Caravana

Doce automóviles, dos motos y un coche patrulla de la Guardia Civil. Esta fue la flota que recibió a Pedro Sánchez en Galicia, a donde (en avión privado) fue para hacer campaña electoral. Ni siquiera lo hubiera igualado el séquito de Trump. La megalomanía de este hombre está sacando de quicio a todo el mundo, menos a mí que me importa un carajo lo que haga Pedro Sánchez. Yo sé que todo esto caerá por su propio peso cuando la gente se harte. Siempre ha ocurrido así en España, donde la historia se repite constantemente. Julio Camba y don Benito Pérez Galdós charlaban en la cafetería de las Cortes un día y don Benito, a todo el que llegaba, lo invitaba a café, diciéndole: “Siéntese, pero no me salude usted porque traigo un sombrero horroroso”. Y se ponían a hablar mal de los que iban al Congreso fatalmente vestidos, como ahora los anoraks de Podemos, raídos y sucios, pero no por falta de dinero para comprarse ropa nueva. Iglesias irá al CNI en anorak y quiero verle la cara a Felipe González; ha sido como meter al zorro en el corral de las gallinas porque todos saben las conexiones de Iglesias con los malos. En fin, ya les dije el otro día que no hay mal que mil años dure, ni cuerpo que lo resista. Es cuestión de tiempo. El otro día escuché en la tele canaria a un biólogo hablando del coronavirus. Y decía que la noticia de lo de Adeje lo había sorprendido en la Plaza de España, bailando. ¿Un biólogo bailando, con la calima encima y la amenaza latente de la terrible gripe de Wuhan? Es que somos así, tipos cojonudos. Había allí hasta madres con sus niños durmiendo en sus cochitos, felicitándose por haber superado novecientas veces las cifras de polución límite que puede soportar el ser humano. Enhorabuena a todos.

Publicado en Diario de Avisos