Debates y meteduras de pata de campaña

No tuve oportunidad de ver el primer gran debate de esta aburrida campaña municipal y autonómica que estamos teniendo que padecer en Canarias. Sin embargo, y a pesar del bajísimo índice de audiencia (la gente prefirió ver el fútbol, como es lógico), hubo personas que sí que lo vieron y que me dieron su impresión. De todo lo que he escuchado sobre el enfrentamiento a cuatro bandas en Televisión Española entre José Manuel Soria (PP), Paulino Rivero (CC), Juan Fernando López Aguilar (PSC) e Ignacio González (CCN), deduzco que todos estuvieron bien y todos ganaron. Y es que uno tiene la costumbre de contrastar las informaciones con gente de todas las corrientes ideológicas. Incluso me hablo con los del Barsa. Por eso todos estuvieron bien. Aunque todos ganaron, me quedo con el que creo que fue el comentario más generalizado, el que se aleja un poco del irracional partidismo. Dice la mayoría de la gente que consulté (un 57%, aproximadamente) que José Manuel Soria estuvo mejor de lo esperado, que hizo frente común con Paulino Rivero contra Juan Fernando López Aguilar (debe ser por eso del pacto cantado que todos intuimos que se va a producir después de las elecciones) y que el socialista se defendió echando mano de su mejor recurso, el verbo ágil y tal vez demasiado fluido. Dicen los que lo vieron que los tres candidatos ignoraron por completo a Ignacio González, convidado de piedra que entró en el último minuto por la ayuda del Partido de Independientes de Lanzarote (PIL) y por decisión de la Junta Electoral. Dicen que la cosa estuvo bien, aunque un tanto confusa.

No sé realmente por tanto quién ganó realmente, quién estuvo mejor. Lo que sé es que estos debates rara vez suelen servir para ganar votos. Sí para perder, porque un mal día de un candidato puede arruinar toda una campaña. Por eso me cuentan que los asesores de algunos partidos han impedido que candidatos con teórica solvencia acudan a los debates que estos días han organizado los medios locales, especialmente las televisiones. En algunos casos, como le escuché decir esta semana a Jorge Coll, ofreciendo excusas peregrinas y saltándose a la torera algo tan elemental como la palabra dada. Si uno dice que va a un debate, lo que no puede hacer es renunciar en el último minuto sin una razón de peso. Queda feo.

Por lo que se refiere a la foto de los cuatro candidatos en liza, ahí si está claro el triunfo. Si lo hacemos por altura, porque en peso andan bastante parejos, el primero sería Soria, el segundo López Aguilar, el tercero Ignacio González y el cuarto Paulino Rivero. Curiosamente, los dos políticos grancanarios son bastante más altos que los tinerfeños. Y cuando digo “bastante” es “bastante”. Más de tres palmos. ¿Es eso suficiente para ganar o perder unas elecciones? Pues no; la historia está llena de pequeños-grandes hombres que han revolucionado a las masas: Napoleón, Franco, Hitler, Aznar, Chiquito de la Calzada...

Una mirada al exterior

De lo que está ocurriendo en el exterior me quedo con varias cosas. En primer lugar, con el bochornoso espectáculo protagonizado por el candidato del PSOE a la Alcaldía de Madrid, Miguel Sebastián, en el debate que protagonizó el miércoles con el candidato del PP, Alberto Ruiz Gallardón. Estando como está este hombre más perdido que una pulga en el desierto, siendo como es objeto de investigación por haber podido ser el responsable de encargar el espionaje del presidente del BBVA, no se le ocurrió otra cosa que pedir al hombre fuerte de los populares (mucha gente le ve como el sucesor natural de Rajoy, y el líder popular en contra del ala más derechona de su partido lo ha colocado a su vera en el vídeo promocional de campaña) que explicase cuál es su relación con una abogada imputada en el “caso Malaya”. Esto no me lo han contado. Lo vi. Vi los sudores que corrían por la calva del candidato socialista, vi cómo se ponía rojo como un tomate cuando sacó la revista en la que aparecía la cara de la mujer, en un movimiento absolutamente mecánico y estudiado. Se le notaba la vergüenza que estaba pasando por tener que utilizar algo así para atacar a su adversario. Gallardón, perplejo, mantuvo la compostura y le instó a que dejara los “temas personales” a un lado.

No entiendo cómo los asesores de campaña, que los hay muy buenos -especialmente en el PSOE-, obligan a sus candidatos a caer tan bajo. Si querían atacar por ahí a Gallardón, al menos podrían haber orientado al aspirante de otro modo. La misma pregunta se podría haber formulado en otros términos. Sin sacar la revista, sin citar el tema de las relaciones personales, podría haber preguntado a Gallardón por la corrupción y por la posible vinculación de su Gobierno con la trama marbellí. Y punto. Eso sí habría sido un planteamiento político. Parece que los socialistas dan por perdida esta Alcaldía, de ahí que no se molesten en ayudar a su candidato. Ya ha pasado otras veces.

También del exterior de Lanzarote, como hago todas las semanas, me detengo a analizar brevemente lo ocurrido este miércoles en el programa “59 segundos” de Televisión Española. Sigo expresando mi absoluta perplejidad por las posturas extremistas y partidistas que mantienen algunos periodistas, a los que llamo así porque ellos mismos se definen como tal, no porque parezcan serlo. Resulta vergonzoso comprobar cómo gente como Enric Sopena o Nacho Villa (cito a los dos ejemplos de cada ala política, los dos polos opuestos a los que la dirección del programa, con muy mala leche, sienta siempre juntos) en lugar de defender con argumentos racionales y objetivos posturas coherentes se dedican a intentar machacar al partido con el que evidentemente no comulgan.

Menos mal que en este magnífico programa se invita a periodistas de verdad, personas sensatas que se alinean con la razón y que no se dejan llevar por sospechosos forofismos. Me quedo, con las lógicas discrepancias que puedo tener con alguno de sus argumentos, con gente como Antonio Casado (marido de la magnífica Carmen Rigalt), Melchor Miralles o José María Calleja.

Aborrezco a los extremistas, que por regla general suelen ser bastante duros de oído. Sólo se escuchan a sí mismos y a su pensamiento único. ¿Cuánto queda para las elecciones?