La voz de la calle
Siempre he tenido muy buenos amigos en el PIL. Como los tengo en otros partidos. El roce hace el cariño. Eso no quiere decir que me deje guiar por las inclinaciones afectivas a la hora de confeccionar un artículo de carácter político. Tengo la obligación de hacer análisis imparciales y objetivos de la política. Es una máxima que cada día cumplen menos periodistas, tal vez porque sus ataduras morales, laborales y económicas les impiden hacer uso de la libertad que debemos tener para expresarnos como nos dé la gana. Muchos periodistas, como ya he explicado en infinidad de ocasiones, viven en una dictadura dentro de una democracia. Porque escribir “al dictado”, como su propio nombre indica, no es otra cosa que eso, una “dictadura”. En mi caso, boberías escritas por algún bobo intelectualoide al que espero ver sentado pronto en un tribunal de justicia al margen, la cosa es bastante sencilla. Jamás he recibido órdenes de nadie para que utilice mi columna para atacar a fulanito o menganito, ni para que escriba de nada. Siempre he escrito lo que me ha dado la gana, y así me va. Tampoco lo habría hecho, jamás firmaría algo que no salga de mi cabeza, que para eso es mía. Pero es que además creo tener la suerte de no sentir predilección por ningún partido político. Igual que me he confesado y me confieso enfermo seguidor del Real Madrid, en política puedo presumir y presumo de carecer de ideología y de afiliación. Tanto es así que en las elecciones del 99, si mal no recuerdo, llegué a votar a cuatro partidos diferentes, porque también se votaba a Europa. Si mi vecino Antonio se hubiera presentado a la reelección de la junta de vecinos, le habría votado a él y habría efectuado un quinto voto distinto. Todo porque siempre he dirigido mi voto hacia las personas, no hacia las siglas. Mucho más en unas elecciones tan cercanas como son las municipales, insulares y autonómicas. Creo que esa es la clave de estos comicios. La gente se guía por las personas que encabezan los carteles. Por eso, por poner un ejemplo, sé que a Inés Rojas le va a ir bien, porque es una gran persona que transmite buenas sensaciones a la gente. No le pasa lo mismo, por poner otro ejemplo del mismo partido y relacionado con lo que voy a escribir más adelante, a María Isabel Déniz, una mujer a la que -coincido con un amigo del gremio con el que me crucé el otro día por la calle- alguien tendría que haber hecho un cambio de imagen, de imagen pública. Aseguro, porque la conozco hace muchos años, que no es la mujer arrogante y estirada que muchos hacen ver que es.
El caso que me ocupa hoy tiene que ver con la suerte (algunos no lo ven así) que tengo por ser reconocido por algunos ciudadanos que siguen mi trabajo desde hace tiempo, desde que me chupaba todas las reuniones, plenos, juicios y convenciones de Lanzarote y parte del extranjero. Son los mismos ciudadanos que me paran por la calle para charlar un rato, lo que agradezco enormemente. No hay mejor forma de enriquecerse por dentro y por fuera que hablando con los demás, aprendiendo de los demás. Sobre todo cuando te aborda gente inteligente (no hace falta ser licenciado en nada para ser inteligente) que ofrece el mismo respeto que sabe que tú le vas a dar.
Este lunes me tropecé en la calle con uno de estos buenos amigos, alguien que me conoce de las pocas veces que salgo por la tele, de las muchas que salgo por la radio y de todas las que salgo en este periódico. Lo primero que me preguntó, a bocajarro y sin haber desayunado, es si creía que Dimas iba a salir de la cárcel antes de que pasen las elecciones. “¿Usted qué piensa, señor Canales, cree que soltarán a Dimas?”, me preguntó, para acto seguido añadir lo siguiente: “he oído que a los socialistas ahora les interesa que esté fuera, aunque fuera López Aguilar el que lo metiera dentro”. Después de pensar unos segundos, le dije lo que pensaba. Por desgracia para la campaña (siempre he mantenido y mantengo que las campañas electorales son mucho más animadas con Dimas), por desgracia para él, para su familia y para la gente del Partido de Independientes de Lanzarote (PIL), no creo que el Gobierno central acceda a la petición de indulto parcial que se ha hecho. No lo creo, aunque coincido con el hombre que me abordó en la calle en que a los socialistas les interesaría, y mucho, que Dimas Martín estuviera fuera. Todos los votos que Dimas ganaría para el PIL estando en la campaña se los quitaría a Coalición Canaria (CC), que hoy por hoy es el enemigo a batir para los socialistas.
Ahora, me parecería de una hipocresía terrible que sucediera algo así. Hay que recordar que fue Juan Fernando López Aguilar quien insistió hasta la saciedad durante su etapa como diputado en que el Gobierno del Partido Popular (PP) debía responder a la solicitud de indulto formulada por Dimas Martín para que se pudiera producir su ingreso en prisión. No sé cuántas preguntas hizo en el Congreso al ministro de Justicia de turno, que creo que era Michavila.
El hombre entendió mi argumento, y me dijo más: “la gente en la calle está con Dimas, no está bien lo que le han hecho”. Efectivamente, hay mucha gente en Lanzarote que ve a Dimas Martín como una víctima, y en gran medida lo es. Es víctima, como le he dicho a él en varias ocasiones, de sus propios errores, y es víctima también de una aplicación un tanto surrealista de la justicia. La condena por la obra del bañadero de Guatiza es bastante sospechosa; más sospechosa aún es la condena por la compra del voto del polémico concejal Juan Carlos Hernández, entre otras cosas porque jamás apareció el documento original en el que se plasmaba el acuerdo y un perito caligráfico de la Policía Nacional dijo durante el juicio que la firma del líder del PIL podría haber sido falsificada; la condena del Complejo también se las trae, no sólo por el tiempo transcurrido desde que se cometió el delito hasta que se celebró el juicio sino por los argumentos esgrimidos por los magistrados, que en ningún caso tuvieron en cuenta que no existió quebranto patrimonial para las arcas públicas una vez que quedó demostrado que se había justificado hasta la última peseta gastada.
Dicho esto, también hay que decir que los que llevamos unos cuantos años trabajando la información diaria de Lanzarote sabemos que no es oro todo lo que reluce en Dimas Martín, entre otras cosas porque su genio muchas veces le juega terribles pasadas. Él y sólo él tuvo gran parte de culpa en la ruptura con los cargos públicos. Como no esperaba la reacción que se produjo -sobre todo no esperaba que ni sus más fieles permanecieran a su lado-, tensó demasiado la cuerda, sin darse cuenta de que la herida que había abierto con el enfrentamiento con Higinio Hernández e Ismael Brito todavía no estaba cicatrizada.
Estoy de acuerdo con lo que dijo hace unos días Enrique Pérez Parrilla, el cabeza de lista de los socialistas en Arrecife. El PIL es en estas elecciones la gran incógnita, y será después de las votaciones la llave para garantizar la gobernabilidad de no pocas instituciones. Aunque algunos de sus fieles siguen pensando que volverán a sorprender siendo la fuerza más votada, creo que esta vez se tendrán que conformar con un papel secundario.
El hombre de la calle me dijo otras cosas que por decoro profesional no voy a reproducir. Una vez más subí a la redacción del periódico convencido de que Lanzarote es un lugar singular, un sitio donde la gente vive la política con una intensidad distinta a la del resto del país. Aquí todo el mundo sabe cosas, todo el mundo hace sus cábalas, todo el mundo se implica en las cosas que pasan, se moja. Lo mejor para ofrecer información es escuchar la voz de la calle. Una voz sabia.