Los problemas del Partido Popular
La política canaria en general y la lanzaroteña en particular no atraviesa por sus mejores momentos. Más bien todo lo contrario. El Partido de Independientes de Lanzarote (PIL) todavía está intentando recuperarse de la salida en masa de la mayoría de sus cargos públicos y del ingreso en prisión de su líder, Dimas Martín; Coalición Canaria (CC) sigue pendiente de que en las islas más orientales y occidentales se decidan a establecer una paz que de momento no existe, y continúan arrastrando el terrible problema que se produjo tras la salida del grupo que lidera Román Rodríguez y del grupo que encabeza Ignacio González con su Centro Canario (CCN); en el Partido Socialista Canario (PSC) siguen medio noqueados después de la disolución de la Agrupación Local de Arrecife y de la apertura de expediente disciplinario de Miguel Ángel Leal, asunto por cierto, tal y como adelante este diario en su edición de hoy, que se empezará a ver el próximo día 27 en los tribunales de justicia; Alternativa Ciudadana (AC-25M) atraviesa su peor crisis con el enfrentamiento entre los seguidores de Pedro Hernández, que ya ha anunciado que se presentará a las elecciones con un nuevo partido, y los integrantes del sector oficial, empeñados en recomponer la imagen de la formación; y en el Partido Popular (PP), donde siguen gobernados por una gestora que evidentemente se va a mantener hasta las elecciones de mayo, están sumidos en una pequeña guerra de guerrillas que ha tenido su punto de inflexión este viernes con la rueda de prensa ofrecida por el parlamentario Alejandro Díaz.
Deteniéndonos en esta última formación, el PP, tenemos que significar lo extraño que resulta que en un partido político, firmemente dirigido desde Gran Canaria por José Manuel Soria, se empeñen una y otra vez en hacer que se marche la gente que en teoría es más valiosa, personas que en su momento se incorporaron como garantes del espíritu de juventud y preparación que se buscaba y que han terminado muy mal.
Es el caso de Alejandro Díaz, que dejó muy claro en su comparecencia de prensa que no estaba dispuesto a aguantar un día más los numerosos desplantes que se le han hecho en el Parlamento -desplantes evidentemente ordenados por la dirección regional del partido-, pero también es el caso de otros jóvenes valores como José Carlos Rojas en Yaiza, quien por cierto estuvo este viernes en su último pleno. Lo abandonó, eso sí, lanzando un aviso a navegantes, dejando claro que va a continuar en política y que sus enemigos no pueden todavía tirar voladores. No son dos casos aislados, ha pasado con otros muchos nombres más que a cualquiera que siga más o menos la política de cerca en seguida se le vienen a la cabeza.
Lo malo del PP canario es que esta situación no es nueva, no es de ahora. Ocurre precisamente desde que José Manuel Soria tomó las riendas del partido en un polémico congreso que se celebró en Santa Cruz de Tenerife y que comenzó precisamente con la ausencia de un importante sector -contrario a lo que consideraba una burla de elección- y con una dura rueda de prensa del por entonces coordinador regional del partido, Ignacio González, que anunciaba su marcha y su incorporación al nacionalismo. De aquellos polvos llegaron los lodos de después, llegó la salida de Rafael de León -recordemos que denunció un amaño electoral que nadie desmintió oficialmente-, la de José Miguel Bravo de Laguna, María Eugenia Márquez, Tomás Van de Walle, Ángel Isidro Guimerá y tantos otros. Llegó incluso la para algunos sorprendente salida del que era la mano derecha de José Manuel Soria, un Guillermo Guigou que por razones que algún día habrá que aclarar cayó en desgracia.
Así ocurre en el PP con todos aquellos que no están de acuerdo con su presidente. Y si no, que se lo digan a Domingo González Arroyo, a quien parece que también han tratado de eliminar simplemente porque se le ocurrió apoyar públicamente a Alejandro Díaz. El problema que han encontrado con el presidente en Fuerteventura es que sus compañeros de filas no se han dejado amedrentar por amenazas exteriores, y al contrario de lo que ha sucedido en Lanzarote han apoyado sin fisuras a su compañero. Otro gallo le hubiera cantado a Alejandro Díaz si en Lanzarote hubiera encontrado una décima parte del apoyo que González Arroyo ha encontrado en la isla vecina.
El caso es que la política sigue más revuelta que nunca, y las elecciones van a tener más partidos que nunca y más sorpresas que nunca. Las veremos y se las contaremos.