La campaña y la campana

Había emigrado a Senegal durante unos días para intentar evitar rozarme con la campaña electoral. Me estaba aburriendo. Al llegar al aeropuerto Leopold Sédar Sen-ghor (creo que se escribe así) me tuve que dar la vuelta. De pronto reconocí que soy un masoca sin cura posible, que me gusta esto de la política. Cogí otro billete de vuelta a Madrid (no hay conexión directa entre Senegal y Lanzarote, y eso que estamos mucho más cerca), y me planté anteayer en la Isla.

Al bajar del avión noté que algo había cambiado. No, no se respiraba en el aire ambiente político. Hacía mucho más frío de lo que uno puede esperar en pleno mes de mayo en Lanzarote. “El jodido cambio climático”, pensé.

Cogí un taxi y le dije al amable conductor de San Bartolomé que me dirigía a la calle Canalejas de Arrecife, a la redacción del periódico. El hombre, que va en el puesto número once de la lista de no sé qué partido me empezó a explicar lo complicado que está la cosa en un Ayuntamiento que está condenado a vivir complicado de por vida. “Allí no hay forma de que gobierne un partido solo”, me dijo. “Ni uno, ni dos, ni tres”, pensé para mis adentros.

Cuando el hombre dejó de hablar me centré en algo que quería contemplar. Igual que me gusta ver las luces que se colocan en Navidad, me encanta disfrutar de la cartelería de campaña. Pronto descubrí que algo raro estaba pasando en Lanzarote. Siendo como era ya el día del día después de la pegada de carteles, me pareció muy extraño ver tan pocos rostros conocidos, tan pocas banderas, tan pocos logotipos, tan pocos mensajes... Me dio una sensación de pobreza tremenda.

Todavía recuerdo las municipales anteriores, y las anteriores... Todo Arrecife parecía un gigantesco anuncio de campaña. No había una sola farola, una rotonda o una pared que no estuviera alicatada hasta el techo con propaganda electoral. “¿Qué habrá pasado esta vez?”, me pregunté mientras me despedía del amable taxistas al que sin darme cuenta le prometí el voto. Espero que no lea esto y descubra que no soy residente en San Bartolomé.

Antes de llegar a la redacción del periódico me tropecé con un político muy conocido cuyo nombre no puedo desvelar por lo que voy a contar a continuación. Nos enzarzamos en un cuerpo a cuerpo electoral, en la típica discusión de campaña -sí, esa en la que se habla de sondeos, de posibilidades de unos y de otros y de los mítines-, y llegamos al punto interesante: la propaganda electoral. Este conocidísimo político, optimista recalcitrante, me dijo algo que me llamó mucho la atención. Me aseguró que la espectacular bajada en el gasto publicitario de los distintos partidos está directamente relacionada con el pánico que existe en España en general y en Canarias en particular a las escuchas telefónicas y a la persecución a todo el empresario que se roza con la política. “Antes era relativamente sencillo contactar con algún empresario amigo que confiaba en ti y en tu proyecto y te soltaba unas perras. Ahora todos piensan que están haciendo algo malo, y no te digo nada desde que se supo lo de Espino y las escuchas a los alcaldes de Yaiza y Teguise. Los políticos parecemos apestados”, me comentó por lo bajini.

Lo cierto es que, con miedo o no de los empresarios -estoy convencido de que algo positivo tiene que tener esta historia, porque nadie regala dinero a cambio de nada-, se nota una barbaridad el descenso en el gasto general de campaña. En todos los partidos. No hay excepciones. Hay crisis, eso es evidente. Pero también hay crisis de ideas, hay crisis de exposiciones, de debates, de talento político... Hay un tedio generalizado en la plebe que mucho me temo que va a provocar más abstención de la que los abstencionistas pronostican. Eso, queridos amigos, beneficiará a los de siempre, a los partidos que tienen el voto fiel. No creo que sea la mejor opción si se confía en que la democracia es el menos malo de los sistemas de convivencia posibles el no ir a votar. Pero, en fin, allá cada cual.

Siguiendo con la batalla de mi compañero Miguel Ángel de León por la supervivencia de nuestro rico lenguaje, cada día más amenazado, me pregunto qué pasará si finalmente triunfan los partidarios de eliminar la “ñ”. Que en lugar de tener una “campaña” electoral tendremos una “campana” electoral, lo que es una auténtica estupidez. Como me aburro, me da por pensar en estas chorradas. ¿O no? ¿Cuánto queda para las elecciones, alguien sabe cuándo se anima esto?