¿Cambio de ruta?

El miércoles amanecía Lanzarote con dos noticias importantes: la primera, que el mal tiempo se volvía a aliar con la Semana Santa y de algún modo castigaba a todos aquellos que lo único que pretenden en estos días es descansar al lado del mar a ser posible con un cielo de estrellas como único techo; la segunda, que llegaba una patera, la primera que llega a la Isla desde enero y la tercera en todo el año.

Los datos ya los conocen; eran casi las diez y media de la mañana de este miércoles cuando la Policía Local de Haría comenzaba la búsqueda para detener a un grupo de quince inmigrantes de origen magrebí. La embarcación alcanzó una zona rocosa situada al sur de la playa de la Garita, en el municipio de Haría. Los inmigrantes desembarcaron y, tras cambiarse de indumentaria trataron de abandonar la zona y dirigirse hacia la localidad de Mala. Sin embargo, cuando se encontraban deambulando todavía por Arrieta, la alarma saltó cuando precisamente la concejala de Policía del Ayuntamiento de Haría, Carmen Gloria Figuera, que en esos instantes circulaba con su vehículo por el área, avistó a dos de los inmigrantes por la carretera.

Inmediatamente, al percatarse de que los individuos trataban de huir y vestían ropa mojada, dio aviso a la Policía Local, cuyos agentes iniciaron entonces la búsqueda de estos inmigrantes. Al final se detuvo a la mayoría de los integrantes de la patera.

La verdad es que hace un par de años la llegada de estos inmigrantes prácticamente no habría sido ni noticia. Habríamos tenido que incluir lo sucedido en una pequeña nota más de sucesos. ¿Por qué? Muy sencillo, porque en aquel momento Lanzarote y Fuerteventura estaban siendo asediadas por las hordas que controlan el vil negocio del tráfico de seres humanos.

En estos momentos que llegue una patera a Lanzarote se ha convertido en todo un acontecimiento. Es el momento para recurrir a la hemeroteca con el fin de contrastar datos, para terminar cayendo en la cuenta de que es la tercera que llega en todo el año. Una cifra insignificante, ridícula si se la compara con la de otros años, con la de los tiempos en los que Marruecos hacía como que no se daba cuenta de lo que estaba pasando en sus costas.

Fue la época en la que gobernaba el Partido Popular (PP). A nadie se le esconde que las relaciones de José María Aznar con Mohamed VI eran bastante malas, por calificarlas de una forma suave. Con la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al poder cambió la cosa, y el monarca alauí ordenó a sus gendarmes que se pusieran las pilas y que controlaran el tráfico de pateras que partían desde sus costas con destino a Lanzarote y Fuerteventura. Fue entonces, además, cuando las mafias de la inmigración decidieron cambiar la ruta, cuando se inventaron una salida en Mauritania, mucho más peligrosa, costosa y con un resultado más incierto. Es tanto el hambre, tanta la desesperación que hay en lo que conocemos como el África Subsahariana, que no importó el cambio. Se cambió la patera por el cayuco y se organizaron “excursiones” que en la mayoría de los casos terminaron en auténticas tragedias.

A día de hoy no podemos saber -jamás se sabrá- el número exacto de personas que han perdido la vida por intentar llegar a Canarias, lugar que se utiliza en la mayoría de los casos como trampolín para acceder al continente europeo, el verdadero becerro de oro para todos aquellos que siguen soñando con un mundo mejor.

Pero llegó una patera a Lanzarote y todo volvió a cambiar. De momento, las pocas prisas que se estaban dando en el Ministerio del Interior para instalar el Sistema Integral de Vigilancia Exterior, el famoso SIVE, se deberían estar transformando ya en lo más parecido a una reacción. Y es que, aunque es pronto para afirmarlo, podría ser que las mafias, viendo el mal resultado de la ruta que lleva a los inmigrantes hasta Gran Canaria y Tenerife, viendo además que España lo ha convertido en un asunto de Estado cuando apenas le daba importancia a la llegada diaria a las dos islas más orientales, estuvieran pensando ya en volver a la vieja y rentable ruta.

En esta historia, como siempre, juega un papel fundamental Marruecos. De ellos depende que la supuesta estrategia de los que controlan el negocio funcione bien o mal. De ellos y del Gobierno español, que no debería bajar la guardia, que debería obligar a sus vecinos y colegas a seguir trabajando como lo han venido haciendo en los dos últimos años.

También es un buen momento para que los representantes públicos de Lanzarote y Fuerteventura, especialmente los que militan en el PSOE, recuerden en Madrid lo importante que es para todos que las dos islas no vuelvan a ser imagen de portada en todos los medios internacionales por la incesante llegada de inmigrantes irregulares.

No estamos en el tiempo para generar ningún tipo de alarma, pero sí para abrir un debate sereno y sosegado que conduzca a una reflexión igual de serena y de sosegada. Hay que evitar que se vuelva a las andadas, blindar igual de bien las costas de las dos islas orientales que las del resto del Archipiélago. Lanzarote y Fuerteventura también se merecen ser asunto de Estado.