Vergonzosa guerra de medios

Regreso de Madrid después de pasar unos intensos e interesantes días con un mal sabor de boca. Primero, porque me he encontrado a mi buen amigo Marcos Páez metido en un lío de tres pares de narices, acusado nada más y nada menos de coger más lapas de las que le cabían en el cubo, a punto de ser lapidado por la legión de palmeros socialistas que ha vuelto a hacer de la nada un tema de Estado. Ya se lo he dicho en privado, y se lo digo ahora en público: si todo lo que tienen para desacreditar al consejero de Pesca del Cabildo es que ha cogido unas cuantas lapas de más, me parece muy poco. También me he tropezado con la desagradable noticia del fallecimiento del padre de otro amigo, del fotógrafo Pepe Vera, a quien aprovecho estas líneas para mandarle un abrazo muy fuerte y mi más sentido pésame por tan terrible pérdida. Me he encontrado de frente con la sorpresa que al menos para mí ha supuesto la suspensión de las primarias en Arrecife, una forma creo que inteligente de controlar un proceso electoral en la tercera capital del Archipiélago que se estaba complicando por momentos.

Todo eso por lo que respecta a la Isla, a mi Isla, porque de la capital del Reino también traigo sensaciones. La más importante tiene que ver con el nuevo despropósito periodístico cometido por un periódico del prestigio de El País y seguido por el resto de medios que conforman el Grupo Prisa. Cuando uno explica a los periodistas más jóvenes que no hay un medio que se escape a establecer una línea editorial que tenga una inclinación hacia uno u otro costado político, se creen que hablas de cachondeo. Con el paso de los años te das cuenta de cómo funciona el negocio. Sin embargo, que un medio, un periódico en este caso, tenga una línea editorial perfectamente marcada e identificada no significa que tenga que ser protagonista de uno de los bochornos más grandes de los que se han visto en la historia de la profesión, guiado y conducido desde la calle Ferraz, por supuesto.

Estoy hablando de los ataques proferidos desde El País contra el diario El Mundo como consecuencia de las informaciones que la publicación que dirige Pedro J. Ramírez ha realizado sobre los atentados terroristas del 11-M. En una magnífica serie de reportajes firmados en su mayor parte por Fernando Múgica El Mundo ha dado una lección de periodismo inconformista, del periodismo que tiene que hacer un periódico que quiera vender ejemplares despertando el interés de sus fieles y de sus infieles. Los ciudadanos no son bobos, y lo último que quieren es comprar un periódico en el que lo único que encuentran son las mismas noticias que ya han escuchado el día anterior en la radio o que han visto y oído en la televisión. Y no hace falta inventarse nada ni pagar por que la gente mienta. Nadie que sepa algo de periodismo puede negar a estas alturas, después de su brillante comienzo destapando todo lo que rodeó a casos como el GAL o Filesa, que El Mundo es el periódico que más y mejor investiga en este país. Me baso en hechos objetivos. Otra cosa distinta es adentrarse en su línea editorial, que la tiene. Pero no es el caso que me ocupa.

Por eso me pareció una puñalada a la más elemental ética periodística que El País dedicara nada menos que su principal artículo editorial a desacreditar el reportaje que El Mundo publicó la semana pasada sobre la vida, obra y milagros de un personaje tan interesante como Francisco Javier Lavandera, un joven asturiano que cuenta con pelos y señales cómo se relacionó con Antonio Toro, uno de los nombres que más se repite en el sumario del 11-M, cómo fue el propio Toro el que le ofreció servir de correo de ETA. Este confidente de la policía, que ha sido tiroteado y ha asistido impotente al supuesto suicidio de su novia, asegura en el libro que ha escrito junto al propio Múgica, libro que afirma que es su seguro de vida, que en su momento recibió amenazas de muerte por denunciar lo que luego se convirtió en la “trama asturiana”, que no es otra cosa que el nexo de unión entre la banda terrorista ETA y los atentados del 11 de marzo en las estaciones de Atocha, El Pozo y Santa Eugenia. Y es una puñalada a la más elemental ética periodística porque si uno da un paso tan importante como el de intentar desmontar una trama tan bien narrada y tan bien documentada, lo mínimo que tiene que hacer es aportar pruebas contundentes, y no una supuesta conversación mantenida por el ex minero José Emilio Suárez Trashorras en la que éste aseguraba a sus padres algo así como que mientras El Mundo pagase era capaz de cantar La Traviata. No sólo no es un argumento de peso sino que plantea serias sospechas sobre la fuente, puesto que todo parece indicar que la información sobre la supuesta conversación carcelaria, que en teoría no tendría por qué ser difundida puesto que corresponde al ámbito privado del preso y de sus familiares, viene directamente del Ministerio del Interior, del mismo Ministerio que dirige ahora Alfredo Pérez Rubalcaba, el político que más y mejor información manejó en las horas posteriores a la explosión de las bombas.

Los responsables de El País se han confundido, como se confunden en el resto de medios del Grupo Prisa. Han vuelto a equivocar la estrategia, como la equivocan cada vez que atacan al incendiario Federico Jiménez Losantos. Si de lo que se trata es de darle poca importancia a las informaciones de El Mundo, lo que tendrían que haber hecho es ignorarlas, como las ignoran la mayoría de medios de comunicación del país. Con esta cruzada lo único que han conseguido es llamar más la atención sobre el asunto, hacer que más gente se interese por la lectura de las andanzas y desventuras de Lavandera y compañía. Torpes, muy torpes los mandamases del Grupo Prisa, sobre todo después de que todo el mundo sepa que poco o nada más se va a saber de los atentados del 11-M una vez que se cerró en falso la Comisión de Investigación que presidió en el Congreso nuestro paisano Paulino Rivero. Si no has leído los artículos, te recomiendo que los leas en la edición digital de El Mundo. Así te harás una idea más completa de lo que trato de contar.