Inés, Manuela y Román

¿Qué tienen en común Inés Rojas, Manuela Armas y Román Rodríguez? En principio poco, o mucho, dependiendo del color del cristal con el que se mire el asunto. Si es un color político, la cosa está más clara. Los tres políticos han militado en un momento u otro en Coalición Canaria (CC); los tres políticos han sido presidentes de una institución importante; los tres políticos han salido rebotados de los partidos en los que militaban; a los tres políticos, en unos casos -dos- en mayor grado que en otro, se les ha acusado de transfuguismo.

Deteniéndome brevemente en el dúo femenino, me sorprende enormemente lo parecidas que son estas mujeres. Por diferentes razones ambas me caen muy bien, me dan buen rollo. El mismo buen rollo que imprimieron a la sesión de toma de posesión de Manuela. Tanto ella como Inés ofrecieron un ejemplo de civismo, saber estar y buenas formas. Y es que, al menos por lo que conozco de ellas, son personas que huyen de la polémica. También les une su espíritu luchador, sus ganas de trabajar y su don de gentes. No es casualidad que ambas consiguieran seis consejeros en el Cabildo salvando todo tipo de dificultades: Inés, el tremendo batacazo de Arrecife y la pérdida de votos por la nefasta orientación que se hizo de la campaña en zonas como la capital; Manuela, el rechazo de una parte importante de su partido, que en su día con la boca grande y hoy con la boca chica puso el grito en el cielo cuando se impuso su candidatura desde Gran Canaria.

No es la función del periodista alabar la gestión del que manda. Y yo no lo hago. Principalmente porque no milito en ningún partido y no he recibido ni recibo dinero de nadie por hablar bien o mal de nadie. También es cierto que jamás me lo han ofrecido, lo que dice poco a mi favor como columnista. Algunos se consideran "creadores de opinión". No es mi caso. Pero, claro, es fácil no caer en la tentación cuando ésta no asoma la cabeza por tu puerta. Hablo, como hago siempre, de las personas, no de las políticas. Y ambas, salvo que alguien me demuestre lo contrario, son por encima de todo buenas personas, buena gente. De su gestión pública también podría hablar, pero no quiero extenderme demasiado en este artículo de hoy. Lo haré otro día. De momento quiero felicitar a las dos por su comportamiento.

Lo de Román Rodríguez merece una mención al margen y más extensa. Su llegada a la presidencia del Gobierno se produjo como consecuencia de una jugada maestra de zorro astuto que hizo Lorenzo Olarte, cuando supo que había sido traicionado por José Carlos Mauricio y compañía y que jamás volvería a ser candidato a la presidencia del Gobierno regional por parte de CC. Fue entonces cuando se le ocurrió la brillante idea del “ni pa ti ni pa mí”, o del “si no soy yo, tampoco tú”, y se sacó de la chistera el nombre de un joven político de Iniciativa Canaria (ICAN) que era director general del Servicio Canario de Salud y que ni en sus más ambiciosos sueños había imaginado que llegaría tan alto en tan poco tiempo. Luego ganó las elecciones, se hizo presidente y sostuvo durante cuatro años un Ejecutivo que a mi modesto entender realizó una buena labor, sacando adelante medidas tan interesantes como la Ley de Directrices o promoviendo debates tan importantes para este territorio como el de la población.

Durante este tiempo tuve la oportunidad de conocer de cerca a Román Rodríguez. En el juego corto es un tipo atento, inteligente y con notable carisma. Supongo que si Olarte lo hubiera sabido jamás le habría propuesto. Eso sí, se creyó tanto su papel que ya no había forma de sacarle de él. Sobre todo porque muchos vieron al líder que no tenía en ese momento la formación nacionalista, y se lo dijeron.

Todo cambió cuando en CC volvieron al absurdo lío de la alternancia entre Gran Canaria y Tenerife, cuando la gente de ATI incumplió el acuerdo que habían alcanzado y le negó la vicepresidencia del Gobierno que luego dirigió Adán Martín. Así llegaron los primeros grandes problemas de la coalición de partidos, que saltó en mil pedazos. Uno de esos pedazos fue el Grupo Parlamentario en Madrid. A pesar de todo, Román Rodríguez se mantuvo en su lugar y guardó las formas, porque de lo contrario habrían perdido lo que hoy ya no tienen, voz en el Congreso.

Después de esta larga introducción, no tengo más remedio que criticar la decisión del líder de Nueva Canarias (NC) de abandonar ahora el Grupo de CC en la Carrera de San Jerónimo. Y lo hago porque me parece que no viene a cuento. Recuerda mucho a la rabieta que se apoderó de José Manuel Soria cuando los nacionalistas echaron al Partido Popular (PP) del Gobierno canario y no se le ocurrió otra cosa que ordenar a sus compañeros de Lanzarote que expulsaran a los consejeros de CC del Cabildo. Una gran idea, como se vio posteriormente. Ahora Román Rodríguez y los suyos no han hecho otra cosa que tomar venganza y responder casi al dictado del Partido Socialista. Si no es así, ¿por qué no tomaron la decisión antes, por qué se esperaron a ver si fructificaban los contactos con CC, por qué esperaron a que su pacto en Gran Canaria estuviera cerrado? Con su decisión, Román Rodríguez ha puesto un tachón en su carrera política, y se ha ganado a pulso que Paulino Rivero, que está más quemado que la moto de un “hipi”, le llame tránsfuga allí donde encuentra un micrófono, una grabadora o un periodista. Ahora bien, eso no quita para que el futuro presidente del Gobierno regional se acuerde sólo de Santa Bárbara cuando truena. No creo que haya que recordarle demasiado, aunque sean casos diferentes, que sus compañeros de partido y él mismo, por poner un ejemplo, han hecho la vista gorda con lo que ocurrió en Lanzarote con el PIL de Dimas Martín. ¿O es que ya no se acuerdan de que María Isabel Déniz y Celso Betancort se pasaron en esta legislatura al Grupo Mixto y dejaron al inexperto Isaac Castellano solo ante el peligro? Lo de las diferentes varas de medir en política tiene tela. Tan censurable debe ser una actuación como la otra. No sólo hay que hablar de transfuguismo cuando a uno le interesa. Vamos, digo yo.

Román Rodríguez ha hecho mucho daño a CC, y es consciente de ello. Sin embargo, como nacionalista que también es, y como diputado nacional que ha sido en estos más de tres años, sabe lo importante que es que el nacionalismo canario esté representado en Madrid.

Ni soy nacionalista ni dejo de serlo. Soy tan pobre que no tengo ni ideología. Sin embargo, tuve la oportunidad de cubrir un año la información parlamentaria tanto en el Congreso como en el Senado. Allí descubrí en seguida lo importante que es que el nacionalismo canario tenga grupo propio en ambas cámaras. Aunque CC venda fatal esta historia (ahora están intentando hacerlo, pero son incapaces de encontrar la fórmula y probablemente se volverán a estrellar en las generales por su manifiesta incapacidad de explicar algo tan sencillo), la verdad que verdadea es que sin esos grupos prácticamente no se oiría hablar de las Islas en la capital del Reino. Si hablan en privado con los diputados canarios de PP y PSOE les dirán exactamente lo mismo, aunque en público tengan que decir otra cosa. Metidos en los grandes grupos su voz pierde fuerza, se diluye. De hecho, les cuesta un riñón y parte del otro introducir iniciativas, mucho más si su partido es el que gobierna. Para no extenderme demasiado en un asunto que creo que requiere de un análisis más pormenorizado que además ya he realizado en otras ocasiones, simplemente pondré el ejemplo del Debate Sobre el Estado de la Nación: sin el nacionalismo canario en la Cámara Baja -como ocurre con el resto de formaciones regionales, porque no dejan de ser eso, formaciones regionales- no se plantearían los temas del Archipiélago, y el presidente del Gobierno no estaría obligado a responder de forma detallada a las principales cuestiones que nos preocupan por aquí abajo. Otro día daré al menos otras cinco razones que justifican su presencia en Madrid. Hoy ya no tengo tiempo, ni espacio, ni ganas.