Bisbal, Risto y la Galera

Un comentario de una amable lectora enviado a mi columna a través de internet me ha hecho cambiar la orientación del artículo de hoy. En principio me había comprometido conmigo mismo a escribir sobre la corrupción urbanística, un tema que requiere de un largo y extenso análisis que prefiero dejar para otro día, justo cuando abandonen Lanzarote los altos capitostes de la judicatura que se han dejado caer por aquí para mostrarnos lo difícil que resulta trincar con las manos en la masa a todos los que se están llenando los bolsillos a cuenta de la especulación del suelo.

En mi artículo anterior, dedicado casi íntegramente a explicar las rarezas de mi abuelo Narciso, hice un pequeño comentario sobre David Bisbal y sobre la evidente pérdida de voz que el muchacho ha tenido desde que salió de la academia de Operación Triunfo. La amable lectora de la que hablaba unos renglones antes me envió un recorte del diario ABC en el que su crítico musical alababa la trayectoria del almeriense y ensalzaba sus registros en la actuación en directo que había realizado en la Casa Batlló. Siento discrepar con la lectora y con el autor de la crónica. Y lo siento de veras, porque si ha habido, hay y habrá un seguidor de David Bisbal, ese soy yo. Amo la música casi por encima de casi todas las cosas. Me gusta casi de todo: desde los Rolling a los Beatles, desde los AC DC a U2, desde Estopa a Nena Daconte, desde House Martin a Take That. Todo me vale, aunque siempre hago distinciones, y Bisbal es una de ellas.

Cualquiera que tuviera un poco de oído se dio cuenta en la primera edición de Operación Triunfo que la victoria de Rosa sobre Bisbal no fue sino la concatenación de varios factores que dejaron en segundo lugar al que por méritos artísticos había merecido el primer premio. El tiempo puso luego a cada uno en su sitio y el “jardinero-cantante de orquesta” almeriense se convirtió en la estrella que casi todos vimos que era. Sin embargo, entiendo que por la acumulación de cansancio y por haber forzado las cuerdas vocales más allá de lo recomendable -si hay otras cosas, que alguien me las cuente-, David Bisbal fue perdiendo la voz.

Como me surgió alguna duda al respecto después de la crítica a mi afirmación, me dio por acudir a mi pequeña discoteca para sacar el disco que se grabó en la gala de Eurovisión, en la que Rosa, Bustamante y Bisbal se jugaron el pase al otro concurso televisivo. Sólo tuve que escuchar una vez al Bisbal de entonces para darme cuenta de que su voz nada tenía que ver con la de ahora. La potencia con la que cantaba, la limpieza, la respiración acompasada y potente chocan frontalmente con la asfixia que arrastra cada vez que se sube a un escenario para cantar en directo. Entonces no echaba mano de los recursos de los que ahora abusa, como pasar el micrófono al público para que canten ellos cuando nota que no le llega el aire a la garganta o agacharse para controlar la respiración.

Dicho esto, debo añadir que no me extraña en absoluto que haya vendido en una sola semana 500.000 copias de su “Premonición”, porque sigue manteniendo el duende y la personalidad que le hace distinto al resto de los artistas del momento, pero en el estudio de grabación sin tener que mover las caderas.

Risto y la Galera

Por lo que se refiere a la actualidad de la edición actual de Operación Triunfo, en la que las voces femeninas están a años luz en talento de las masculinas, me gustaría comentar un par de cosas: la primera, lo importante que sigue siendo para las Islas que nuestros cantantes ocupen los primeros puestos en popularidad; en la edición anterior fueron Idaria y Sergio, y ahora le ha tocado a Saray, que es una chica que vive en Tuineje y que tiene un chorro de voz con el que estoy seguro de que se podría romper el cristal de una ventana, una auténtica maravilla. La segunda, el fichaje que ha hecho Gestmusic en el jurado, un personaje que responde al nombre de Risto -nada que ver aunque le imite en el carácter con el magnífico ex jugador del Barcelona- y que se ha ganado por méritos propios y ajenos la antipatía del público.

No me parece casual que este publicista -así al menos lo presentan, y se nota que de música sabe poco- de imagen trasnochada y rictus de perdonavidas haya aparecido en el jurado ocupando el lugar de alguno de los magníficos expertos que pasaron en ediciones anteriores. No es casual porque estoy convencido de que todo parte de la propia Gestmusic, que se ha propuesto y ha conseguido encontrar a alguien más borde y antipático que Noemí Galera para que dejen de silbarla un día sí y otro también.

Este tipo de personajes, cuya única función es la de provocar al personal, deberían estar alejados de un lugar en el que con la fuerza de la palabra se puede hundir en la miseria a alguien con el talento todavía por modelar y en algunos casos por descubrir. La organización del concurso le debería prohibir que diga cosas como las que dijo en la gala del domingo, que con chulería barriobajera le suelte en la cara a un chico que ha puesto todo lo que tiene encima de un escenario y que se supone que está empezando que no es un “producto” vendible, que no le ve como artista. Tampoco se le debería consentir que a otro muchacho le soltara con la misma altanera y macarra forma de dirigirse hacia un asustado ser humano que si por él fuera ya estaría lejos de la academia.

No tengo duda al respecto. A este sujeto lo ha traído la Galera de la manita, para que la gente centre sus iras en él y se olviden de lo que le hizo el año pasado a la pobre Idaira y de lo que sigue haciendo en cada una de las pruebas y en cada una de las actuaciones. Como idea no es mala. A ver lo que les dura la gracia.