Lo de Janubio

Regreso de vacaciones y me encuentro con que por primera vez en muchos años no está todo patas arriba. El típico bofetón en la cara por el olor de la casa cerrada, algún que otro insecto molesto dentro del tarro del azúcar, el buzón lleno de cartas de nadie y poco más. Sin noticia de noticias.

Siempre he mantenido la teoría, y la reitero ahora, de que es difícil ausentarse un par de semanas de Lanzarote sin encontrarse cambios radicales en lo que se supone que conforma la actualidad informativa, esa que manejamos los periodistas pensando que la manejan al mismo nivel la mayoría de los ciudadanos. Craso error: lo que nos interesa a nosotros y a los políticos de turno en pocas ocasiones coincide con lo que verdaderamente interesa a los ciudadanos. Y es precisamente en la clase política en la que menos movimiento he detectado, lo que me asusta. ¿Qué estarán tramando?

Intento ponerme al día, por si se me ha escapado algún acontecimiento importante que me saque de mi perplejidad. Nada de nada: la decisión del Tribunal Supremo que ratifica la condena de Dimas Martín por el caso del Complejo (cuántos errores cometiste en el juicio), la dimisión de mi estimable amigo Gerardo Fontes al frente de la Federación de Empresarios Turísticos (cuánto te van a echar de menos los empresarios y cuánto te vamos a echar de menos algunos periodistas) y el sorprendente -para algunos- laudo que obliga a Insular de Aguas de Lanzarote (INALSA) a pagar la nada despreciable cantidad de diez millones de euros a una de las empresas de las Koplowitz, Fomento de Construcciones y Contratas (FCC) -dice Pedro de Armas que lo de Construcciones y Contratas coincide con las siglas de Coalición Canaria; ¡qué mala leche!-.

Ahora, sentado detrás de las teclas de mi moderno ordenador intento escribir algo sobre alguno de los tres asuntos. Paso página del tema de Dimas, porque aunque me lo sé al dedillo no he tenido tiempo de hablar con él para conocer sus impresiones, y no me gusta escribir por escribir; paso también la página de la dimisión de Gerardo Fontes, porque aunque sí que he hablado con él, prefiero esperar a que se recupere de su obligada convalecencia, de la cual estoy seguro de que se olvidará en breve para dar la guerra que algunos ilusos creen que ya no va a dar... Me entretengo por entero a pensar en el último asunto, en lo de Janubio, atento a todo lo que se dice, y guiado, porque ya me falla la memoria -con lo joven que soy-, por el excelente guión que ha hecho del asunto el insomne Andrés Barreto.

No he leído el laudo, pero sí he escuchado todas las declaraciones que se han hecho en torno a la no construcción de una planta desaladora en Yaiza por parte de FCC. Estoy de acuerdo con muchas de las cuestiones que se han planteado, aunque a mi juicio habría que evitar el linchamiento gratuito del actual responsable de Inalsa, Mario Pérez, si al menos no se cuenta antes toda la verdad de lo que sucedió cuando se decidió luchar para que no se llevara a efecto el contrato que se firmó con la Unión Temporal de Empresas (UTE) que debía ejecutar la obra. Es cierto que Mario Pérez podría ser responsable de no haber negociado con la empresa, de haber dejado pasar el tiempo ajeno a que había que buscar soluciones prácticas a un posible incumplimiento, pero no es menos cierto que hubo otras personas que ahora parecen haber perdido la memoria -les pasa como a mí- que tuvieron mucha más responsabilidad en lo ocurrido que el presidente de Coalición.

De lo que sí que me acuerdo es de la manifestación que se hizo en su día por las calles de Arrecife para protestar contra lo que se creía que era el intento de Dimas Martín y de todos los que le apoyaban -no eran pocos en aquella época- de privatizar una empresa vital para el desarrollo de presente y de futuro de Lanzarote. Recuerdo que la cúpula de CC estaba detrás de las pancartas que sostenían entre otros Andrés Barreto o Manolo Plasencia, este último por entonces y por ahora portavoz de los trabajadores de Inalsa. En alguna de esas pancartas se pintaron consignas contra la planta de Janubio. Y es que muchos estábamos convencidos de que el contrato que se había hecho con la empresa de las Koplowitz sólo beneficiaba al luengo bolsillo de las dos hermanas de hielo.

Algunos medios, como fue el caso del que pagaba mi sueldo a final de mes, trabajaron a fondo para trasladar a la ciudadanía la verdad sobre lo que se pretendía hacer, y la respuesta fue más que contundente, totalmente contraria a la construcción de la planta en las condiciones en las que se había planteado. El tema estaba claro, lo que no quiere decir que la mayoría seamos responsables de lo que ha sucedido ahora.

Los opositores contaron con un aliado de excepción, el alcalde de Yaiza, José Francisco Reyes, que se negó una y otra vez a dar la licencia de obra que necesitaba FCC para ejecutar su lucrativo trabajo. Fue pasando el tiempo y la mayoría pensamos que todo había pasado, que el contrato se habría anulado por el incumplimiento de alguna de las cláusulas y que no se volvería a saber nada más de las Koplowitz. Segundo craso error, pero no mío, ni tuyo, estimable lector, sino de los responsables públicos que debían haber cerrado el asunto con la ayuda de los servicios jurídicos, que para eso se les paga.

Ahora tenemos entre las manos una papa caliente de la que nos debemos deshacer de forma inmediata, porque no creo que Inalsa esté en condiciones de pagarle ni diez ni cinco millones de euros a nadie. Que no cunda el pánico, creo que hay soluciones que me consta que se están estudiando. Más vale tarde que nunca.