La sequía
La sequía de la inspiración del cronista va en consonancia con la actualidad. Vivimos una actualidad lineal, alterada por la incertidumbre de unos machangos que intentan conformar pactos. No existe ni un solo gramo de inteligencia en sus cabezas huecas, ni un ápice de interés general en juego, nada. Sólo premisas particulares oscuras, como oscuras son las intenciones de los protagonistas del desaguisado. De ahí que no me extrañe nada mi sequía intelectual, ni tampoco que se me ocurra un elemento gracioso que trasladar a ustedes, al menos para que sonrían. Mientras España compone su encaje de bolillos, que será nuestro patético escenario de futuro, la gente se dedica a vivir o sencillamente a especular. A vivir, los que no les interesa nada la política, pero que con sus votos han dejado el país hecho unos zorros; a especular, los que participan en esa especie de danza de los malditos que intenta arrejuntarse para gobernar, siempre lo peor posible. Quien no descansa es Hacienda, que sigue enviando cartas negras, sobre todo a pequeños empresarios y autónomos, o sea, a las columnas del país que intentan como pueden resistir su peso. Para Hacienda no hay gobiernos que valgan: su palabra es la ley y el administrado su esclavo. Hacienda tiene la presunción legal de certeza de los países disparatados, de los de mayor carga impositiva del mundo occidental. Esto es lo que nos ha traído nuestra disparatada tendencia al voto inútil, nuestra poca meditación y nuestra nula exigencia de eficacia a los que están arriba y que nos hacen la vida más cara porque lo que debe ser de todos se lo maman ellos solos. Ya me salió el artículo; es decir, que esta mierda de país me ha devuelto la inspiración. Y así nos va. Por hoy está bien.
Publicado en Diario de Avisos