La muerte de Mauricio
Por Andrés Chaves
1.- Mauricio Gómez-Leal fue un encantador de serpientes. Pero su condición de tal no le relevó nunca de cultivar la amistad como un tesoro. Era un gentleman. César González-Ruano lo hubiera catalogado como un dandi. Por cierto, que el otro día, leyendo a César, me enteré de que fue pariente de aquel marqués de Casa-Cagigal , que tuvo un importante puesto en Canarias (creo que fue gobernador militar o algo así) y al que no pone nada bien en sus Anales el cronista portuense Álvarez Rixo . Ni a él ni a su esposa. Vuelvo a Mauricio, fallecido el sábado 14 de marzo en Caracas, cuyos restos fueron incinerados al día siguiente en la capital venezolana. He de decir que muchas familias de esta ciudad optan por la incineración porque los malandros están desvalijando los cementerios, profanando las tumbas y robando las dentaduras de oro de los cadáveres. Como lo oyen. Mauricio debió pensar en eso, porque pensaba en todo, así que dejó escrito que sus restos fueran a parar al crematorio y sus cenizas donde dispusiera. Pasé inolvidables momentos con él, tanto aquí como en Venezuela. Para confirmar su muerte -lo conté en la nota necrológica que publicó este periódico--, tras la llamada del amigo común Arturo Trujillo , telefoneé al barbero del hotel Tamanaco, donde Mauricio iba a cortarse el pelo una vez cada diez días. Aquel hombre, entre lamentos, me confirmó el deceso. Recuerdo conversaciones, en el Casino de los Caballeros, con Mauricio y Opelio Rodríguez Peña . Aquellos dos viejos entrañables transmitían mucha sabiduría. Opelio y yo entre whiskies -así tengo los divertículos disparatados- y Mauricio con un agua sin gas porque se había bebido ya todo el whisky de Escocia y se lo habían prohibido los médicos. Cuenta el fotógrafo y amigo Trino Garriga , otro de sus panas, que un día de pedo, en Caracas, Mauricio Gómez-Leal acabó durmiendo la mona en el balcón de su casa, metido en una cunita de niño que Trino guardaba allí.
2.- Los jovencitos que lean esta crónica de domingo se preguntarán quién coño era Mauricio Gómez-Leal. Fue maestro, aunque aquí vino como alférez de Milicias diciendo que era médico; aunque nunca se le habría ocurrido ejercer. Y acabó convirtiéndose en periodista. Dirigió Radio Juventud de Canarias. Había nacido en Granada, pero se sentía más tinerfeño que granadino. Era, eso sí, un señorito de camisas almidonadas, gemelos de oro y cambio diario de relojes. Alguno de ellos -hay que decirlo- era chimbo, comprado a los negros de Miami. Tenía una prosa poética excelente y era ocurrente hasta el máximo. Opelio y yo casi nos morimos de risa cuando nos contó la anécdota de un conocido propietario de cierta zapatería de Santa Cruz, que ideó un sofisticado sistema de espejos cóncavos y convexos con el único -pero noble- fin de ver las nalgas de las señoras que se probaban los borceguíes, desde la trastienda. Mauricio, como tantos otros, se fue a Venezuela. Impartió clases en la Universidad Simón Bolívar, trabajó en televisión. Fue vicepresidente de Ars Publicidad y director -directivo- del hotel Tamanaco, propiedad de su amigo entrañable el doctor Rafael Tudela-Reverter . Y muchas cosas más.
3.- En Radio Juventud despedía cada noche los programas de la emisora con una hoja volandera, que terminaba siempre con la muletilla: "mañana será otro día". Aquello lo escuchaba todo el mundo como palabra de un dios. Se trataba de una amable despedida de la jornada presente y también de un canto esperanzado a la siguiente. Yo lo visité mucho en Caracas, pues en mis primeros años de viajes a Venezuela me alojaba siempre en el Tamanaco. Luego me cambié al Meliá. Mauricio era un exquisito anfitrión. Él me presentó a José Antonio Rial , el gran periodista canario exiliado en Venezuela, que fue redactor-jefe de El Universal, autor de "La prisión de Fyffes", "Venezuela Imán", "Segundo naufragio" y Medalla de Oro de Canarias. Tuve el honor de prologar un libro suyo, editado en tiempos de Juan-Manuel García Ramos como consejero de Cultura. Fue Juan-Manuel quien reivindicó la figura de Rial, un tanto olvidada. Mauricio se ganó muy bien la vida y frecuentó cenáculos muy interesantes. Las mujeres le apasionaban y las conquistaba con un arte que ojalá hubiera sido contagioso. Ahora se ha marchado a hacer más conquistas en el Cielo. Pues que le vaya bien y estoy seguro de que va a triunfar allá arriba. Porque Mauricio era un ganador.
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