que pretendo-, serían quemados en las propias librerías, y por el público indignado, algunos ejemplares, lo que daría al suceso editorial notoria curiosidad. En unos momentos en que vendemos pocos libros, cualquier idea es buena. Dice José Carlos que se ha puesto manos a la obra y a ver con qué me sorprende esta semana. Nos vamos a reunir en alguna parte para tomarnos una botella de whisky, en honor de la salud del rural. El otro día, en una reunión de amigos de este periódico, conté una anécdota que me refirió un reputado traumatólogo, que ha estudiado los comportamientos del habitante de las medianías y que guarda muchas anécdotas de él.
2.- Me contó que acudió a su consulta un hombre, aquejado de juanetes. Le molestaban tanto que apenas podía caminar. El galeno pidió al paciente que se arremangara el pantalón y le mostrara el pie, cosa que hizo. Pero, con objeto de revisar también la otra pierna, y para compararla con la que renqueaba, el médico volvió a pedirle que le enseñara el pie contrario. El mago lo miró, consternado; y el doctor veía que el hombre daba vueltas y más vueltas y que no acababa de mostrarle el ñame sano. Finalmente, se negó en rotundo. Al preguntarle el traumatólogo el porqué de su actitud, el mago, exclamó: ¡"Mire, doctor, es que uno no ha venido preparado!". El muy rebenque sólo se había lavado y cortado las uñas del pie enfermo. En el otro seguramente anidaban los gusanos y las uñas parecerían, muy probablemente, la peineta de Ángela Mena cuando bautiza barcos en el Arsenal de Las Palmas.
3.- En la misma conversación salió a relucir la contumaz manía del mago de mover los mojones por la noche. Al cuñado lo pone a vigilar, sobre una piedra. Y él, con la mano derecha desplaza el mojón y con la izquierda sostiene la escopeta, por lo que pueda pasar. Si el perro ladra, primero lo jusia y luego le dispara sin piedad. Tira a matar. El cuñado, entonces, se guinda de la piedra y se echa a correr, despavorido. La Guardia Civil llega tarde, avisada por el vecino perjudicado del mojón, que suele ser pariente lejano del delincuente. Al día siguiente el mago se levanta silbando, entierra al perro y se echa la mañana en el guachinche más cercano.
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