Ahora soy de Capello

Por sistema me gusta llevar la contraria a la masa, sobre todo cuando la masa se convierte en un grupo irracional aborregado y sediento de sangre. Ahora soy de Capello.

Hace unos días escribí un artículo bajo el título de “Plutón y Capello” en el que daba las razones por las que entendía que al entrenador italiano le iba a pasar lo mismo que al planeta, que iba a dejar de existir. Decía entonces y sostengo ahora que una de las cosas más inteligentes que he oído decir a Lorenzo Sanz, un presidente que tuvo una mano increíble para confeccionar un gran equipo de fútbol pero que fue manco en todo lo concerniente a los negocios, es que un entrenador que se marcha del Madrid no vuelve, o no debería volver. Se refería a Capello, que después de ganar la Liga decidió que era más suculenta la oferta económica que le hacían para regresar a Italia. Ramón Calderón ganó las elecciones y cumplió su promesa de traerlo, aunque todavía estamos esperando a que traiga también a Kaká, la gran estrella brasileña que supongo que enganchó más votos que el entrenador italiano. Escribía en agosto, consciente de que no me había gustado nada la política de fichajes -antes de que trajeran a Reyes-, que con la vuelta de Capello y con Mijatovic como director deportivo del club hemos pasado de los “galácticos” a los “mercenarios”.

Aseguraba, y pido disculpas por plagiarme a mí mismo, que el Madrid se ha convertido en un equipo parecido al Chelsea de Mourinho, un club de fútbol sin identidad que junta a una plantilla de mercenarios que cambian de equipo sólo y exclusivamente por dinero, sin importarles lo más mínimo el color de la camiseta que visten. Y Capello me parecía un mercenario más. Me preguntaba incluso si habría venido al Madrid si la Juve no hubiera descendido a segunda por amañar partidos, o si habría venido al Madrid si en el Milán o en cualquier otro equipo le hubieran pagado más dinero.

Dicho esto, ahora me rebelo contra la corriente que se ha impuesto en todo el país de linchamiento omnipresente al Madrid en general y a Capello y Raúl en particular. Me pareció increíble la crónica que leí del partido contra el Betis en los medios que se supone que son más afines al madridismo. Ni me molesto en leer la que hacen los periódicos catalanes. No entendía que los compañeros de la prensa deportiva no hubieran visto las muchas cosas que yo vi en ese encuentro, sobre todo en la primera parte, con un equipo magistralmente dirigido por el siempre discutido Guti y con un Diarrá que me recordó al Makelele de los mejores tiempos. Vi un equipo ordenado y con las ideas claras, con muchas cosas que corregir pero con la ambición suficiente como para no dejarse ganar. Vi un equipo italianizado que fue capaz de hacer que no se jugara un solo segundo de los seis minutos que añadió el árbitro. ¿Fui el único que lo vio?

Como se ha puesto de moda criticar al Madrid y hablar de Capello como si hubiera inventado el “catenacho”, todo el mundo se cree con licencia para opinar sin mirar lo que ocurre en el campo y sin darse cuenta de que estamos comenzando la temporada.

Tienen razón los pocos que defienden al entrenador italiano y que recuerdan que fue con él cuando se empezó a gestar el equipo que conquistó la gloriosa Séptima, la que el viejo del anuncio de Mitsubishi supongo que ya habrá visto en color. Incluso tuvo que venir un puntal como es Samuel Etoo para explicarle a los que saben poco de fútbol que fue Capello el que le convirtió en la estrella que es hoy, simplemente explicándole cómo debía chutar a puerta y qué actitud debía tener en el terreno de juego.

Lo siento, pero ahora soy de Capello. Me gusta ver la confianza que le ha dado a Raúl en un momento en el que el gran capitán lo único que aportaba era su desmedida entrega y en el que los voceros que luego cambiarán de acera pedían su cabeza, me gustó escucharle decir que iba a inventar algo para que Guti jugara, me gustó lo que peleó para traer a un jugón como Reyes, me gustó que hiciera debutar a Ronaldo cuando está claro que todavía no está listo, me gustó que confíe en jugadores españoles como Míchel Salgado o Sergio Ramos, que haya resucitado al mejor Roberto Carlos, que utilice a Beckham el tiempo justo para que el inglés no se desespere en el banquillo, que le enseñe a Robinho que todavía tiene que pelear para ser titular... Son muchas las cosas que siguen sin gustarme, pero hoy me las ahorro, porque hoy, insisto, soy de Capello.