Rajoy y las copias

Me sorprende enormemente el revuelo que se ha organizado en Canarias por la copia del programa de Ciutadans por parte de Romero Pi. Es coña, no me sorprende nada. En estos momentos imagino que Juan Fernando López Aguilar estará sumido en una profunda depresión. No es para menos. Imagino también las carcajadas de Paulino Rivero y de José Manuel Soria cuando se enteraron de la historia. Es muy fuerte. No porque sea algo nuevo, porque en este país copia todo el mundo, y mucho más si se trata de programas electorales, sino por el momento en el que ha pillado a los socialistas.

En primer lugar, tengo que decir que López Aguilar no tiene la culpa de lo que le está pasando, como no tiene la culpa del puñado de votos que va a perder por este escándalo. El candidato tiene que estar a otras cosas, y fiarse de sus asesores y de la honradez de sus actos. La culpa es única y exclusivamente del que ha copiado, que no sé si habrá sido el ya ex presidente de la Zona Especial Canaria (ZEC) u otro mandado por éste para que hiciera el trabajo que le habían encargado. Lo malo de los copiones es cuando a sus mañas de tramposos le unen la vaguería. Porque se puede copiar bien, con algo de inteligencia y un mínimo esfuerzo. De hecho, ha habido grandes plagios a lo largo de la historia de la humanidad que o no han sido descubiertos o han aparecido muchos años después de que el plagiado abandonara este mundo de preguntas sin respuestas. Eso es lo peor de la historia, que la copia era muy mala.

Mientras los socialistas intentan recomponer filas en Canarias, porque el golpe ha sido muy duro, en el Partido Popular (PP) están de enhorabuena. Su líder, ahora más líder que nunca, quedó fenomenal en el programa de Televisión Española que dirige y presenta Lorenzo Milá. Y quedó fenomenal no porque lo diga yo, que no lo pude ver porque a esa hora todavía estaba trabajando, sino porque lo dicen todos los analistas políticos y televisivos que sí lo vieron. De momento, Mariano Rajoy le ha ganado de calle en audiencia a José Luis Rodríguez Zapatero.

También le ganó en el resultado de su sometimiento a las preguntitas de los ciudadanos, tal vez porque aprovechó el tiempo transcurrido tras la metedura de pata del café del presidente para estudiar a fondo su papel.

De todo lo que dijo Rajoy la gente se ha quedado con la historia del sueldo. Fue su único traspiés, si se le puede llamar así. Si yo fuera Rajoy, que no lo soy, no habría tenido ningún problema en confesar lo que cobro, porque estoy seguro de que es infinitamente menos de lo que cobran muchos alcaldes que todos conocemos y mucho menos de lo que cobran muchos analfabetos cuyo único mérito en la vida es el de saberle dar patadas a un balón. Ahora, entiendo que le diera vergüenza cuando la mujer que se lo preguntaba cobraba una mísera pensión de 300 euros. Me pareció fantástica y atinada su respuesta a la pregunta de si acudiría a la boda de un hijo suyo que fuera homosexual. Tuvo una salida más que airosa, asegurando que le recomendaría que formalizara su unión como pareja de hecho y no como matrimonio pero estando a su lado en todo momento decidiera lo que decidiera. Muy bien.

Me consta, porque uno tiene sus fuentes, que le quedó pena a Rajoy de que no le preguntaran por los precios de la cesta de la compra. Se había estudiado con detalle desde el precio del atún en aceite vegetal al de las aceitunas sin hueso. Sabía lo que cuesta el Fairy y la pasta de dientes con rayas. Lo malo para él es que los ciudadanos son como los buenos profesores, imprevisibles, uno no sabe lo que pueden preguntarte en un momento determinado.

Me alegro de que Rajoy saliera bien del envite, como en su día me alegré de que Rodríguez Zapatero ganara la Secretaría General del PSOE. Siempre me causan simpatía las causas perdidas, y ambos políticos las han sido, cada uno a su manera.

Ahora, además, después de haber sido líder de audiencia, imagino que ya no habrá nadie en el PP que se atreva a discutir su liderazgo político. Este singular y peculiar gallego debe aprovechar el tirón para poner orden dentro de su partido, para ir apartando a los que no están a su altura, como es el caso del secretario general, Angel Acebes, que no sólo fue el que hizo hacer el ridículo al Gobierno dejando claro que se las colaban por todas partes en el Ministerio del Interior tras los atentados del 11-M sino que esta semana se lució intentando justificar el injustificable intento de manipular el voto por correo en Melilla. Rajoy necesita gente más inteligente y sensata a su lado, y los Acebes, Zaplana y compañía no lo son.

Un último consejo de imagen para el presidente del PP: yo me dejaría de teñir el pelo. No sólo no parece más joven, sino que empieza a confundir al personal y a generar un debate sobre lo negra que tiene la tapa de los sesos y lo blanca que tiene la barba. Confunde y distrae.