Pateras: suma y sigue
En las últimas fechas, aunque en menor medida que en las oleadas de años precedentes, ha vuelto a detectarse la llegada de varias barquillas o pateras a las costas de Fuerteventura -principalmente- y Lanzarote. Ya casi ni es noticia de portada, como otrora o antaño, sobre todo después de que las mencionadas pateras perdieran protagonismo frente a los cayucos que han ido llegando desde Senegal e incluso más abajo del vecino continente africano hasta las islas más occidentales de Canarias. Estos últimos, los cayucos, son embarcaciones de mayor tamaño y capacidad de carga humana, y no sólo han despertado el interés informativo a escala incluso internacional sino que, al ser puerto de llegada una de las islas mayores, capitalinas o centrales del Archipiélago, como es el caso de Tenerife, el Gobierno regional ha caído finalmente en la cuenta de la importancia del fenómeno y de la obligación institucional de tomar algunas medidas políticas al efecto o al respecto... aunque esas medidas hayan consistido, principalmente, en culpar de todos los males a la inacción del Ejecutivo nacional. “La culpa es de Madrid, que no toma medidas”. Y en la capital de España, claro, señalan hacia el Parlamento europeo... y vuelta a empezar con el clásico juego de tirarse la pelota o pasarse la papa caliente los unos a los otros. Y, mientras tanto, la casa sin barrer. Anteayer se reunían en Moncloa José Luis Rodríguez Zapatero y Adán Martín Menis, y de esa cita ya ha salido un montoncito de “buenas intenciones”, puesto que hasta que no se pongan en marcha o se lleven a la práctica -si es que se llevan algún día- no son más que ideas bienintencionadas o magníficos propósitos.
Esta misma semana, la vicepresidenta del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega, dijo que pretendía obtener en su comparecencia en el Parlamento europeo el “apoyo a esa necesaria política de inmigración común que nos permita ser más eficaces a la hora de encarar esta problemática desde una perspectiva continental”. Para ello, la vicepresidenta iba a solicitar a la Eurocámara “más medios para que la lucha del Ejecutivo español llegue al objetivo de una inmigración legal y ordenada”. Amén, señora.
A escasas horas para entrar oficialmente en la estación veraniega, con lo que ello supone de mejoría en las condiciones marítimas, es fácilmente previsible que estas arribadas de inmigrantes clandestinos sigan en aumento, pues tanto los días como las noches van a ser mucho más propicios para embarcarse rumbo al supuesto paraíso que los subsaharianos anhelan. Sin embargo, de sobra sabemos que el grueso de la inmigración irregular no llega a las islas ni en pateras ni en cayucos. Hay que seguir recordando que, dentro de las cifras de esa inmigración clandestina que llega en Lanzarote, los originarios de África son un número testimonial, episódico y casi anecdótico en comparación con la arribada de inmigrantes que llegan, preferentemente, por avión y desde casi cualquier punto del planeta. Otra cosa es que, sobre todo desde el punto de vista informativo, llame más la atención noticias como las de esas arribadas marítimas. Los únicos que no parecen darse por enterados son, precisamente, los políticos y demás (presuntas) autoridades en la materia. Son ellos los que están tardando en atajar el mal de raíz, evitando la entrada masiva y descontrolada de inmigrantes a los que no se les hace un mínimo seguimiento del motivo de la “visita” o del tiempo que permanecen aquí, como ocurre en la mayoría de los países más desarrollados. Mientras eso no ocurra y mientras Lanzarote siga siendo el coladero que es hoy, los problemas derivados de una inmigración irregular en masa seguirán en aumento. Lógica elemental.