La ciudad automática
Por Andrés Chaves
1.- Uno de los autores que mejor ha destripado una ciudad es Julio Camba . Camba, que vivió y murió en el hotel Palace, de Madrid, echó a su relato sobre Nueva York -"La ciudad automática"- toda su imaginación de periodista, toda su ironía y esa sensación que siente quien va allí de tener que llegar más lejos en todo. Más lejos en el conocimiento del territorio. La literatura de viajes es distinta a la literatura "de sitio". Camba no hacía una crónica de periplo porque vivió en Nueva York; lo mismo que Maruja Torres no hace una crónica de viajes cuando habla del Beirut que le robó el alma, porque ella reside en la capital del Líbano; porque está en su casa. Una crónica de este tipo puede ser frívola -las mías lo son-, pero no eran frívolos los relatos de Cela en su "Viaje a la Alcarria", ni tampoco los de "Viaje al Pirineo de Lérida", publicados por entregas en el diario ABC. Camba nos retrató un Nueva York tan exacto en ese libro, que acabo de releer, que parece que uno ha estado allá en los tiempos de la joven República Española. Justamente cuando el presidente Hoover había inaugurado el Empire State Building, al que volví a subir por enésima vez el año pasado (cada vez que voy a N.Y. con alguien que no conoce la ciudad me arrastra, y lo digo con agrado, hasta el Empire y a la excursión de la Estatua de la Libertad).
2.- Camba, pues, demostró con sus escritos "de sitio" lo gran periodista que era. Lo bien que trataba los datos. Lo profundo de sus conocimientos sobre los lugares que visitaba. Y, además, tenía la misma duda que tengo yo: ¿interesan mis anécdotas a los lectores? ¿Tengo derecho a contar lo que me está pasando, o lo que me ha pasado? ¿Tiene todo esto verdadero interés informativo? Uno se mueve en un mar de dudas, pero estas dudas son, desde luego, inherentes a esta profesión de cronista, tan dura, tan poco comprendida, tan poco valorada y, a veces, tan mal pagada. César González-Ruano contaba sus enfermedades; y estaba convencido de que interesaban a la gente. A mí, por ejemplo, sí.
3.- "La ciudad automática" es un relato apasionante de una ciudad en ebullición, de un hervidero. De un país de trenes exactos y de gente infantil, o presumiblemente infantil, que luego rezuma sensibilidad e inteligencia. Es muy difícil que un americano te perdone cuando le mientes. El otro día me contaba una amiga su anécdota. Viajó con su hijo a N.Y. y en los Estados Unidos debes declararlos si llevas más de 10.000 dólares, en cheques o efectivo, por pasajero o familia. Es la ley. No se dieron cuenta y les sellaron una sola hoja de Aduanas, lo que significa que, para Inmigración, viajaban juntos. Cuando llegaron al agente de Aduanas encargado de supervisar los equipajes, le contaron que el hijo también llevaba sus 10.000 dólares. El funcionario agradeció que le hubieran dicho la verdad y sólo hizo una anotación bajo la visa de entrada. Ahí quedó todo. Nunca vayan a los Estados Unidos mintiendo. No los vas a engañar y si te cogen estás perdido. Por lo demás, lean a Julio Camba antes de viajar. No ha quedado desfasado en el tiempo. Ya lo verán.
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