El Debate sobre el Estado de la Nación
Concluyó este martes el primer asalto de lo que se viene a denominar como el Debate sobre el Estado de la Nación, ese invento que tuvo Felipe González Márquez (sí, el ex presidente del Gobierno de mayor duración de la historia de nuestra joven democracia también hizo muchas cosas buenas e interesantes) para controlar la gestión del Ejecutivo y para trasladar al mundo la sensación de que la libertad de expresión en España iba un paso más allá de lo que inicialmente se esperaba. Concluyó y lo hizo con la victoria a los puntos del principal líder de la oposición, Mariano Rajoy, quien volvió a demostrar una vez más que tiene muchas más madera de orador que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Este es el análisis objetivo de un periódico local que no depende ni directa ni indirectamente del Partido Socialista (PSOE) o del Partido Popular (PP). En los periódicos nacionales, ya sea El País, el ABC, La Razón, El Mundo y compañía seguramente que se encontrarán con análisis que tendrán mucho más que ver con esa obligada inclinación que determina la línea editorial de cada uno, que no es otra cosa que el color político del que paga.
Y ganó Mariano Rajoy porque José Luis Rodríguez Zapatero ya salió derrotado de antemano. En los debates anteriores el presidente del Gobierno se había defendido bastante bien contra los contundentes ataques de su principal azote, un hombre de complicada dicción pero de verbo ágil y fluido, alguien que no se limita a leer lo que le escriben sus asesores de prensa sino que es capaz de improvisar sobre la marcha con ingenio y con tino, con un cuidado uso del español, lo que suponemos que agradará a nuestro exigente columnista Miguel Ángel de León.
El líder de los populares, que representa al cuarenta por ciento de los españoles pero tiene el mismo tiempo y turno que el resto de grupos de la oposición (que apunten el dato los defensores del cambio de la triple paridad), aprovechó al máximo su oportunidad, e hizo buenos los pronósticos. Decimos que Rodríguez Zapatero salió derrotado de antemano porque ni los periodistas ni los medios “afines” confiaban demasiado en su victoria. Era algo así como la selección española de fútbol, un equipo con posibilidades pero que todos sabemos que no va a pasar de los cuartos (ojalá esta vez sí). En programas como el debate de “59 segundos” de Televisión Española conocidos defensores del presidente del Gobierno y de todo lo que tiene que ver con el socialismo anticiparon que Rajoy se lo iba a despachar fácilmente. ¿Por qué? Porque en estos momentos, superado el ecuador de la legislatura, ya existen motivos reales para cuestionar su actuación. En eso consiste la esencia de la democracia, en poder criticar lo que hacen los gobernantes, que no son otra cosa que los servidores de lo público, del pueblo. Prácticamente es imposible que un Gobierno lo haga todo bien en dos años de mandato. Este, el de Rodríguez Zapatero, no ha sido una excepción.
Pero el Debate sobre el Estado de la Nación tuvo una primera parte con claro acento canario. Y no porque al presidente del Gobierno se le pegaran las costumbres adquiridas durante su largo mes de descanso en Lanzarote, sino por la mención que hizo al problema de la inmigración irregular que afecta ahora especialmente a las islas de Gran Canaria y Tenerife. En su intervención inicial Zapatero subrayó las medidas adoptadas para frenar la presión migratoria que sufre el país, con una política basada en “legalidad, máximo control de fronteras, cooperación con países de origen y con la UE, integración social de los emigrantes y respeto absoluto a los derechos humanos”.
Tras destacar la “decisiva” contribución de los inmigrantes al desarrollo económico, insistió en que su llegada “sólo puede producirse con legalidad, exclusivamente con legalidad, y asociada a las posibilidades y necesidades del mercado de trabajo”. Ante el aumento de las llegadas a Canarias por el desplazamiento de los flujos, debido a la “eficacia de la cooperación hispano-marroquí”, Zapatero aseguró que el Gobierno está adoptando “todas las medidas que están a su alcance, con el principio sagrado del respeto a los derechos humanos”.
Está bien que el presidente del Ejecutivo se preocupe por lo que está sucediendo en las Islas, aunque mucho nos tememos que las soluciones que aportó al problema no convencen ni de lejos a las expectativas del Gobierno autonómico y de los ciudadanos de las Islas. Hace tiempo, y no sólo ahora, sino cuando las pateras llegaban también a Lanzarote y Fuerteventura en avalancha, se vienen proponiendo medidas sensatas para paliar la constante llegada de inmigrantes irregulares. Ninguna de las propuestas que se han hecho se han recogido, no se ha hecho nada de nada, y la cosa parece que va a seguir igual.
Por cierto, que parece que en las filas del PP, según pudo saber este diario, no sentó nada bien que Rodríguez Zapatero se apuntara la instalación del Sistema Integral de Vigilancia Exterior (SIVE) como un logro de su Gobierno, porque esta fue una medida -una de las pocas, también es verdad- que tomó Ángel Acebes en su etapa como ministro del Interior.